El Trianón de la derecha
Apuntes desde la Bastilla ·
La situación es lo suficientemente clara para que el presidente López Miras exija los votos de Vox sin contar con ellos en el GobiernoYa ha llegado la hora de los pactos y las derechas no se ponen de acuerdo. Nada nuevo bajo este sol político, que a veces ... ciega y otras tantas ni siquiera ilumina. PP y Vox no encuentran la fórmula para rubricar con su firma cuatro años de gobierno autonómico y ponen en riesgo no solamente el resultado electoral, sino la capacidad de ganar las próximas elecciones generales del 23 de julio. Aspiran a emular, qué sé yo, una especie de Tratado de Trianón, ese que, tras la I Guerra Mundial, repartió los antiguos territorios de Austria-Hungría en decenas de pequeños países, condados y territorios sentimentales. El resultado lo vemos cien años después, tras otra guerra mundial y el avispero de los Balcanes. En nuestro marco político, el Trianón de la derecha no es capaz siquiera de repartirse el terreno ganado, administrar la victoria. Y puede que, de seguir con este tacticismo de diplomático prusiano, tengamos una legislatura más de Sánchez.
Solamente se puede entender este bloqueo, estas indecisiones de concejal adolescente que aspira a la fotografía perpetua, a través de uno de los mayores pecados de la vida política: la soberbia. La derecha parece creerse que va a ganar las próximas elecciones generales sin disputar la partida. No solamente vende la piel del oso antes de cazarlo, sino que la exhibe en la plaza mayor y se permite que otros presuman de haberla cazado primero. El resultado electoral de las municipales y autonómicas fue lo suficientemente claro como para obrar con peleas intestinas, como si el PP y Vox no compartieran electorado.
Vox arrastra un complejo definitorio en todas sus negociaciones. No quiere convertirse en Ciudadanos, partido muleta que acabó en el fondo de las hemerotecas. Pero tampoco debe dejarse llevar por la arrogancia, que es exactamente lo que está sucediendo. Tanto en las lecciones andaluzas de 2022 como las madrileñas de 2021, el partido de Abascal prometió gobernar e intervenir en las políticas con un sesgo decisivo. Nada en contra de eso. Pero los electores mandaron su proyecto a la irrelevancia, con una mayoría absoluta de Moreno Bonilla y con una victoria tan contundente de Ayuso que a Monasterio se le quitaron las ganas de seguir dando mítines.
Es una realidad la existencia de Vox en el ecosistema parlamentario y yo desde aquí he defendido su inclusión en los pactos y en el juego democrático. Pero una cosa es convertirlo en activo y otra bien distinta es asumir todos sus postulados. El comportamiento de Vox durante estas semanas peca de altanería y de no pisar la tierra. No se entiende que en el caso de Murcia, donde López Miras roza la mayoría absoluta, las exigencias de Antelo hayan provocado un bloqueo que amenaza con la repetición electoral. La situación es lo suficientemente clara para que el presidente de la Comunidad exija los votos de Vox sin contar con ellos en el Gobierno. ¿O acaso esto iba de sillones y no de mirar por el interés de los votantes?
La creencia de poder vivir siempre en la cresta de la ola, de pensar que España nunca volverá al bipartidismo, lleva a Vox a un error de cálculo que puede costarle muy caro. La lección que dejó Rivera es elocuente como para saber que si a los españoles se les pone en la balanza de unas nuevas elecciones, preferirán el partido mayoritario al experimento. Porque España conserva la nostalgia de ese bipartidismo tan denostado, en donde no había repeticiones electorales, donde las legislaturas duraban su tiempo establecido y la selva política no habitaba en una campaña electoral continua.
Se pasa de frenada Vox, que aspira a conseguir todo aquello que no le han dado los votos. Quiere estirar la cuerda todo lo posible con la certeza de que tiene la sartén por el mango, con una reflexión más propia de políticos enloquecidos que rozan el poder que de un análisis sensato. Después de los cuatro años de escándalos que ha protagonizado la formación de Antelo en la Región de Murcia, con un partido desmantelado y tránsfuga, su actitud debería ser más humilde y entender el mensaje del electorado.
Mientras tanto, en Moncloa, el lobo con piel de cordero se pasea por las radios y televisiones vendiendo una gestión que huele a misa ortodoxa, maquillando todos los desfases que hemos sufrido durante esta legislatura y convirtiéndolos en necesidades políticas. Pedro Sánchez es un maestro de la supervivencia y no dudará en emplear todo lo que esté en su mano para retener el poder. Ausente, la derecha española organiza su particular Trianón. Lo que no advierten sus dirigentes es que la contienda no está ganada. Puede que el 23 de julio pille a las derechas movilizando escaños y consejerías en un mapa de papel, con soldaditos de plomo. En la vida real, la izquierda acecha su Trianón particular. ¿Necesitan las derechas otros cuatro años en la oposición para entenderlo?
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