Franco, 'santo subito'
Apuntes desde la Bastilla ·
España necesita memoria histórica, pero no una memoria selectiva y plurinacional, en la que cada comunidad fabrique su relatoLas iglesias de Roma están llenas de santos. Es costumbre que, a los pies de sus capillas barrocas, en los laterales de los templos, el ... visitante encuentre el cuerpo incorrupto de un hombre o mujer al que cubren la cara con una máscara de cera. La gente habla con ellos en su intimidad. Les dejan velas, que arden en una fe compuesta de esperanza y desesperación. No se le reza a Dios, sino a Santa Martina o Santa Taciana, pidiéndoles que resuelvan sus problemas y que la vida cambie de golpe. Y a veces sucede, porque más importante que el milagro reclamado es el público dispuesto a escuchar. La fe no mueve montañas, pero a veces cambia las dioptrías del que reza.
El FC Barcelona ya se ha convertido en una corte de los milagros. En 'Notre Dame de París', Victor Hugo contaba cómo existía un barrio de la capital francesa en el que sucedían todo tipo de prodigios al llegar la noche: los que de día eran cojos, recobraban el buen andar, los mudos hablaban con una locuacidad pasmosa y las viudas se reunían en cuerpo y alma con sus maridos. Algo similar sucede en el equipo catalán, asediado durante años por corrupciones varias, quiebra económica y supuesta compra de árbitros, para rematar la fanfarria judicial. Joan Laporta se puso muy serio en su comparencia, tras dos meses de silencio. Miró de frente a la Historia y dijo sin titubear lo que muchos esperaban. Laporta fue a buscar a su santo. Entró en la iglesia romana y giró hacia la capilla barroca para desempolvar sus huesos favoritos, abrazarse a ellos y pedirle que por su intervención todo se calmase. Habló de Franco para culpabilizar a otros de la persecución contra su club. Convirtió la rueda de prensa en una corte de los milagros.
Desconozco si la fe de sus mayores transitó la devoción al caudillo, como tantos otros en Cataluña. Parece que aquellos funestos años hirieron solamente a los catalanes, que en Murcia no hubo fusilamientos, ni cárcel, ni exilio. Parece que Cataluña vivió durante los cuarenta años de dictadura a la cola del país, perjudicada constantemente por actuaciones políticas, como si Cartagena, Jaén o Málaga hubiesen sido afamadas capitales de éxito, cuando miles de inmigrantes abandonaron para siempre sus hogares para irse a vivir a los arrabales de Barcelona, esos lugares por los que deambuló el Pijoaparte y donde hoy cada vez se escucha menos la lengua española.
En unos años, los manuales de texto de Historia explicarán el alzamiento nacional como un recurso desesperado de Madrid para derrotar al Barça, no ya a Cataluña. España necesita memoria histórica, pero no una memoria selectiva y plurinacional, en la que cada comunidad fabrique su relato. Es imprescindible la aceptación de la verdad, por muy incómoda que sea. Y eso es tarea imposible al estudiar un proceso histórico como la guerra civil, en la que se enfrentaron dos formas de entender España, brutales e idealizadas, porque hubo sangre y dolor en todos los bandos, sin que esto sirva de justificación para las checas, los fusilamientos sumarísimos, El Valle de los Caídos, Guernica, Paracuellos o las cuatro décadas de victoria y ensañamiento contra los vencidos.
De ahí que el vídeo que ha publicado Real Madrid TV resulte tan esclarecedor. Es simple porque se decanta por la sumisión hacia la imagen. Y esta es poderosa, por eso sobran las palabras. La escena se centra en la inauguración del Camp Nou. Suena el himno de España y mujeres con mantilla aguardan en sus asientos. Un arzobispo consagra la hostia como si fuese Puyol levantando la Copa de Europa. Luego, desfiles de personalidades, muy catalanas todas, honrando la solapa del dictador. Tres veces condecoró el club al Generalísimo, unos años después de que las avenidas de Barcelona se llenasen para celebrar la victoria del bando nacional. Algo que Santiago Bernabéu nunca hizo, el muy reaccionario.
El Barça, como cualquier institución durante ese tiempo, exhaló vapor franquista por todos sus costados. Aunque el vídeo demuestra que algunos lo hicieron con más gusto que otros. Durante estos años se ha construido un relato en el que el Camp Nou fue un foco de resistencia. Y de ahí a sacar en procesión el cuerpo de Franco para salvar las miserias de hoy en día. ¡Hasta la Generalitat se ha pronunciado! Ya hemos visto este 'modus operandi' otras veces: desenterrar al dictador como método de supervivencia. Parte de la política ha adoptado el cadáver de Franco como esos huesos incorruptos de un santo romano, capacitados para obrar milagros, para transformar el debate público. Hace lo mismo Laporta que Puigdemont, Sánchez que el utillero del Barcelona. Desde un concejal a un 'molt honorable president'. Síntomas de una España incapaz de mirar el hoy y vuelta al ayer, llena de peregrinos que aguardan a su santo para que el sol les dé un poco más de cara.
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