Populismos, Europa y el régimen del 78
PRIMERO DE DERECHO ·
Nuestras democracias socioliberales y la construcción de la UE nos han permitido disfrutar de unas cotas de bienestar y de paz inéditas en la historiaEuropa vuelve a respirar aliviada tras la victoria de Macron en las elecciones presidenciales francesas del pasado domingo. Frente al nacionalismo reaccionario de Le Pen, ... se imponía el discurso moderado con vocación europeísta, de perfil técnico y melodía liberal, que encarna el presidente francés. Pero el peligro populista sigue ahí.
Tras la II Guerra Mundial, en esta esquinita del mundo logramos levantar un régimen político que constituye un auténtico paraíso (por muchos defectos que tenga). Nuestras democracias socioliberales y la construcción de la Unión Europea nos han permitido disfrutar de unas cotas de bienestar y de paz inéditas en la historia. Comparar la vida de nuestros abuelos y la de nuestros padres da buena prueba de estos logros. Y ello fue posible gracias al compromiso político entre la izquierda (socialdemócrata, pero también del eurocomunismo) y la derecha conservadora, pasando por los partidos liberales, que se reunieron e impulsaron políticas en torno a unos valores democráticos comunes. Se llegó a pensar que habíamos alcanzado el fin de la historia, se había acabado la lucha de ideologías.
Sin embargo, en la última década estamos viviendo graves turbulencias. Primero la crisis económica con la Gran Recesión tan mal gestionada desde Europa, luego la pandemia y ahora la guerra en Ucrania, están pasando factura. A ello hay que añadir la extensión entre las democracias occidentales de una internacional iliberal, populista, con un marcado acento nacionalista ('America first'), que reivindica de forma grotesca los valores 'tradicionales'. Un movimiento que supone una impugnación radical del modelo de democracia liberal y del ideal de integración europea, por mucho que los partidos que se han consorciado en esta franquicia se esfuercen en esconder su carácter rupturista con respecto al actual orden.
El problema es si los partidos del régimen del 78 se van a dejar contaminar por los extremos populistas
En este contexto, la mayoría de países europeos (y los propios EE UU) han vivido brotes más o menos graves producidos por este virus que han sabido contener. Las democracias más cercanas han demostrado solidez institucional, aunque el sistema político en algunos países de nuestro entorno se ha visto conmocionado. Comenzábamos esta columna con el caso francés, donde el sistema electoral a doble vuelta de las presidenciales viene conteniendo el impacto populista. Pero veremos a ver cómo se integra su Parlamento en las próximas elecciones, aquí ya con un régimen electoral proporcional. En Italia, la figura del presidente de la República ha servido de amortiguador ante un Parlamento fragmentado y polarizado. También en Portugal se ha impuesto la moderación, y Alemania ha sido un ejemplo fiel a su tradición de forjar grandes coaliciones que han dado estabilidad al país y ha permitido impulsar reformas.
¿Y España? España llegó a esta década turbulenta sin haber hecho los deberes. Desde los noventa, nuestro país había caído en un turnismo bipartidista en el que se acusaban graves signos de degeneración partitocrática, siendo incapaces de impulsar las reformas necesarias. Ante esta esclerosis, surgieron dos respuestas: por un lado, un malogrado impulso regeneracionista, primero con UPyD y luego con Ciudadanos, que allá por 2015-16 vivió su auge y fracaso final. Y, por otro, el espíritu del 15-M, que ha tenido algo más de recorrido político, aunque su impacto ha sido muy limitado. Como ha advertido con lucidez el profesor Víctor Vázquez, aquel intento populista con tintes bolivarianos al final ha sido bastante impopular y no terminó de cuajar.
Lo que no quiere decir que no haya un riesgo de que cuaje en España un proyecto populista. De hecho, hay uno que claramente ya ha echado profundas raíces: el independentismo nacionalista, plebiscitario y antipluralista. Y, frente a él, vemos en estos tiempos cómo crece Vox, franquicia española de la internacional iliberal antes señalada. Con visos, además, de tener un amplio mercado en nuestro país, alimentado en el enfrentamiento con el independentismo y con el clericalismo dogmático de un sector de la izquierda. Al tiempo que se beneficia de la aquiescencia de una cierta élite conservadora reacia a levantar el velo de este proyecto iliberal.
Ante este desafío, en un momento en el que se abre un largo periodo electoral en España, los partidos que sostuvieron el régimen del 78 parece que pueden aguantar electoralmente (¡bendita ley electoral! –quién lo iba a decir–). El problema es si van a dejarse contaminar por los extremos populistas (ya tenemos un PSOE bastante intoxicado y veremos qué sale del 'nuevo' PP), ahondando en esta polarización inducida; y si apostarán por un reformismo real. En este partido nos estamos jugando la supervivencia del régimen del 78.
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