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Mar Saura
Pagar el pato del apagón
Primera plana

Pagar el pato del apagón

Los debates sobre las nucleares, las renovables y los operadores privados se entrecruzan y crean una cortina de humo que sirve, para eludir responsabilidades políticas e indemnizaciones millonarias, a quienes tienen la obligación de asegurar la estabilidad y seguridad del sistema eléctrico en un sector estrechamente regulado

Domingo, 4 de mayo 2025, 07:50

Se necesitarán semanas, quizá meses, para esclarecer la secuencia exacta de eventos que causaron el masivo apagón del lunes, pero los análisis preliminares de los expertos, en base a los indicios ya disponibles, apuntan a un fallo sistémico en la gestión del sistema eléctrico, que ya estaba dando avisos de inestabilidad desde enero. Solo seis días antes, la refinería de Repsol en Cartagena sufrió un corte en su suministro que obligó a parar las unidades. Ese mismo día, el ministro Óscar Puente informó de que un «exceso de tensión en la red» provocó «que saltasen las protecciones de las subestaciones desde Chamartín hasta Pajares», paralizando durante horas la conexión ferroviaría entre Madrid y Asturias. Curiosamente, el pasado 5 de marzo, en un viaje en AVE organizado por LA VERDAD a la Feria Arco y El Prado con artistas y gestores culturales de la Región, estuvimos detenidos en Villena (Alicante) durante tres cuartos de hora por un fallo de tensión en la línea. Pero antes de los cortes ferroviarios y en la refinería de Cartagena ya hubo también una parada en uno de los reactores de la central nuclear de Almaraz (Cáceres), el pasado 9 de enero, por un problema de tensión en la red eléctrica.

La exministra socialista Beatriz Corredor, presidenta de Red Eléctrica, empresa que gestiona el sistema, elude toda responsabilidad y asegura que no hubo nada anormal en la red el lunes antes de las dos oscilaciones que precedieron al apagón. Es más, niega que esté relacionado con un exceso de fotovoltaica y eólica en el 'mix' del lunes, en detrimento de energías convencionales que aportan seguridad para la frecuencia y tensión en la red. Su argumento, endeble, es que en otras ocasiones hubo un mix energético similar y no pasó nada. Entre otras razones porque en su memoria anual de 2024, Red Eléctrica alertó de desconexiones que podían ser severas por la fuerte penetración de las renovables en el sistema. Corredor sigue sin explicar por qué hasta 15 gigavatios, el 60% de la producción que había en ese momento, se desacopló en segundos. Si eso fue la causa o la consecuencia de un fallo, y por qué los sistemas de control no pudieron corregir ese desfase entre generación y demanda o al menos acotarlo territorialmente con cortafuegos. La exministra de Zapatero genera desconfianza: dice que no se sabe qué pasó y a la vez que no volverá a ocurrir.

En lo que parece una estrategia para dispersar responsabilidades también está Pedro Sánchez. La mejor defensa es un buen ataque, debió pensar. A las pocas horas del 'cero energético', el presidente señaló a los «operadores privados», metiendo en ese saco a Red Eléctrica, sabiendo que la mayoría de control de la operadora la tiene el Estado con un 20% y que la presidencia no ejecutiva es designada por Moncloa. Nadie está dispuesto a asumir las consecuencias de una crisis que afectó a todos los españoles, la reputación nacional en el exterior y la economía (las pérdidas se elevan a 800 millones, según el Gobierno). Si las investigaciones en marcha en España y en la UE concluyen que Red Eléctrica cometió un fallo de gestión, ya sea puntual o estructural porque que no se priorizó la seguridad del sistema, será difícil que el Gobierno salga políticamente indemne de esta crisis, dado que la responsabilidad directa del muy regulado sector de la energía ha recaído en los últimos años en la exvicepresidenta Teresa Ribera, y en quien fue su mano derecha, la actual titular del Ministerio de Transición Ecológica, Sara Aagesen. El primer borrón incuestionable es que el propio Consejo de Seguridad Nacional instó al Gobierno a elaborar una nueva Estrategia de Seguridad Energética Nacional, dado que la actual data de 2015 y está obsoleta, y nada se hizo al respecto en los últimos años.

La idea generalizada en el sector es que Ribera priorizó el crecimiento de las renovables sobre la seguridad y robustez del sistema eléctrico, que no ha tenido las inversiones necesarias para su modernización y adaptación al nuevo mix. La apuesta por energía renovable no está en discusión. Está en línea con lo hecho por la UE, China y Estados Unidos, especialmente en California y Texas. Gracias a la fotovoltaica y la eólica no solo se avanza rápidamente en la reducción de las emisiones de CO2, también se abarata el precio de la electricidad y se impulsa la economía. Pero, como recordó esta semana Jordi Sevilla, exministro socialista y expresidente de Red Eléctrica (2018-2020), ambas fuentes renovables tienen problemas técnicos de adaptación, al no ser energías síncronas, como la hidroeléctrica, la nuclear y las plantas de gas de ciclo combinado, que proporcionan inercia y estabilidad al sistema. En un artículo publicado en Cinco Días, Sevilla apuntó claramente a Ribera, al aseverar que el «Plan Nacional Integrado de Energía y Clima se planificó desde un despacho, con demasiado mesianismo renovable y haciendo oídos sordos a los problemas técnicos asociados a un cambio tan importante». Sevilla dejó Red Eléctrica tras sus choques con Ribera, al apostar por no prescindir de las nucleares y menos sin un plan de adaptación del sistema eléctrico con un incremento de las inversiones del 40%. No se hizo y puede que esto sea el resultado. Que Ribera quería convertirnos en los campeones europeos de las renovables ya quedó en evidencia cuando en 2023 eliminó la obligación de evaluación de impacto ambiental a grandes proyectos de eólica y fotovoltaica en zonas no protegidas. Pero al quedar aparcadas las inversiones para modernizar la red ni siquiera puede absorber todos los proyectos de renovables que impulsó. Ahora esas inversiones son ya ineludibles para garantizar la seguridad del suministro.

Las ventajas y los problemas del despliegue a gran escala de la energía fotovoltaica son conocidos desde hace tiempo. Cuando brilla el sol su energía domina el mercado eléctrico y cae al anochecer, justo cuando la demanda alcanza su punto máximo. En California se acuñó en 2013 un gráfico, conocido como la 'curva del pato' por su peculiar forma, que muestra la variación de la demanda a lo largo del día en sistemas con mucha aportación fotovoltaica, como el nuestro. En las primaveras, cuando no hay necesidad de refrigeración y calefacción y por tanto la demanda eléctrica no es excesiva, la fotovoltaica copa las horas centrales del día, provocando que las energías convencionales con inercia vayan siendo desplazadas del mercado. De los 26 gigavatios programados por Red Eléctrica para el lunes, solo 5 eran de energías síncronas (hidroeléctrica, gas y nuclear). Algunos países están apostando por exigir dispositivos electrónicos que confieren inercia sintética a la fotovoltaica y la eólica, aunque no son baratos ni tan precisos. En España se abrió la posibilidad, pero de forma voluntaria. Y tampoco se ha avanzado mucho en almacenamiento, otro elemento crítico para las renovables.

El gran error estratégico sería desenfoncar y polarizar políticamente el debate. Prescindir de las nucleares, claves también para la descarbonización, sería tan equivocado como no seguir apostando prioritariamente por las renovables. Es preciso fijar el mix energético que garantice autonomía, precio competitivo y seguridad del sistema eléctrico, modernizando la red con las inversiones que sean necesarias. Por ahora, la prioridad de quienes tienen esa responsabilidad es esconder la cabeza como avestruces para que sean o tros quienes paguen este pato, que, no lo duden, serán los de siempre (los ciudadanos) y como siempre (la factura de la luz).

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