Más medallas de oropel
Lo que me ocurre es que no entiendo que se premie a conceptos en vez de a personas. Estoy seguro de que hay personas a quienes se podía haber premiado
Otro 9 de junio, día de la Región, y otra hornada de doradas medallas repartidas. No trato ahora de deslucir la efeméride, bastante poco emocionante ... por sí misma, sino volver sobre un tema del que ya escribí hace justo cinco años. Decía yo entonces, cuando el presidente que sigue siéndolo premió a la totalidad de los murcianos, que pobre mérito era el que todos tenían, y que nadie podía sobresalir cuando a todos se nos premiaba por igual. En aquel momento, la virtud relevante de la murcianía era el ser coetáneos de la covid, lo que fue más inevitable que meritorio. Desde entonces, empero, podrían haber escogido mejor.
No en vano, ninguna actuación administrativa puede ser un capricho o privilegio del gobernante, sino que debe realizar el interés público, a través de un procedimiento reglado en atención a una finalidad y motivado hacia esta. O así debería ser. El chiringuito, sin embargo, es tan obvio como pobre la norma. Existe ley específica, de 1985, que regula los honores, condecoraciones y distinciones murcianos. Y, entre los mismos –incluida la 'Corbata de honor de la Región de Murcia'– está la Medalla de Oro de la murciandad. Para obtenerla, será necesario cumplir los estrictos requisitos dispuestos en la ley: primero, realizar actividades artísticas, científicas, culturales, sanitarias o... de cualquier otra índole. Segundo, que tal cualquiera actividad tenga carácter «relevante». Tercero, y por supuesto, que le dé la gana a los que mandan decir que la actividad que sea es, por lo que sea, relevante para medallar.
Así las cosas, este año, entre otros, han recibido la medalla el Colegio de Ingenieros Industriales, por su 175 aniversario. La Federación de Atletismo, por su 100 aniversario. El Conservatorio de Música de Cartagena, por su 100 aniversario. Las facultades de Biología, Matemáticas y Psicología de la Universidad de Murcia, por su 50 aniversario. O el Pueblo Gitano, por su 600 aniversario. Queda claro que, en Murcia, la actividad más relevante que puede haber es cumplir años. Ni siquiera es algo aislado, pues años anteriores han sido vetustos premiados, entre otros muchos, Agrupal en su centenario, la Federación de Fútbol de Murcia, también en sus cien años, Ceclor en sus 40 años; u otras tantas facultades añejas de la Universidad.
No se trata de desmerecer a las instituciones premiadas, ni de analizar los merecimientos concretos, sino de pararse un momento a pensar a quién o quiénes se está premiando. Usando el ejemplo que me es más propio, tomo a una de las facultades premiadas, de mi Universidad. ¿Se está premiando al decano, al rector en lo que le toca, a todos los trabajadores, al alumnado actual, al egresado? Probablemente, como la 'idea' de la facultad puede quedar demasiado abstracta, para no decir que no se premia a nadie, serán todos los premiados. Así, si un alumno de esas facultades resulta que, además, es atleta federado, estudió en el conservatorio, está en un par de asociaciones con abolengo y además es gitano, habiendo coexistido con la covid, puede tener fácil siete u ocho Medallas de Oro de la Región. Como a un general de Corea del Norte, le va a quedar tan sólo espacio libre en las suelas de los zapatos. Menos mal que no le han dado también la Corbata de Honor.
Podrán algunos pensar que escribo esto sólo por envidia pues, de entre los colectivos premiados, sólo acumularé un par de medallas yo. Pero, lo que me ocurre, es que no entiendo que se premie a conceptos en vez de a personas. Porque estoy seguro de que sí que hay personas reales a quinenes se podía haber premiado. Y no es necesario que sea gente ya célebre y celebrada –aunque pueda serlo también– sino gente que, sencillamente, haya hecho algo más que relevante, algo ejemplar. Personas a las que la medalla les haría brillar más que a la charanga de cargos siempre prontos a la pompa de un gran evento social.
Por más que la Facultad de Biología pueda ser merecedora de la medalla, es probable que nadie se pare a mirarla, con sus cincuenta años de historia, y piense «Así quiero ser yo de mayor». Porque, si los premios han de servir para algo más que para el entretenimiento y regodeo de los de siempre, es para inspirar a todos los demás. Para fijar la atención, aunque sea durante un día al año, en alguien que pudiendo ser nosotros, ha sido mejor. Para que nosotros, inspirados por ese ejemplo, creamos en que lo bueno es posible, y nos atrevamos a seguir el estrecho camino de la superación.
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