Elogio de la guayabera
PRIMERO DE DERECHO ·
Que no se escandalicen mis alumnos cuando en los exámenes finales me vean descorbatado luciendo esta prenda; que su profesor no ha perdido las formasCuenta la leyenda que en el siglo XVIII Encarnación, mujer de Joselillo, un alfarero de origen español asentado en Cuba, le arregló a su marido ... una camisa cómoda incluyendo cuatro bolsillos al frente para que pudiera llevar su tabaco y otros accesorios (otra versión la atribuye a la mujer de un campesino cubano). Sea como fuere, así nacía la guayabera, también conocida como chacabana, guayabana y, por las tierras gaditanas, cubana (o cubanita), precisamente para invocar sus orígenes. Una prenda que, además de por sus bolsillos, se caracteriza por las dos hileras de alforzas o bordados verticales que la adornan.
En nuestro país, el blusón ha sido siempre una prenda típica, tanto para uso diario como para ocasiones más arregladas. Una prenda que probablemente llevamos al otro lado del Atlántico y que, en un viaje de ida y vuelta, regresó enriquecida a nuestros lares. Muchos podemos recordar a nuestros abuelos vistiendo en los días estivos no solo frescos blusones, sino guayaberas para ir un domingo a misa o para salir a tomar un café al Casino. Incluso, esta prenda conecta el mundo hispano llegando al otro extremo del globo donde comparte similitudes con el barong tagalo usado como traje nacional en Filipinas.
Lo cierto es que sus tejidos ligeros, normalmente de lino o algodón, además de su forma de vestir suelta –con un dobladillo recto para llevarla por encima del pantalón–, hacen de la guayabera un atuendo especialmente apropiado para el calor de las zonas caribeñas. Al que no tiene que envidiar el sur de España. Y cuando es de manga larga y se acompaña de unos pantalones de pinzas y de zapatos resulta ciertamente elegante. Incluso, hay algunas con doble puño que permiten llevar gemelos para las ocasiones más solemnes (aunque he de reconocer que éstas no son particularmente de mi gusto).
Y es que la guayabera en el mundo iberoamericano se considera una prenda de etiqueta apta para vestir en ceremonias solemnes y en encuentros formales. Así, es común ver a los jefes de Estado, incluidos nuestros reyes, vistiendo guayaberas en las cumbres iberoamericanas. García Márquez reivindicó como nadie la guayabera y es célebre su imagen en la ceremonia del Premio Nobel donde su traje de lino blanco contrastó con el frac protocolario. Eso sí, lo que Gabo vistió ese día no fue propiamente una guayabera, sino una variante, el liqui liqui tradicional de Colombia y Venezuela. Más recientemente, el escritor cubano Leonardo Padura también recibió en guayabera el Premio Princesa de Asturias. Y otro enamorado de Cuba y de las tradiciones que se dejó seducir por este atuendo fue Ernest Hemingway. Como tantos otros personajes.
En España, tanto en Cádiz como en Sevilla se ha extendido el uso de la misma. Incluso, en nuestra Tacita de Plata un grupo de compadres han constituido la Real Orden Gaditana de la Guayabera, cuyo lema reza jocosamente: «Guayaberus gaditanae gaudeamus... con las dos manus». Siendo el periodista Antonio Burgos desde su tribuna en 'ABC' uno de los principales apóstoles de esta causa. La cual ha encontrado en nuestro Rey Felipe al más ilustre representante desde que en el verano de 2020 realizó un viaje oficial a Sevilla vistiendo guayabera. Algún desconocedor del protocolo reprochó entonces a nuestro Rey ir por Sevilla descorbatado y con la camisa por fuera, cuando, en realidad, don Felipe sentaba cátedra: ya no cabe disputa y, desde ese día, también en nuestro país estamos legitimados para sustituir la chaqueta y la corbata por lucidas y frescas guayaberas. Se confirmaba así su reconocimiento como prenda de etiqueta allende las fronteras latinas y caribeñas.
Terminaré con una disculpa: ¿cómo se me ocurre incluir esta columna de moda en una tribuna titulada Primero de Derecho? Quizá porque los juristas tenemos fama de ser guardianes de las «esencias» y todavía nuestras facultades (cierto es que cada vez menos) son de los pocos reductos en los que la etiqueta sigue siendo traje de chaqueta y corbata. Sin embargo, cuando el calor comienza a apretar –como estas últimas semanas– se observa un relajamiento en el vestir. Por ello, me permito ahora entonar, con afán de conservar nuestras esencias aunando también un sentido práctico y respetuoso con la tradición, este elogio de la guayabera. Así que no se escandalicen mis alumnos cuando en los exámenes finales me vean descorbatado luciendo una guayabera; que su profesor no ha perdido las formas. Buen verano.
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