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Melissa Battler, a la izquierda, geóloga y comandante de la Misión 125, y Csilla Orgel, geóloga también, ascienden por una formación rocosa.

En tierras marcianas

Ningún lugar en la superficie de nuestro planeta es tan hostil para la vida como Marte. Sin embargo, podemos encontrar algunos lugares en la Tierra que, dadas sus condiciones climáticas, geológicas, biológicas o químicas, sí pueden ser válidos para desarrollar simulaciones que ayuden a aprender cómo se debe vivir y trabajar sobre la superficie del planeta rojo.

ISABEL IBÁÑEZ

Viernes, 17 de junio 2016, 09:46

El desierto de Utah es el escenario perfecto para ensayar futuras expediciones al planeta rojo. Allí, los científicos simulan hasta el detalle cómo podrían ser estas misiones

Con este fin, The Mars Society puso en marcha el proyecto MARS (Mars Analogue Research Stations -Estaciones de Investigación Análogas a Marte-), que incluye un programa global para investigar las operaciones de exploración de Marte.

El proyecto MARS esta constituido por cuatro hábitats análogos marcianos que pueden ser definidos como aquellos lugares de la Tierra donde las condiciones ambientales, las características geológicas, los atributos biológicos o algunas combinaciones de estos factores se parecen a las que se piensa que pueden encontrarse en Marte, bien en la actualidad o en el pasado. Al estudiar estos lugares, se podrán obtener nuevos conocimientos de la naturaleza y la evolución de Marte, la Tierra y la vida.

Aunque la elección del lugar viene impuesta por el tipo de estudios que se deseen realizar, con frecuencia éstos son entornos extremos, zonas gélidas y desiertos. Por esta razón existen desde hace años estaciones de investigación en el desierto de Utah, en el ártico canadiense, en Islandia y en Australia. En estas estaciones se llevan a cabo misiones de investigación de todo tipo, generalmente de larga duración, y que se desarrollan del mismo modo y con las mismas limitaciones que se tendrían en Marte.

En la Mars Desert Research Station, científicos de toda procedencia seleccionados por la NASA conviven en misiones que duran 15 días: aquí simulan hasta el detalle cómo sería la vida durante una de estas expediciones al planeta rojo. En cuanto comienza el experimento, se acabaron las leyes que rigen para los terrícolas. Toda salida fuera del módulo que simula ser la cápsula espacial debe realizarse enfundado en los trajes de rigor. Las visitas al exterior tienen como objetivo, mayoritariamente, la recogida de fragmentos de roca y de microorganismos para su posterior estudio.

Con el traje a cuestas

Marte cada vez está más cerca de ser alcanzado por el ser humano, aunque aún se sitúa en un horizonte próximo al año 2030. Recientemente se ha conocido que científicos estadounidenses trabajan en la creación de un motor de fusión para una nave espacial que, gracias a la energía nuclear, salvaría la distancia entre la Tierra y Marte en un plazo de tiempo de entre 30 y 90 días. Pero esto es solo un proyecto. La NASA estima que el viaje de ida y vuelta con la tecnología disponible en la actualidad podría llegar a durar hasta cuatro años.

El multimillonario Dennis Tito, el primer turista espacial de la historia gracias a su viaje en 2001 a la Estación Espacial Internacional, sorprendió a todos el pasado febrero al adelantarse a los planes de la NASA, para la que trabajó como ingeniero. Quiere lanzar una misión tripulada nada menos que en 2018, y para ello busca voluntarios. Lo ideal, un hombre y una mujer que sean pareja sentimental, para poder sobrellevar mejor los 501 días de ida y vuelta que él propone. Pide también que hayan superado la cincuentena, porque pese al blindaje de la nave, los viajeros estarán expuestos a niveles de radiación muy elevados que multiplicarían las probabilidades de contraer cáncer o de que ello afectara a su sistema reproductivo. Eso sí, no llegarían a aterrizar en Marte: se quedarían a unos pocos cientos de kilómetros de su superficie.

Ajenos a estos proyectos, los científicos fotografiados por Jim Urquhart prosiguen con sus experimentos. «Han de ser capaces de producir o conseguir todo lo que necesitan -explica el reportero-. Y se duchan cada pocos días durante tan solo dos minutos». Con 32 años, la geólogo Melissa Battler ha repetido varias veces. Se ha pasado más de 200 días en estas condiciones marcianas, aquí y en la isla de Devon, en el Ártico; más de tres semanas a tiempo completo cada año enfundada en uno de esos agobiantes trajes espaciales.

Las curiosas imágenes que ilustran este reportaje son el resultado de la obsesión de un fotógrafo, Jim Urquhart, apasionado de la ciencia y de la serie Star Trek. Nació en Salt Lake City, en Utah (EE UU), y siendo solo un adolescente sufrió una lesión en la cabeza que lo dejó temporalmente con dificultades para comunicarse y escasa movilidad en las manos: «Mi padre me dio su cámara después de que un terapeuta le sugiriera que sería una buena salida para mí». Lo que él siempre quiso ser, desde niño, es astronauta, «pero no tenía la disciplina necesaria». Luego pensó que podría convertirse en científico, deseo que no casaba bien con su tendencia a la distracción. «Apenas logré terminar la Secundaria y luego abandoné la universidad; eso sí, me dio tiempo a adquirir unos pocos conocimientos de química para uso recreativo. Siempre me he sentido orgulloso de consumir noticias de ciencia; para mí, la búsqueda del conocimiento tangible es el combustible de los sueños y conduce tu vida hacia la aventura».

Cuando se enteró de que la Mars Desert Research Station (MDRS, estación de investigación sobre Marte en el desierto) estaba relativamente próxima a su casa, en el desierto cerca de Hanksville, Jim Urquhart supo que tenía que ir. Durante años pidió a la NASA los permisos necesarios para entrar con sus cámaras, pero nunca pasó el corte. «Tal vez yo no era entonces un reportero en el que una agencia espacial pudiera confiar». Pero insistió lo suficiente y, a principios de marzo, aceptaron su propuesta. Urquhart se plantó allí con sus objetivos y tanta pasión por el tema que el resultado es tan cinematográfico como el que se ve aquí.

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