Grupos mafiosos encuentran en la Región de Murcia su refugio para escapar del control policial
La costa, la discreción de las urbanizaciones turísticas y las conexiones con África atraen al crimen organizado
En los mapas del crimen, la Región de Murcia aparece como una línea costera que brilla tanto, que atrae. Desde hace años, el Ministerio del ... Interior la señala como un territorio discreto y útil. De paso o de permanencia. Interior cifraba hace una década entre treinta y cincuenta grupos criminales activos que operaban en suelo regional. Pero, detrás de las cifras existen nombres propios, acentos extranjeros y la misma obsesión de hacer dinero con negocios ilícitos, a ser posible, sin ruido.
Giuliano Velo era un sexagenario tranquilo en apariencia. Vivía en una casa aislada, en el paraje retirado de todo de El Cantal, en la pedanía lorquina de Ramonete, junto a su madre. Plantaba mangos en su huerto, saludaba amable a los vecinos con serenidad. Es lo que quería aparentar de cara a la palestra.
Pero su nombre figuraba en los informes de la Guardia Civil desde hacía tres décadas. Nacido en Citadella, norte de Italia, fue vinculado a la Mala del Brenta, la mafia del Véneto, la única mafia endémica del norte de Italia. En España había encontrado refugio y negocio con embarcaciones para mover hachís, fincas discretas, contactos en Albania. Eso es lo que hacía el amable vecino de puertas para adentro con las distintas identidades que se fue creando en sus 67 años de vida: Jean Pierre Cerveau, Antonio Quaranta o Rodolphe Argucia fueron sus nombres.
En 2021, la 'Operación Mago' lo llevó a los titulares cuando los agentes rodearon su vivienda, pero 'la anguila' se escurrió. La redada, en la que se practicaron media docena de registros en Lorca, Águilas, San Javier, Los Alcázares, Mula y Murcia, se saldó con cuatro detenidos y la incautación de cantidades no muy elevadas de marihuana, hachís algún arma de fuego y cientos de litros de gasoil repartidos en garrafas, que apuntaban a que la organización se dedicaba a botar planeadoras para llevar y traer resina de cannabis entre el norte de África y las costas españolas. Pero el capo había volado.
También escapó cuando fue investigado en Málaga por su presunta implicación en un asesinato. Salió exculpado por falta de pruebas. Unos años más tarde fue arrestado por un alijo de 2.600 kilos de plantas de marihuana y fue condenado a ocho años de prisión. Cumplió seis, porque se fugó aprovechando su primer permiso penitenciario.
La caída del hampón del Véneto
Cuatro años después, su cuerpo apareció acribillado en su casa del paraje lorquino de El Cantal. Lo mataron en plena tarde, un grupo de encapuchados, sin testigos. Velo -que ha sido defendido durante años por el abogado Manuel Maza Ruiz- se encontraba en libertad provisional tras pasar un año entre rejas acusado de liderar en 2023 otra red que proporcionaba grandes embarcaciones para trasladar hachís.
Su muerte, y la de otro hombre hallado maniatado en la diputación de Ramonete, destapó un nuevo capítulo de una vieja historia en la que las mafias que llegan, invierten, trafican y, cuando todo se tuerce, ajustan cuentas como aprendieron en Calabria.
Antes de Velo, otro italiano había caído en suelo murciano. Giuseppe Nirta, de 52 años, fue abatido en 2017 por siete disparos. Siete tiros precisos, todos de frente. Un trabajo limpio, de profesional. En este punto, vuelve a aparecer el viejo Velo. Estuvo inmerso en este caso como sospechoso de encargar el asesinato de Nirta en el tiempo que estuvo huido de la cárcel. Fue arrestado en Albania y extraditado a España, aunque salió exculpado.
La muerte de Nirta encendió todas la alarmas. No formaba parte de una mafia cualquiera. Según los informes de la Dirección de Investigación Antimafia (DIA), pertenecía a la 'Ndrangheta, la organización más poderosa del crimen italiano. La misma que controla buena parte del tráfico mundial de cocaína, desde Sudamérica hasta los puertos europeos. Pero él no fue el primer italiano que resonó en los despachos policiales.
La Cosa Nostra elige Archena
Años atrás, en diciembre de 2009, los agentes irrumpieron en una vivienda de Archena para detener a Simone Castello, un veterano de la Cosa Nostra y mano derecha del capo Bernardo Provenzano, máximo dirigente de la mafia siciliana hasta su detención en 2006. Vivía entre naranjos y contenedores de fruta, al frente de una empresa de exportación hortofrutícola que movía millones y camuflaba dinero.
La operación, bautizada como 'Crash', fue coordinada por la policía italiana y la Guardia Civil. Diez detenidos entre Sicilia y Murcia. Castello era el único capturado en territorio español. Tenía 60 años, rostro curtido y la cortesía de los viejos hombres sicilianos que solucionan una afrenta con una bala. Su firma aparecía en los registros mercantiles de Archena, pero su lealtad seguía anclada en Bagheria, bastión de la Cosa Nostra, cuna de capos. Las escuchas telefónicas practicadas en Italia revelaron que aquel empresario murciano no era un comerciante cualquiera, sino parte del entramado que mantuvo escondido a Provenzano durante cuatro décadas.
A su nombre figuraban vehículos, armas y sociedades que se usaban para mover dinero y favores. La empresa fue precintada, y Castello quedó a disposición de la Audiencia Nacional. Desde entonces, su nombre permanece inscrito en los informes de Interior como uno de los primeros eslabones visibles del asentamiento mafioso en la Región.
El irlandés que cocinaba 'tusi'
El cuarto de estos nombres no vino de Calabria, sino de Dublín. John Gilligan, el viejo capo irlandés que en los noventa aterrorizó a la prensa de su país, halló en la costa murciana -residió en San Pedro del Pinatar, en San Javier y en Orihuela Costa- un retiro rentable.
Su última aventura criminal lo llevó a fabricar cocaína rosa en Orihuela Costa, en conexión con un clan macedonio afincado en La Alberca. La operación, 'Overlord', dirigida en febrero de este año por la Udyco de la Policía Nacional de Murcia, desmanteló un laboratorio y se incautó de dieciséis kilos de 'tusi', bidones de metilamina, 540 litros de precursores. El 'señor de la droga rosa' tenía entonces 72 años. Su coqueteo con todo tipo de sustancias no era nuevo. Cinco años atrás, la Policía lo detuvo por enviar droga desde España a Irlanda y el Reino Unido a través de servicios paquetería. En el registro de su casa, los agentes hallaron enterrado en su jardín un revólver Colt Python, idéntico al usado para asesinar a la periodista irlandesa Veronica Guerin en el año 1996.
No se pudo probar nada, pero la sospecha de que fue un encargo suyo le acompañará hasta el final.
La presencia de estos capos en la Región no hace más que apuntalar del asentamiento de las mafias en el territorio. Así lo confirmó un informe que la Dirección de Investigación Antimafia (DIA) dependiente del Ministerio del Interior italiano presentó hace dos años al Parlamento de Roma. El documento revela que la Región de Murcia es una de las zonas de España con mayor incursión de la 'Ndrangheta, considerada la organización mafiosa más poderosa de Italia.
Presencia de la 'Ndrangheta
«Destacamos la presencia de la 'Ndrangheta en Cataluña, en particular Girona (Costa Brava), en la Comunidad de Madrid y en Murcia», subrayó el informe. El comisario José Javier Morote, jefe de la Brigada de Policía Judicial en Murcia, apunta que el territorio regional reúne unas características concretas que hacen de la Comunidad una zona atractiva para los criminales. «Los kilómetros de costa, la cercanía al norte de África y el atractivo turístico facilitan su ocultación», explica. La Región es hoy tanto puerta de entrada de droga -hachís y cocaína- como territorio productor de marihuana, que se «exporta» a Europa.
Pero las mafias no tienen una única nacionalidad. «Vivimos en un mundo globalizado donde la interconexión entre nacionalidades es algo normal. Lo mismo ocurre en el crimen organizado», apunta Morote. Las organizaciones funcionan como empresas profesionales, herméticas, con grandes medidas de seguridad. «La penetración policial es compleja por su alto nivel de especialización».
El comisario advierte además de colaboraciones puntuales entre clanes con intercambio de logística, transporte o especialistas para operaciones concretas. La marihuana se ha convertido en su principal fuente de financiación, aunque también se lucran con la trata de personas, la explotación sexual y los robos itinerantes.
Sobre el blanqueo de capitales, señala dos sectores especialmente vulnerables, el inmobiliario y el ocio nocturno. «Allí donde hay movimiento económico, es posible el blanqueo. Estas organizaciones buscan actividades con facturación difícil de rastrear».
En este paisaje de sol y urbanizaciones aisladas y persianas bajadas durante buena parte del año, los capos envejecen, los clanes prueban fortuna y los agentes esperan el siguiente movimiento. «Estos grupos mutan constantemente para dificultar la investigación», advierte Morote. Usan camiones, embarcaciones, correos humanos. Se mimetizan con el entorno. Pero detrás de cada operación de la Policía Nacional o de la Guardia Civil se repite la misma certeza de que las mafias ya no pasan por la Región. Se quedan.
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