Yolanda de Ramos
Apuntes desde la Bastilla ·
Sumar no es solo una plataforma, sino una tabla de salvación para que Díaz pueda seguir sermoneando en la montaña hablando del bien y el malYolanda Díaz completa hoy su camino de Jericó a Jerusalén. Nada es casual en el Evangelio de la extrema izquierda española, que a falta de ... resultados siempre sabe revestir la realidad de símbolos. La vicepresidenta del Gobierno entra, en este mismo momento en el que en España se conmemora la semana de Pasión de otro mesías, por la puerta Dorada del polideportivo Antonio Magariños, rodeada de palmas, hacia un templo de populismo. Díaz estará escuchando los vítores de sus seguidores, apretados en el escenario para que, por un acto de fe, las listas electorales recuerden sus nombres ahora que comienza la revelación.
El sendero que ha llevado a Díaz hasta encabezar la candidatura para las elecciones generales no ha sido discreto. Para ello, creó una plataforma, Sumar, que se une a la lista innumerable, como las genealogías bíblicas, con las que la extrema izquierda camufla su verdadera alma. Parece que fue ayer cuando nació Podemos, esa formación que venía a cambiar el mundo, el terrenal, no el de los cielos, y hoy mendiga en la puerta del Congreso algún diputado de sobra. La velocidad con la que mueren y resucitan las marcas electorales en este sector ideológico solamente es comparable con la fragmentación con la que se intenta acoplar cada cuatro años. El resto del tiempo lo pasan como los grupúsculos revolucionarios de 'La vida de Brian', espectadores de una realidad paralela que comen pipas en el circo mientras la vida pasa y los leones se comen los precios de los alimentos básicos.
Sumar se llama la criatura, y Díaz quiere convertir el anuncio en el cumplimiento de una profecía. Ella viene a salvar España de un Gobierno del que ella misma ha formado parte, como ministra de Trabajo y como vicepresidenta. Es difícil prometer la salvación después de una legislatura de promesas, parábolas bíblicas y aritmética del paro trucada. La propia trayectoria de la candidata autorrevelada resulta bastante esclarecedora. Díaz se muestra como representante de la nueva política, y sin embargo lleva desde 2007 ostentando puestos en la administración, de derrota electoral en derrota, salvo alguna alegría, estando en el momento justo para aparecer en la palestra, no por superioridad de su figura, sino por flaqueza de las instituciones.
Su trayectoria de partidos y plataformas ha oscilado desde el Partido Comunista, al que sigue afiliada orgullosamente, a Izquierda Unida, ese cajón de sastre de los que no aceptaron la Transición. Después se subió a la pollina de Podemos hasta bajarse del burro y formar Sumar, la quintaesencia del circunloquio. Distinto nombre para una ideología ya conocida. No se sostiene que Yolanda Díaz quiera mostrarse como una política nueva, original, con ideas que transformen y modernicen el país, militando en el Partido Comunista. En España se ha asumido que el comunismo es una opción potable y por eso hemos tragado con ministros afiliados orgullosamente a una doctrina que construía muros y fosas comunes. Me extraña que haya aún personas racionales que vean en el comunismo una nueva Jerusalén.
A ese comunismo que se rodea de palmas hoy le encanta el ritual y la parafernalia, casi tanto como al catolicismo. Esta reunión de polideportivo es un Trento hacia la izquierda, una Contrarreforma de un idea ya reformada cientos de veces y que vuelve siempre que se acercan los comicios, con otros nombres, con otro logotipo y otro color, pero con el mismo olor a humedad. Yolanda Díaz, sin embargo, aspira a la salvación sin pasar antes por el Gólgota. Estos últimos meses ha intentado capitalizar la marca de Podemos, una masa de votantes que no le corresponde y que no construyó, pero de la que se quiere valer ante las elecciones. Pretende habitar un templo que no erigió, despreciando sus siglas y sus cimientos, pero poniéndose de perfil en temas trascendentales, oculta tras las columnas, como con la ley de 'solo sí es sí', la guerra de Ucrania y cualquier conflicto de la coalición, salvo que los enemigos sean los mercaderes del templo.
Ella, que fue ungida por el dedo de Pablo Iglesias, ahora desprecia unas primarias que la enfrenten con algún candidato de Podemos. El proceso de escucha de Yolanda Díaz más se parece a una asociación de afectados y enemigos de Podemos, antiguos discípulos morados que limpiaban el suelo por el que iba a caminar Iglesias y que, a riesgo de perder su propio calzado, cambian de salvador antes de que les reduzcan la nómina. Sumar no es solo una plataforma, sino una tabla de salvación para que Díaz pueda seguir sermoneando en la montaña, con su tono parabólico, hablando del bien y el mal, de los ricos y los pobres, y anunciando aquello de que es más difícil que un rico entre en el Reino de los Cielos que un camello en el ojo de una aguja.
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