Bochorno democrático
PRIMERO DE DERECHO ·
El trágico sainete en el que vive nuestra política regional es una expresión más de la degradación institucionalAdelanto mi diagnóstico (reiterado en ya demasiadas ocasiones en estas páginas): nuestra democracia avanza en un proceso de degradación que puede llevar a su colapso, ... en buena medida a causa de tres males entrelazados: el intento de colonización partidista del orden institucional y social acabando con los contrapesos del poder (partitocracia); la polarización política que ha dado lugar a dos bandos haciendo imposible acometer políticas de Estado y forjar consensos; y la lógica populista que invita a las mayorías gobernantes a creerse que están legitimadas a esculpir la sociedad de acuerdo a su ideología con desprecio de las minorías y de los límites al poder.
Esta degradación de nuestra democracia no es algo nuevo. El 'espíritu de la Transición' que inspiró a las fuerzas políticas de entonces para consolidar una democracia plena se extendió durante al menos una década. Pero ya en los 90 empezó su deterioro y comenzaron a forjarse prácticas que han ido debilitando nuestras instituciones. Entre otras, recordemos cómo en aquellos años se consolidó el reparto por 'cuotas' en los nombramientos de los principales órganos constitucionales; o cómo los partidos extendieron sus tentáculos politizando ámbitos civiles, como ocurrió con las asociaciones de víctimas del terrorismo. Aun así, todavía se mantenían unos consensos mínimos y los contrapesos mostraban un cierto vigor. Incluso, cuando los partidos acometían alguna práctica desviada, al menos se observaba un intento de 'disfrazarla'.
En la actualidad, los males antes señalados han ido a peor, lo que ha comportado una aceleración en el deterioro de nuestra democracia, como prueba la caída de nuestro país en la valoración en los índices globales que miden la calidad democrática. A diario desayunamos una retahíla de prácticas patológicas que deberían abochornarnos. Pero el problema ya no es solo cuantitativo, sino que observo cómo se está sustituyendo el marco mental democrático y su léxico por uno claramente iliberal y populista. Prácticas absolutamente desviadas, como decía, se realizan ahora a pecho descubierto, sin causar sonrojo, y se tratan de justificar como un adecuado proceder democrático.
Pondré algunos ejemplos ilustrativos. En una reciente conversación radiofónica entre Pablo Iglesias y Carmen Calvo defendieron sin ruborizarse que RTVE tenía que responder a la mayoría política gobernante. La consecuencia ha sido forzar el cese de su presidente y elegir a alguien más afín al Gobierno. Lo mismo se ha venido repitiendo con la renovación de magistrados del Tribunal Constitucional, con la elección de fiscal general del Estado o del director del CIS, o con el pseudoconcurso de la Agencia de Protección de Datos. Se buscan 'soldados' fieles al partido y en lugar de consensuar personas solventes se reparten cuotas y se nos dice que para evitar bloqueos 'no habrá vetos', garantizando así que cada partido coloque a los suyos. En definitiva, vemos cómo la independencia de las instituciones y la objetividad de la Administración en el servicio a los 'intereses generales' que manda la Constitución palidecen ante la lógica populista antes señalada.
De igual forma, ¿dónde queda la separación de poderes cuando una ministra de Justicia declara que está estudiando los votos particulares para ver si concede como si de una tercera instancia judicial se tratara? Si el Gobierno quiere indultar al Sr. Griñán tiene amplias facultades legales para hacerlo por razones de justicia y equidad. Puede justificarlo aduciendo que es una persona ya mayor, que el proceso se ha alargado mucho y que lleva años fuera de la política... Pero lo que no puede hacer el Gobierno es cuestionar o deslegitimar una sentencia del Tribunal Supremo.
Por no hablar del documental a mayor gloria presidencial.
Aunque, téngase claro, a este deterioro están contribuyendo todos los partidos, también los que están en la oposición. Sirva como ejemplo el inaceptable bloqueo del PP de la renovación del CGPJ, con excusas de mal pagador como que no le gusta la ley actual.
Y el trágico sainete en el que vive nuestra política regional es una expresión más de esta degradación institucional.
¿Hay cura para esta esclerosis democrática? Ojalá, aunque no creo que esté en el Derecho. Necesitamos refundar nuestra cultura política nacional. Que nuestros gobernantes asuman un cierto pudor democrático, contengan su afán voraz de poder y muestren un recato en su ejercicio, sometiéndose a las reglas y usos democráticos que no siempre están escritos ni son dictados por norma alguna sino que se encuentran en el sentido o decoro institucional. Porque no es posible sostener una democracia cuando sus ciudadanos viven en un continuo bochorno.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión