Pedro Martínez: «En el mundo del vino me ven un poco intruso, pero no me preocupa; quiero poner mis bodegas arriba»
«Hay que educar a los jóvenes a beber vino con moderación en las comidas. Lo que destroza el hígado es el whisky, los rones y esas cosas», señala el bodeguero, farmacéutico y bioquímico
Hasta que cumplió 65 años, Pedro Martínez Hernández (La Aljorra, Cartagena, 1948) pasó cuatro décadas trabajando en la sanidad pública, las últimas tres como jefe ... de servicio del Laboratorio Clínico de La Arrixaca. Doctor en Farmacia, licenciado en Ciencias Químicas y académico de número de las academias de Medicina y Farmacia de la Región, la necesidad de invertir, su afición a los negocios y la inquietud por mantenerse siempre ocupado le llevaron a convertirse en bodeguero en 2007 en una tierra de tanta tradición como es la Rioja Alavesa. Propietario de Bodegas Baigorri, en 2017 amplió horizontes con la compra de la bodega gallega Granbazán, en Rías Baixas. Ahora trata de comprar una tercera también en la comarca gallega de Valdeorras. Sus vinos son cada vez más premiados en citas de prestigio como ProWein. Trabajador inquieto, cercano en el trato y ameno conversador, pasa en su oficina del centro de Cartagena todo el tiempo que los viajes profesionales le dejan. Su familia, repleta de farmacéuticos, le arropa en su aventura.
-¿Cómo llega un profesional de la sanidad, con cuatro décadas de experiencia a sus espaldas en un hospital grande como La Arrixaca, al negocio del vino?
-Tenía que hacer una inversión y estuve mirando cuarenta cosas. Me di cuenta de que un libro de enología me lo leía a la misma velocidad que uno de hematología. Pensé que, si me iban a engañar, aquí me iban a engañar menos. Luego, hay dos cosas que siempre me han relajado mucho: los perros y el mundo del vino. Ahora tengo dos clínicas veterinarias y dos bodegas. Esa es la historia, no hay más.
-¿Cómo es el mundo empresarial del vino?
-Es muy interesante y muy excitante. La competitividad va a tope. El negocio del vino responde a dos modelos: el volumen y la calidad. Para mí uno es tan respetable como el otro, lo que pasa es que yo he elegido la calidad, la parte de arriba de ese modelo piramidal. Cuando estás ahí el número de bodegas es menor y la competitividad, mayor. Estás compitiendo con bodegas de ciento y pico años y ellos se tienen que acostumbrar a verte a ti.
-Llega usted jubilado de un hospital y sin experiencia a un mundo que se antoja muy tradicional y cerrado, ¿no le ven como a un intruso?
-Un poco, sí. Pero a mí me da igual. No me preocupa. No es correcto lo que voy a decir, pero la realidad es que en mi vida me he preocupado por mejorar yo y que mejore mi equipo. Si me ven como un intruso, ese es un problema. Yo he llegado a un sitio y quiero subir las bodegas arriba, porque soy un tío competitivo. Me da igual lo que piensen. Y aplico en el mundo del vino lo que he aprendido en Medicina: tratar de establecer un carácter diferenciador. Si éste hace eso, si el otro hace aquello y el de allí hace lo otro, yo tengo que hacer algo que sea diferente. Y lo he conseguido en mi bodega de Rioja, donde estamos haciendo vinos al estilo de Ribera del Duero, con una planta con color e intensidad y una acidez terrible. Por otra parte, también lo hago cuando compro viñedos muy viejos o planto nuevos que a los pocos años me dan unos índices de bondad comparables a los viejos. Probablemente eso yo no lo vea, pero me estoy divirtiendo mientras monto una empresa para mis nietos. Esas viñas, dentro de 40 o 50 años, sé que van a ser acojonantes.
-Ahora busca una bodega en Valdeorras, ¿no ha pensado en invertir en vinos de la Región?
-No he tenido la oportunidad de ver una cosa que me guste en Jumilla. Hay buenas bodegas y hay unos profesionales estupendos, pero no ha salido. Como yo vivo en la globalidad y mi mente es amplia, no me molesta no estar en mi sitio. Y heredé de mi padre, que comenzó de carretero con once años y nunca fue a la escuela, la pasión por el trabajo. En cuarenta años en el hospital nunca tuve un fin de semana libre, trabajaba como una fiera, pero porque me gustaba. Iba allí a divertirme.
-¿Qué le aportan los negocios que no tenía en el hospital?
-Tengo la ventaja de que me entrego a lo que me dedico. A mí el hospital me dio mucho: llegué hecho un chiquillo y salí hecho un hombre. Todos los conocimientos que tengo los adquirí allí, aunque destaco dos cosas: aplicar el sentido común y resolver problemas. Y ambas cosas las aplico a mi vida normal. Cogí Baigorri en quiebra técnica y la he levantado. Cogí Granbazán, la bodega más emblemática de Galicia, también en quiebra técnica, y está reflotada. Me divierte coger las riendas de algo, aplicar una estrategia y saber que en unos meses o unos años lo que tienes diseñado va saliendo.
Las frases
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La experiencia «Aplico al vino lo aprendido en la Medicina: establecer un carácter diferenciador»
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La pandemia «A la Sanidad hay que ponerle un monumento. No sabemos lo que tenemos»
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El futuro «Deberíamos dejarnos el alma por tener gente formada, con criterio y mayor liderazgo»
-¿Y el futuro que planifica es a corto, medio o largo plazo? ¿Piensa cambiar de actividad una vez que considere logrados los objetivos del vino?
-No, no, no, no... Yo me moriré con diez mil proyectos. Tengo proyectos para diez reencarnaciones. Lo que me he montado tiene una rama empresarial, una de ingresos recurrentes y otra financiera. Es decir, tenemos un modelo que poco a poco vamos hipertrofiando. ¿A qué velocidad? A la que dan nuestras cabezas, nuestra imaginación y los retos que nos marcamos.
-Hablaba antes del equipo en su etapa sanitaria, ¿qué importancia le da ahora al grupo para conseguir sus objetivos empresariales?
-Toda. Ni presumo de bodega ni de vino, sino de equipo. Creo que tengo un poco de vista para seleccionar a las personas. El equipo de La Rioja es extraordinario: tenemos ya cinco relaciones públicas para atender a las casi treinta mil personas que recibimos; en Granbazán tenemos dos.
-Menciona con frecuencia el enoturismo. ¿Qué importancia tiene en su negocio?
-En la bodega tenemos tres patas: la venta internacional, porque mi objetivo es vender el 70% del producto fuera a partir del 50% actual; otra es la venta nacional y la tercera el enoturismo. Se trata de un fenómeno muy importante: das a conocer la bodega, los vinos y tu forma de trabajar. La gente entiende tu filosofía y se lleva buen recuerdo. El enoturismo que hacemos en La Rioja es muy fuerte, siguiendo modelos americanos. A La Rioja llega un millón de personas; en el Valle de Napa (Estados Unidos), ocho millones de personas. Allí hay bodegas que no tienen un solo comercial. Lo venden todo directamente. Estás haciendo caja directa, nada de distribuidor [pagando] a treinta, sesenta o noventa días. Eso le da mucha vida a la bodega.
-¿Y el futuro irá por ahí?
-Sí. España es especial: cuando llegué a este mundillo, el 28% del vino se bebía en la casa y el 70%, en el restaurante. En Europa es al revés. Pero la pandemia ha dado un vuelco y ya estamos al 50%. Intuyo que esto ya no va a progresar, porque somos un país turístico al que viene mucha gente que come y bebe en bares y restaurantes.
-¿Cómo les está afectado la crisis económica y las consecuencias de la invasión de Ucrania?
-No me hables y no me hables... [Dice, tras dar un respingo en la silla] Tengo un pedido de Rusia que me lo están pidiendo y he dicho que no sale. Por otro lado, en Ucrania hay siete fábricas de botellas y cinco están bombardeadas. Tengo botellas en Odesa. ¡A ver quién tiene narices a ir allí en barco a traérselas! Y nosotros somos de los previsores a primeros de año. Ahora vamos de cráneo, hemos tenido que buscar botellas distintas. Y me consta que han sacado moldes de Ucrania. Pero estamos en un ay.
-¿También por la crisis económica? ¿La notan ustedes ya?
-En España se empieza a notar. La gente está recortando. Y empieza por las cosas que son secundarias: un buen vino, una buena colonia... En Suiza, Alemania y Estados Unidos, no tanto. La cosa en este país está jodida y se está notando bastante.
-Como bioquímico, ¿recomienda también el vino como alimento saludable?
-Estás hablando con uno que ha dado más charlas sobre alcoholismo que sobre las propiedades saludables del vino [ríe]. En 2010 di un charla titulada 'Salud y placer a través de una copa de vino' en la que conté que el vino, sobre todo el tinto, tiene propiedades saludables totalmente comprobadas. Pero siempre bebiendo de manera moderada: una copa o dos para comer y otra para cenar. Toda mi vida he bebido vino en mi casa, desde que era pequeño; se bebía vino para comer y para cenar. No puedo avanzar mucho, pero tengo un amigo en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas ampliando estudios muy interesantes sobre las propiedades beneficiosas del vino. Si salen, será un puntazo muy interesante.
-¿Sabemos beber vino? ¿Las nuevas generaciones, los jóvenes, saben beber?
-Esta cuestión es muy interesante: hemos perdido dos o tres generaciones de bebedores de vino. España, siendo el primer productor, porque ahí está La Mancha con su vino a granel, está a la cola. Tenemos un consumo per cápita muy por debajo respecto a otros países, como Francia, Italia o Portugal. A la gente hay que educarla. Porque los jóvenes piensan que el vino es de mayores hasta que tienen su primer trabajo y empiezan a interesarse. A los jóvenes hay que enseñarles que lo que es malo de verdad es el whisky, las ginebras, los rones, los vodkas y todos los 'lamparillazos' que se toman con Coca Cola y con lo otro. Porque te destrozan el hígado. Y, en cambio, el vino es un alimento, saludable, que hay que tomar con el grupo de los alimentos, para comer o cenar.
-¿Pero de qué manera influyen en eso otros factores, como por ejemplo el climático, en una zona como la nuestra?
-El clima favorece y mucho, evidentemente. España es un país diverso, pero tú entras ahora mismo a un bar en el País Vasco y tienes tres tomando cerveza y el resto, vino.
-Volviendo a su trayectoria en el mundo sanitario, ¿echa de menos el laboratorio?
-Bueno: el laboratorio es darle vuelta a las cosas y dándole vueltas a las cosas estamos siempre.
-¿Cómo ha vivido desde fuera estos dos años de pandemia? Para los investigadores están siendo momentos de mucha intensidad.
-La Covid ha sido y está siendo muy dura. Prefiero no tener pasión por eso. Soy de los que utiliza la mascarilla. A la sanidad hay que ponerle un monumento. No sabemos lo que tenemos: las horas que han echado, las locuras que han hecho... Hablo constantemente con mis compañeros del hospital y de las academias, que lo han pasado muy mal, muy mal, o peor todavía: mal atendidos, sin mascarillas al principio y jugándose la vida. Ahora todo el mundo parece que es sabio, pero al principio nadie sabía de qué iba esto y estos tíos estaban ahí, en primera fila. Cuando salen datos de que un pequeño porcentaje de médicos se arrepienten de serlo pienso que es porque no tienen vocación. Y esto, la sanidad, va de dedicarse a los demás en cuerpo y alma. Y saber que eres el último. Si a mí me llegan a pedir ayuda, habría ido volando. Habría dejado todo esto.
-¿Hemos aprendido algo?
-Nos hemos dado cuenta de que vivimos de una forma inestable y de que debemos vivir con cierto orden, no alocados. También, de que los políticos nos tienen completamente distraídos mientras ellos hacen lo que les viene en gana. Deberíamos dejarnos el alma por tener gente formada, con criterio, con capacidades y con mayor liderazgo, que es lo que necesita el mundo: modelos a seguir. Y más referencia de lo bueno que tiene este mundo y no de lo malo que hay.
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