Algo hemos cambiado
Ximo Tebar recibió el premio de Jazz San Javier y volvió a actuar en el Parque Almansa, como hace 25 años
Hace 25 años, nadie cambiaba disfrutar un concierto por grabar con su móvil un vídeo con tembleque al pie del escenario. Tampoco había cámaras de ... televisión en un festival con chupete como era Jazz San Javier en 1998. Ximo Tebar, creo recordar, tenía solo unas pocas canas y era el creador del 'son mediterráneo'. Un guitarrista con pinta de duende y flequillo encrespado que canturreaba mientras rasgaba su Ibanez con un swing volátil y «perfumadito de brea» con el que te identificabas al instante. Te subías a sus alas sin pensarlo.
Era julio de 1998, y el futuro era menos imaginable que nunca. Ahora lo verificamos. En el auditorio Parque Almansa estábamos algunos convertidos en esponjas de la pasión con que el geniecillo valenciano entraba en su trance de jazz. Parecía recorrerle todo el cuerpo. Te llevaba de vuelo por los cielos de altamar con su fusión tan personal, luminosa y cercana, tan llena de retazos «que han vertido en ti cien pueblos» –es que Serrat lo dijo todo– de Illinois a Estambul. Alberto Nieto se abría el pecho en canal para convencer del potencial del jazz en un terreno baldío. Y hasta los 25 hemos llegado.
Anteayer recibió Tebar el premio del Festival de Jazz, después de haber sido el primer músico de su historia y de pasar por sus tablas en varias ocasiones para dejar ver cómo maduraba el ahijado, que fue un talismán de esta historia efímera de aire sonoro.
Para celebrar esta vieja amistad, doblete de conciertos del valenciano. Su versatilidad le permite hacer estas cosas: invocar a Joey de Francesco, el multiinstrumentista y revitalizador del órgano Hammond, fallecido en 2022, y saltar a Brasil en la segunda parte de la noche.
A ver, lo que es jazz aleteó en el primer concierto, junto a Byron Landham a la batería y el avasallador Pat Bianchi al órgano emulando a De Francesco, si es que tal cosa es posible. El recordado tocó 'Tutu' junto a Miles Davis y conectó los latidos de su corazón –eso dice la neurocientífica Nazaret Castellanos que pasa– con John McLaughlin, Elvin Jones y Van Morrison, entre otros.
Ximo comenzó con una andanada de swing vibrante con esa salsa groove que aliñó la mano derecha de Pat Bianchi al Hammond. Cuando el órgano, que todo lo engulle, dejó espacio al virtuosismo del guitarrista, Ximo se marcó un sigiloso blues, elegante y majestuoso.
Una versión bordada de 'Les feuilles mortes', de Joseph Kosma, dio paso después a una formación más amplia, en la que participaron el pianista Will Martz y el saxo Josvi Muñoz. La marca Tebar, fluida, dinámica, vivaz, reapareció en '48º a la sombra'.
Cambio de tercio para el segundo concierto. Tebar se plegó al meloso Glasdton Galliza, que marcó su estilo cálido hasta el final, a pesar de algún intento del valenciano por alzar el vuelo del jazz. Composiciones de este brasileño que fusiona jazz, bossa nova, samba y algunas influencias españolas con maestría, como un puente cultural entre los dos países. Encajaron bien las dos guitarras, con una enorme generosidad de Ximo, que se reservó para el final un regalo impagable con ese 'medley' de 'Entre dos aguas y el 'Spain' de Chic Corea, una munición directa al alma en la guitarra sabia, 25 años más sabia, del talismán valenciano.
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