Las anoxias acabaron con los huevos y larvas de las especies comerciales del Mar Menor
La proliferación de medusas dificulta aún más las faenas pesqueras en la laguna
Las bolsas de anoxia que afectaron al Mar Menor de 2019 a 2022 tuvieron el efecto de punto y aparte para la vida en la ... laguna. Una vez más, la intuición de los pescadores coincide con el criterio científico. «Con la anoxia, todo el pescado pequeño y el que se estaba reproduciendo, murió», indica el patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de San Pedro del Pinatar, José Blaya, y confirma el investigador del IEO Juan Manuel Ruiz. Con las tres olas de peces muertos se fue la pesca de este año. Al desaparecer los huevos y las larvas, no ha habido ejemplares para alcanzar la talla comercial. La peor mortandad fue la del 12 de octubre de 2019, con más de 5 toneladas de fauna muerta en la orilla de Lo Pagán.
Al otro lado del Mar Menor, en la Lengua de Vaca, desde Los Nietos a Puerto Bello, en La Manga, apareció otra marea de peces muertos el 16 de agosto de 2021. En menor cantidad, pero como otro aviso de que la crisis ambiental continuaba, el 18 de mayo de 2022 llegó una masa de cadáveres de fauna marina a la orilla del Atalayón, en La Ribera. Los ciclos vitales de las especies partieron de cero. En las redes caían las abundantes doradas y lubinas alimentadas por el exceso de fitoplancton de la laguna, más las que se escapaban de las granjas de acuicultura y recalaban en el Mar Menor.
Los efectos de las anoxias eran aún silenciosos, mientras a la lonja llegaban toneladas de doradas, las que se habían librado de la falta de oxígeno. Este año, cuando deberían haber crecido los alevines de los dos últimos años, no hay adultos. Es como si una generación de peces del Mar Menor hubiera desaparecido.
A los pescadores solo les queda esperar a que crezcan los que nacieron después de las anoxias. «Hay doradas pequeñas, de la puesta que hubo después de la anoxia», cuenta Antonio Jesús López, armador de uno de los dos únicos barcos que salen a pescar en la albufera este verano. Señala la talla de las doradas jóvenes y apenas sobrepasa un dedo de largo. «Hasta primavera por lo menos no habrá dorada», lamenta Blaya, quien no sabe cómo sobrevivirán hasta que vuelva la pesca. «Somos el sector que menos ha afectado a la laguna y el que más sufre las consecuencias», destaca.
La plaga de 1997
Para mayor indignación del colectivo, la plaga de medusas dificulta la faena. Cuando toca izar las redes, apenas pueden tirar de las toneladas de celentéreos que invaden el nylon. Y la masa gelatinosa asfixia al poco pescado que cae en la red. Según los informes del Instituto Español de Oceanografía, el fenómeno no es nuevo. Ya en 1997, el cálculo del profesor de Ecología Ángel Pérez Ruzafa aproximó la plaga a los 40 millones de medusas en el Mar Menor. El biólogo aseguró ayer a este periódico que la plaga de este año «puede ser superior, pero que ya ha descendido con respeto a semanas anteriores». «Es dudoso que vayan a más, pero no sabemos hasta cuándo», afirma .
El IEO aclara una falsa creencia: «No son depuradoras». El repentino 'bloom' se debe a «las condiciones ambientales propicias que provocan la evolución de los pólipos hacia su fase de medusa». Esos factores favorables son la presencia de alimento, el aumento de la temperatura y de la luz. La mayor transparencia del agua y el incremento de horas diurnas impulsan la multiplicación de las medusas que ha dado lugar a la plaga de este año.
Más caliente, menos salina y «excelente» transparencia
El alza de la temperatura del agua en la laguna supone uno de los factores más preocupantes para los científicos. Si en 2016, no superaba los 25,9 grados en verano, la última medición publicada por la Consejería evidencian un aumento de 5 grados hasta los 31,08 grados. El descenso de la salinidad, desde las 46,5 PSU (unidades prácticas de salinidad) del año 2016 hasta las 43,16 PSU actuales, confirma una tendencia que continúa y que, para el profesor Pérez Ruzafa, es una de las variables más preocupantes «porque hace que el Mar Menor sea más propenso a crisis distróficas». La entrada de agua dulce acentúa esta pérdida de la singularidad salina de la laguna.
Ruzafa señala además que estos brotes de agua dulce están haciendo aflorar bolsas de fósforo procedentes de pozos negros de casas que no se conectaron a la red de saneamiento. El nivel de transparencia, con 4,15 metros, es «excelente» para el profesor Ruzafa, a pesar de que «el riesgo de anoxia siempre está presente por la temperatura y la pérdida de salinidad, que se traduce en menos solubilidad del oxígeno». El seguimiento de las variables por parte de la Consejería arroja un descenso del 22,92% de la clorofila «por la acción del zooplancton y del fitoplancton que comen las medusas».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión