Escritores de la legua
A CARA DE LIBRO ·
El legado romántico continúa en el imaginario colectivoAcabo de guardar la maleta, después de un viaje de tres días donde he recorrido España de sur a norte para participar en un festival ... literario, negro, para más señas. En un par de semanas vuelvo a hacer la maleta rumbo a Getafe, a otro festival negro. Entretanto, comienzo cursos literarios y participo en la Feria del Libro de Cartagena y en varios encuentros con lectores de la Región.
El Romanticismo, ese movimiento artístico y literario que comenzó a finales del siglo XVIII en Inglaterra y Alemania, creó la figura (o el arquetipo) del artista atormentado, solitario e incomprendido. Ese ser que se aísla para crear, que necesita de su creación para vivir. Muchos escritores actuales proclaman que escriben para dar sentido a su vida, porque no pueden respirar si no crean. Yo misma he caído alguna vez en este tópico. Pero el artista romántico ha muerto.
España es país de escritores y de suscriptores de Netflix. La falta de lectores provoca que muchos escritores abandonen el teclado al cabo de un tiempo, descubriendo que se puede vivir sin la escritura, incluso más cómodamente. Quienes continúan empecinados en hacer de lo literario una forma de vida, combinan con esfuerzo su vocación con todo tipo de trabajos. Conozco a profesores, militares, policías, amas de casa e ingenieros que compaginan como pueden el ocio y el negocio.
El genio del romanticismo era un ser incomprendido y extremo. Encontramos muchos ejemplos en la literatura de la época. Lord Byron fue un poeta errante, perseguido por los escándalos morales que protagonizó en Inglaterra. Y qué decir de Edgar Allan Poe, alcohólico, siempre al límite de la quiebra económica y casado con su prima adolescente. En ambos casos, su vida personal es casi tan importante como la creativa a la hora de declararlos genios.
El legado romántico continúa en el imaginario colectivo, haciendo más fuerte la idea de que los escritores son seres individualistas, que se encierran en sus estudios para dar rienda suelta a un torrente creativo imparable.
Pero la realidad es otra. Los escritores nos parecemos poco al genio romántico y cada vez más a los cómicos de la legua, esos comediantes nómadas que recorrían en carros o a pie el territorio español, de pueblo en pueblo, para ganarse la vida con sus representaciones.
Mañana se falla el Premio Planeta. Ese mismo día, los ganadores comenzarán su propio peregrinar. Porque hasta los escritores con un buen fajo de billetes en el bolsillo se parecen más a los cómicos de la legua que a los artistas del romanticismo.
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