Haciendo Europa
PRIMERO DE DERECHO ·
Una juventud activa y comprometida es la mejor garantía para la construcción europeaThe international outlook' se llamaba un periódico que elaboramos en Finlandia un grupo de españoles, finlandeses, alemanes, franceses, israelíes, palestinos, egipcios y rusos en el ... marco de un intercambio juvenil un verano allá por 2004, cuando yo estudiaba en el Alfonso X. A los españoles nos enviaba la Oficina de Proyectos e Intercambios Juveniles del Ayuntamiento de Murcia, que ahora cumple 25 años, liderada por la que para muchos ha sido nuestra madrina en la iniciación europea, María Teresa Martín, Matete. Personalmente, después de aquel intercambio formé parte de muchos otros, como participante y también como monitor, y fundamos una asociación de estudiantes en el instituto, la AEAX, con la que organizamos otros tantos proyectos europeos. Italia, Austria, Turquía, Bélgica o Portugal fueron algunos de nuestros destinos. Pero los grandes números asombran aún más. A lo largo de estos años, el Ayuntamiento de Murcia ha enviado a más de 7.000 jóvenes al exterior en más de 300 intercambios, y ha acogido más de 25 proyectos, no solo europeos sino en todo el entorno mediterráneo y en América Latina.
Destaco esto porque creo que debe ser motivo de congratulación como murcianos. Son 25 años haciendo Europa; Europa de la de verdad. Aquella Europa que logra ir más allá del entramado burocrático, de la imagen de las grises instituciones de Bruselas, algo más coloridas cuando su función es repartir fondos para nuestros países. Una Europa que busca lograr una auténtica unión de personas, y no un mero consorcio de Estados, como señaló tempranamente Jean Monnet, padre fundador de la Unión. Una Europa conformada por una amalgama de ciudadanos plurales, provenientes de distintos países pero que comparten una herencia cultural común, que hunde sus raíces en el mundo greco-romano que más tarde se sintetizó con el espíritu germano, según estudió Febvre. Una Europa de ciudadanos reunidos en torno a unos valores e instituciones democráticas que, más allá de fronteras nacionales, asumimos un ideal de fraternidad. Una Europa que sabe que no se puede crear «de una vez ni en una obra de conjunto», sino «gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho», como advertía la Declaración de Schuman de 1950.
Pues bien, muchos jóvenes murcianos han podido levantar ese gris velo burocrático para sentir el latir del auténtico corazón europeo gracias a estos proyectos. Yo estoy seguro de que el germen de mi firme europeísmo estuvo allí. Fue en esos intercambios donde comprendí y vi la realización efectiva de aquel «unidos en la diversidad» que sirve de lema para la Unión. Cuando nos reuníamos 40 o 50 chavales de diferentes países para colaborar en un proyecto, superando nuestras diferencias culturales e incluso idiomáticas, pero viendo también cuántas cosas nos unen. Recurríamos al inglés como lengua franca, pero no renunciábamos a aprender y enseñar palabras en nuestros respectivos idiomas; celebrábamos una noche internacional en la que cocinábamos nuestros mejores platos –los españoles teníamos fácil triunfar con nuestra sangría–; veíamos la diferencia entre el concepto alemán y el italiano de puntualidad... En definitiva, aprendíamos a relacionarnos y a trabajar en un ambiente intercultural.
Han pasado más de cincuenta años desde que se inició el actual proceso de integración europea cuando entre 1951 y 1957 se firmaron los primeros tratados constitutivos de las Comunidades Europeas. Se daba entonces un primer paso para compartir materias primas básicas y para sentar las bases de la integración económica entre países que poco antes se habían enfrentado. Pero ese paso ya en esos momentos estaba orientado a un proyecto mucho más grande dirigido a forjar una auténtica comunidad política.
Hoy día somos casi quinientos millones los habitantes de los 27 países integrados en la Unión Europea. Una Unión que ha conformado una arquitectura jurídica que ha superado en mucho la de las organizaciones internacionales para acercarse a un marco de integración federal, inspirado en los valores de nuestras tradiciones constitucionales. Un proceso cimentado precisamente sobre la idea de ciudadanía: somos ciudadanos europeos, aunque no podamos reconocer la existencia de un demos unitario en la Unión. Un déficit que progresivamente podremos ir colmando si logramos inocular en la juventud europea el espíritu cosmopolita que se cultiva en proyectos como los mencionados. Una juventud activa y comprometida es la mejor garantía para la construcción europea. Así que celebremos este cumpleaños brindando por otros 25 años haciendo Europa desde esta región que ha logrado situarse en el corazón de la Unión.
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