María de Juan: «He llorado mucho en los meses de encierro»
Estío a la murciana ·
«Sufría una crisis potente de identidad y aprendí que el verdadero hogar está dentro de uno», dice la cantante, que el sábado actúa en CartagenaHa llorado mucho. Los días de encierro no han sido fáciles, cuenta. Pero las lágrimas le han limpiado por dentro. María de Juan (Valencia, 1996) ... cumplió en febrero un sueño. Cantante y compositora, publicó '24/7', su primer álbum, su carta de presentación –este sábado actuará junto a Mavica en La Terraza de El Batel de Cartagena, 22.00 horas, 10 euros– en un mundo en el que quiere echar raíces sanas. Sabe que tiene que adaptarse a los tiempos. Nada nuevo. En su mochila carga con «más de veinte» mudanzas. Su sonrisa se intuye con claridad a través de la mascarilla.
–¿A qué se debe ese periplo?
–Mi padre es actor [el cartagenero afincado en Londres Jorge de Juan] y desde pequeña nos hemos movido mucho. La vida me ha llevado de un sitio para otro: Valencia, Murcia, Londres, Madrid, Manchester, Granada...; también soy una chica inquieta y a Manchester, por ejemplo, me marché porque quería descubrir por qué todas mis bandas favoritas procedían de esa ciudad.
–De esa lista de lugares, ¿cuál le ha marcado?
–Todos mis tatuajes son de lugares que me han marcado. En Murcia, me hice esta cruz [descubre un aspa negra en la muñeca derecha] con mi familia de corazón, que no de sangre. Y este otro [sobre la cara interna de uno de sus brazos se lee 'Always' (Siempre)] es la letra de mi padre. Me lo hice en Londres.
–¿Qué significa para usted?
–Mis padres se separaron cuando tenía ocho años y yo me quedé con mi padre. Cuando fui a tatuarme, él se vino conmigo y escribió la palabra 'always' para mí. El tatuador me preguntó si quería que enderezara los caracteres. Le dije: 'No, quiero que pongas la letra de mi padre'. Nos hemos criado juntos.
–¿Por qué canta?
–Como dice Lorca, uno nace artista como quien nace mudo, cojo o ciego, y yo nací cantante. No tiene más explicación que eso. Es cierto que tengo la suerte de que mi padre desde muy pequeña me enseñó que dedicarse a la música es posible. Lo digo como si fuera muy obvio, pero me han preguntado mucho a qué me dedicaba además de cantar.
–¿Qué dice de usted '24/7'?
–A pesar de que es mi primer disco, llevo toda la vida cantando y haciendo canciones. Aquí me he desprendido de mi ego y me he dejado llevar por lo que la música me ha ido pidiendo. He dedicado un año entero a componer.
En tragos cortos
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Un sitio para tomar una cerveza El Bar Rojo, en Granada.
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Una canción 'Snow', de Red Hot Chili Peppers.
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Un libro para el verano '1984', de George Orwell.
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¿Qué consejo daría? No daría consejos.
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¿Cuál es su cope preferida? Una copa de vino tinto.
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¿Le gustaría ser invisible? No.
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Su héroe o heroína de ficción. Luffy, de 'One Piece'.
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Un epitafio 'Siempre hay que estar preparado'.
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¿Qué le gustaría ser de mayor? Feliz como una niña pequeña.
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¿Tiene enemigos? No.
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¿Qué es lo que más detesta? Detestar.
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Un baño ideal Me gustaría poder volver a decir que en el Mar Menor.
–¿Desde niña qué tenía claro?
–Que quería ser artista y que lo iba a conseguir.
–¿Y ahora?
–Ahora sigo teniendo claro que lo voy a conseguir, pero también que se ha puesto muy difícil, y por eso hay que estar preparada para lo que sea que vaya a venir. A nivel interno y mental es un momento muy complicado y hay que tener la cabeza fría, centrarse todavía más en el trabajo y conectar con esa esencia que te empujó a hacer canciones.
–En su caso, ¿cómo lo consigue?
–Durante los dos meses de encierro he llorado mucho, y me he limpiado un montón. Un día leí un artículo en el que los expertos musicales vaticinaban que no se iban a poder realizar conciertos hasta 2022. De repente mi cerebro hizo 'clic', y me dije: 'María, espabila'. Cogí un folio y comencé a escribir una lista de cosas que podía hacer... La música se ha reactivado por el verano, pero parece que con el cierre de las salas vamos a volver atrás. No puedo enfocarme en el directo.
–¿Qué ha aprendido con los años?
–Que la casa, el hogar, lo llevas tú. Siendo una adolescente, con 18 años, quise volverme a España, pero me di cuenta de que en España no tenía casa: mi madre se acababa de ir con un hombre que había conocido y estaba viviendo de alquiler en un pueblo de Extremadura, y mi padre reside en Londres. Sufrí una crisis potente de identidad y aprendí que el verdadero hogar está dentro de uno.
–¿Qué decisión aplaude?
–Quizá, haber aprendido a tocar el piano. Por la pandemia hemos tenido que formar un dúo mi batería y yo. Si no supiera tocar el piano, no podría actuar ni componer. También volver a España fue una decisión importante.
–En 'De azul' canta: 'Me tiemblan las piernas / me falta valor'. ¿Para qué?
–Cada canción del disco está asociada a una hora del día. Escribiendo me di cuenta de que lo primero que hago siempre es poner la hora, y de que esas horas estaban relacionadas con los textos que había escrito. Encontré ciertos patrones de sentimientos que florecían cada día en la misma franja horaria. El álbum comienza por 'No quiero ver la luz', a las 10.30 de la mañana, y 'De azul' es la segunda canción, que yo ubico a las 12.30 horas. La primera refleja la culpa, ese síndrome del lienzo en blanco tan maravilloso y difícil a la vez. Te levantas, y no tienes que fichar ni acudir a ningún lugar, y eso me proporciona una libertad increíble, pero también una sensación de culpa que, de algún modo, te inculca la sociedad. Las pulsiones artísticas siempre se han concebido como un 'hobby' y no como trabajo serio. Y yo me despierto y me siento libre pero a la vez culpable. A las 12.30 horas es cuando me siento frente al piano y me digo: 'María, ponte a trabajar, déjate de tonterías'. 'De azul' habla de ese vaivén de emociones. Muchas veces me falta valor para seguir en pie, esta industria es muy complicada, pero la canción continúa diciendo: 'Bendita aventura recorre mi barco causando furor'. Me falta valor, pero lo saco.
«Sufrí una crisis potente de identidad y aprendí que el verdadero hogar está dentro de uno»
–¿Qué barreras personales ha logrado superar?
–Una infancia complicada, esas veinte casas por las que he pasado y todo lo que ello conlleva: la falta de raíces, las inseguridades, los miedos... Creo que la esencia para que un niño sea feliz es que la pareja que lo tiene se quiera. El amor en la infancia es lo más importante, y si se da el caso de que tus padres no se quieren, vienen otros problemas que tienes que ir solucionando poco a poco. Ahora estoy en un momento muy bueno a nivel personal, y creo que las barreras están bien saltadas.
–¿Qué echa de menos en estos tiempos raros?
–Siempre he llevado muy bien las distancias pero nunca he echado tanto de menos a mi padre como ahora. También a mis amigas, y en general, a toda mi gente.
En Fortuna
–¿Cuál es su refugio?
–A riesgo de sonar poética de más, mis cuadernos. El momento en el que cojo un boli y lo suelto todo. Lo que escribo no se lo enseño a nadie, es solo para mí.
–En la Región, ¿en qué lugar se reconoce mucho?
–Cuando tuve esa crisis de identidad de la que hablaba, una amiga de mi padre me contó que su hermano tenía una residencia en La Manga en la que se iba a realizar el campamento Maldita Beach Rock, de Maldita Nerea, y que necesitaban a una 'coach' de canto. Yo lo acababa de dejar con mi expareja, y estaba en ese momento de crisis total en el que crees que tu vida se viene abajo. Decidí venir sin conocer a nadie. Ya en el campamento, coincidí un par de días con Luis Gómez, guitarrista de Maldita Nerea, y con su mujer, Alba. Apenas hablamos, pero me aventuré a tocar unas canciones en el piano e intercambiamos correos. Después me fui a Valencia porque me salió un trabajo de profesora de inglés, pero lo estaba pasando mal: trabajaba 14 horas en algo que no era lo mío, y decidí llamar a Luis; le conté lo que me pasaba y me dijo: '¿Por qué no te vienes este fin de semana a casa, tocamos juntos y hablamos?'. Y me fui. Tenía previsto pasar un fin de semana pero me quedé un año. Aquellos primeros días salieron mil canciones y sentí que eso era lo que tenía que hacer. Al día siguiente me fui a Valencia y dejé el trabajo y la casa, todo el mundo me decía que estaba loca pero me dije: 'Tengo 19 años; si sale mal, me vuelvo, y si sale bien, me voy a llevar algo increíble'. Luis y Alba se convirtieron en mi familia, y en Fortuna, que es donde ellos viven, es donde hoy tengo a mis mejores amigas.
–¿Impulsiva?
–Más que impulsiva, pasional.
–¿Supersticiosa?
–No, no creo en la mala suerte.
–¿Qué le genera inquietud?
–Cuando se anunció el cierre de las salas [de música] me puse muy inquieta y triste. Pensé en todos los amigos que tienen salas y lo mal que lo deben estar pasando. En la Taberna J&J, en Granada, por ejemplo, habían hecho una programación increíble. Ahora hace bueno y se pueden realizar conciertos al aire libre, pero cuando llueva ¿qué? Y, sobre todo, si no ayudan económicamente a todas estas salas, ¿qué va a ser de la industria musical en este país? Igual se hacen cuatro festivales grandes, pero la gente como yo, que estamos empezando, o la gente un poco más emergente, ¿dónde vamos a tocar?
–¿Qué no entiende?
–Cómo después de lo que hemos pasado haya gente a la que no le haya cambiado la forma de pensar. Todo lo que está ocurriendo debería abrirnos los ojos. En la vida actuamos por amor o por miedo, y ahora mismo falta mucho amor.
–¿A qué momento le gustaría viajar con la memoria?
–Creo que estoy en el mejor momento de mi vida.
–¿A qué aspira?
–A poder dedicarme a la música. Quiero una carrera larga.
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