Las verdes riberas del embalse de Camarillas

De allí parte un camino de tierra que baja hasta las verdes riberas del embalse de Camarillas. Verdes y amarillas, ya que ese río se prolonga hasta aquí, y se adentra e incluso se sumerge bajo las aguas, al igual que el prado, las adelfas y los jopos silvestres. Entre los troncos sumergidos de los chopos se ve a los pescadores el modo de echar el anzuelo: barbos, carpas, black bass y algún cangrejo de río, dice uno de ellos, mientras su novia cubre la mesa con un mantel a cuadros y abre la fiambrera. Es lo que requiere el viaje, de lo contrario habría que desandar el camino, ir al pueblo de Minas, que está a tres kilómetros, y proveerse de bebida y comida en el bar Levante. El paisaje ha cambiado bruscamente. Del verdor del pantano se pasa a una tierra que parece calcinada. En Minas estaba la Azufrera del Coto de Hellín, una explotación minera que echó el cerrojo en 1960. Desde entonces, los vecinos han malvivido o emigrado, aunque en los últimos años se ha extendido el cultivo de hortalizas, especialmente, brócoli y coliflor. Frente al poblado de Minas, a los pies de un sugerente montículo poblado de pinos, se encuentra Salmerón, caserío incluido en los límites geográficos de Murcia. Entre las hortalizas que verdean el valle se desliza, cansino, un río Segura bien escaso de agua. Poco más allá, pasada la estación de ferrocarril de Minas, el Mundo y el Segura convergen en el emocionante paraje de Las Juntas.