Hacer un aparte
Vacaciones, tiempo para casi todo. También para reflexionar en voz alta
Estamos en el segundo día de la enésima ola de calor, los mapas del tiempo rellenan el perímetro de la Península Ibérica de un color ... púrpura intenso que asusta con solo verlo. Los que pueden se refrescan culos al viento y los que no pueden, se refugian en el aparato de aire acondicionado, cuyo funcionamiento contribuye a calentar el ambiente y la sensación de calor.
Otra sensación, la de hartazgo, me preocupa más que la de las altas temperaturas que, por otro lado, vienen a ser lo mismo o parecido a lo de todos los veranos, fechas de ocio por excelencia, vacaciones, tiempo para casi todo. También para hacer un aparte.
El 'aparte' es un recurso del teatro en el que el actor parece hablar consigo mismo al decir en voz alta lo que está pensando. Y en el 'aparte' que estoy haciendo concluyo con un lamento: los políticos son caso aparte. Y no es que pretenda un facilón juego de palabras, no, es lo que me va surgiendo al escuchar y leer las variopintas transacciones entre partidos para lograr la investidura como presidente del Gobierno. La situación es bastante insólita porque el segundo en votos parece que tiene más posibilidades de formar un gobierno, aunque este esté presidido por la inestabilidad. Otro tanto ocurre con el primero en votos que podría formar un gobierno en minoría, es decir, inestable.
Si los políticos en general se apearan de su lenguaje conceptual y se acercaran a las preocupaciones del pueblo llano, se ahorrarían la mala reputación con la que, por otra parte, parecen gozar ya que, si la sufrieran, hace tiempo que habrían rectificado. Y aquí llega el lamento: está más que dicho y podremos cansarnos de decirlo, pero no harán caso. Están enfermos. Padecen el síndrome de Hubris, también llamado 'la enfermedad del poder'.
El síndrome de Hubris es un trastorno que se caracteriza por generar un ego desmedido y desprecio por las opiniones y necesidades de los demás. La palabra hubris, de origen griego, significa orgullo o arrogancia. Los argumentos que dan en el mercadillo del compro-vendo-cambio en el que han convertido su actividad, confirman lo alejados que se hallan de las necesidades ciudadanas. Negocian privilegios, amnistías, incentivos, lengua, deuda histórica... Palabras que, siento decirlo, al reproducir su significado en boca de conocidos políticos, provocan un sarpullido.
Es lo que hay.
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