¿Va ganando el mal?
Pienso mucho en el pobre Alfredo, que ha tenido que quitar el rótulo del Ventorro, y en el día que Mazón comió allí con la periodista, una víctima colateral
Hace 15 años Carolina y yo íbamos mucho al Ventorro. La galería Luis Adelantado, con la que colaborábamos, está puerta con puerta. El dueño, Alfredo, ... fue siempre muy afectuoso. Una vez le hablamos del Casa de la Ermita, que entonces estaba de moda y lo incorporó a la carta. Nos descubrió el Enrique Mendoza y la DO Utiel-Requena, que entonces muy poca gente conocía fuera de Valencia.
Hoy Utiel tiene un significado dramáticamente universal.
Pienso mucho en el pobre Alfredo, que ha tenido que quitar el rótulo del Ventorro, y en el día que Mazón comió allí con la periodista, una víctima colateral, por mucho que haya despertado todos los vientos de la ideología, que es como el alma, no tiene una ubicación fija en el cuerpo. Unas veces está en el corazón y se arremolina en los de izquierda cuando se habla de lucha obrera o de los de derechas con la patria. Otras veces está en el cerebro, y calcula apoyos nacionalistas en el de Pedro Sánchez y de extrema derecha en el de Feijoo. También ronda las gónadas, pero casi siempre se sitúa en los ojos. Enturbia la mirada y lo vemos todo de su color. Al revés de unas gafas, son nuestros ojos los que se deben adaptar al ideario de un partido, frecuentemente enviado por whatsapp desde la sede donde un tipo se ha inventado una forma de justificar lo que sea. La ideología son unas gafas que nos hacen ver lo que otro quiere.
Si el ideólogo fuera Marx, o Keynes o Adam Smith sería estupendo. Incluso si fuesen Zizek o Bernard-Herny Levi, pues guay, hay una altura, aunque se pueda discutir la reivindicación del comunismo del uno o el liberalismo del otro, pero hablamos de discursos razonados y profundos. El problema es cuando creemos que ideología son las cosas que dice Miguel Ángel Rodríguez. Busco la equidistancia en este artículo para que llegue a todos, así que coloca aquí a Oscar Puente, si eso te hace sentir mejor.
Me educaron en el cristianismo, de pequeño creía que un cristiano no podía ser malo pero descubrí que la fe y la doctrina eran barreras franqueables, que hasta los sacerdotes hacían cosas aterradoras, aunque lo bueno de aquellas enseñanzas siga aquí. Luego, con la adolescencia, llegó el marxismo y me situé en una posición similar pero enseguida supe de Stalin y lo que significaba la RDA y tantas cosas incompatibles con mi deseo de libertad, así que me aferré al anarquismo. Hoy quisiera seguir siendo anarquista pero no es viable, desgraciadamente. El cristianismo dice que el hombre nace malo y el bautismo lo hace bueno, el marxismo que el hombre nace bueno y la sociedad capitalista lo malva. Pienso que no soy malo, aunque caí en el capitalismo. Creo en un capitalismo humano, en el lícito deseo de lucro que tributa a hacienda, regulado por gobiernos que están por encima de sus intereses particulares. Hoy veo a Donald Trump instrumentalizar la democracia para ganar dinero y poder, a las grandes empresas parasitar lo público y a la gente malvivir con sueldos de mierda y asumo que esto, si es capitalismo, no es humano, es un engendro del mal.
Siendo así las cosas estoy, como muchos de vosotros, desorientado.
Creo en el ser humano, así que estos dos años en los que los israelíes han torturado y asesinado a tantos niños me han destrozado. Ayer veía las imágenes de uno que se mete en el corral de un palestino y mata con un palo a golpes a dos corderos. He visto tantos niños despedazados o tiroteados por diversión de los soldados que el dolor de esos dos corderitos blancos amplió mi capacidad de sufrir, y hoy me encuentro tan mal que estoy escribiendo este artículo solo para intentar situarme en el mundo en el que vivo, un mundo en el que ser buena persona ya no es un activo, un mundo en el que ser insensible y malvado es lícito, incluso atractivo, un mundo en el que los fascistas y los nazis ya no se esconden.
¿Cómo se puede hacer el mal y dormir por las noches?
Vuelvo al Ventorro para poner el perfecto ejemplo: Mazón. A lo largo de mi vida he hecho daño a varias personas. Llevo ese daño a cuestas todo el tiempo, en esa concepción católica de la culpa vivo y ya no cambiaré, así que me cuesta entender cómo se puede llevar sobre la conciencia el no haber hecho lo que debía este señor con 228 muertos. Lo escucho morbosamente cada vez que habla, escruto sus rasgos y las tensiones musculares de la cara intentando encontrar sentimientos. Busco dolor. Nada. Se excusa, dice que fue la Aemet o el 'Perro' y nos cuenta que ya no puede resistir más la injusta presión. Se considera la víctima, cree que lo hizo todo bien y las familias de las víctimas, manipuladoras y politizadas, lo acosan. No es capaz de sentir empatía. Nada nuevo aunque sea aterrador: que Mazón sea el modelo para el futuro, que amar al prójimo deje de importar.
No perdamos la fe. Debemos luchar contra eso como contra el racismo y el odio, por la democracia y el futuro, por el medio ambiente, contra la violencia, colonialismos e imperialismos, por la igualdad y la erradicación del hambre. Por el bien. Que se nos olvida, debemos trabajar por el bien.
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