El hombre que amaneció con la Literatura
Juan Rulfo, frente al resto de sus contemporáneos, apostó firmemente por la imaginación y la intuición
JOSÉ BELMONTE
Lunes, 15 de mayo 2017, 23:03
Se pueden contar con los dedos de una sola mano los escritores del siglo XX, y de lo que llevamos del XXI, que han logrado tanta fama con tan escaso número de páginas publicadas. Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno (nombre que queda reducido tan solo a Juan Rulfo a la hora de firmar sus obras), nació en Apulco, estado mexicano de Jalisco, un 16 de mayo de 1917, aunque son muchos los biógrafos y estudiosos de su vida y su obra -el argentino Luis Harss, entre ellos-, que aseguran que fue justo al año siguiente. Vino al mundo en Apulco, fue registrado en Sayula y pasó buena parte de su infancia en San Gabriel, donde se traslada su familia buscando mayor seguridad y poner a buen recaudo su integridad física en el país de las revoluciones.
Su vida no fue un camino de rosas. Su padre fue asesinado cuando Rulfo aún no había cumplido los diez años de edad. Esta circunstancia le lleva ingresar en un orfanato de Guadalajara en 1927, ese mismo año muere su madre. Hasta 1942, después de deambular por distintas ciudades y varios oficios, publica su primer cuento, titulado 'La vida no es muy seria en sus cosas'. Las secuelas de esos primeros años le acompañaron hasta la muerte: aspecto demacrado, poco o nada hablador, hombre torvo, enjuto y trémulo, renuente a entrevistas.
Diles que no me maten
Solo llegó a publicar tres obras a lo largo de su vida. Tres obras -una colección de cuentos, una novela corta y una novela de mediana extensión- que en un solo volumen no ocuparían más allá de las trescientas páginas. «La fama de Rulfo -ha escrito el chileno José Donoso- crece con cada libro que no escribe». Sus relatos breves aparecieron previamente en conocidas revistas latinoamericanas de la época, como 'América' y 'Pan'. En 1953 reúne todas sus historias en un solo volumen. En 1970 aparece la edición definitiva, con 17 cuentos. Los más celebrados por la crítica y sus contemporáneos son 'Diles que no me maten' (elogiado por el mismísimo Elías Canetti), 'No oyes ladrar los perros' y 'Luvina', precursor de su novela 'Pedro Páramo'.
'Pedro Páramo' es, sin duda, su libro más popular. La obra que le ha catapultado a la fama. Ha sido traducida a medio centenar de idiomas. Sin embargo, a finales de los cincuenta se acaba de golpe su vena creativa, sin que nadie sepa a ciencia cierta las razones. El propio Rulfo llegó a manifestar en alguna ocasión que estaba harto de que le preguntaran por qué dejó de escribir. Durante un tiempo, se venía anunciando que en el verano de 1967 iba a salir a la luz un nuevo texto narrativo titulado 'La cordillera', del que nunca nadie ha sabido nada. Rulfo se jubila, literariamente hablando, con una novela corta, de apenas 80 páginas, que se ha titulado 'El gallo de oro'. Fue escrita entre 1956 y 1958, y publicada en 1980, seis años antes de su muerte. Se trata de una apasionada historia de amor entre un gallero y una caponera, que se dedica a cantar en las ferias. Un texto que sirvió de base a García Márquez para llevar a cabo el guión de la película homónima, dirigida, en 1964, por Roberto Gavaldón.
En la entrevista televisiva más extensa que se le llegó a realizar a lo largo de su vida (corrió a cargo del periodista murciano Joaquín Soler Serrano en 1977, en el programa de TVE 'A fondo'), Rulfo aseguraba, con cierta desgana, tratando de evitar el objetivo de la cámara, fumando como un poseso, que 'Pedro Páramo' era una novela rara. Una novela en donde hay gente que se muere, que luego resucita, y luego vuelve a morirse. Las primeras críticas de 'Pedro Páramo' fueron demoledoras. Se le achacaban innumerables fallos, sobre todo por su particular manejo del tiempo y del espacio, que ninguno de sus contemporáneos llegó a entender del todo. Después, con el paso de los años, el trabajo de Rulfo fue calificado de puro milagro. Un fulgor en medio de la noche, cuando lo que estaba de moda era la novela realista, y escribir sobre muertos vivientes era todo un reto con el que se exponía a la incomprensión general.
El más grande escritor
Rulfo, sin embargo, había manifestado en reiteradas ocasiones que para él lo primordial era la imaginación y la intuición, que «lo lleva a uno a adivinar algo que no ha sucedido, pero que está sucediendo en la escritura». Intuición, imaginación..., y una verdad aparente. Lo importante es saber que uno va a crear mentiras: «Si se entra en la verdad -apostillaba-, en la realidad de las cosas conocidas, en lo que uno ha visto y ha oído, está haciendo historia, reportaje. Todo escritor que crea es un mentiroso». 'Pedro Páramo' es un producto de esa portentosa y febril imaginación. Rulfo admitió siempre que su obra no tenía origen conocido. Que era producto de la casualidad, de esas cosas que se le ocurren a uno: «Los personajes son todos muertos y los muertos no ocupan lugar en el espacio ni en el tiempo. Podría haber sido una novela explícita, pero el tema no se prestaba para ello. Yo eliminé las explicaciones, las moralejas, de que tanto se abusa en nuestra literatura».
El nobel alemán Günter Grass, en un encuentro casual en una librería mexicana, se puso de rodillas frente a Rulfo y en alemán, que era traducido al español por su acompañante, le dijo: «Usted es un maestro. He venido solo para conocerlo. Es usted el más grande escritor». Luis Harss, en su ya clásico libro 'Los nuestros', afirma categóricamente que Rulfo fue un hombre del que no se sabe muy bien cómo llegó a la literatura, «salvo que un día amaneció con ella».