Las vidrieras vuelven como nuevas a la Catedral de Murcia: «La calima las había opacado»
Las obras de restauración del imafronte están ya a un 70% y se espera que finalicen entre septiembre y octubre: «Ya se puede ver muchísimo el cambio»
«Estamos en un momento en el que ya se puede ver muchísimo el cambio». Así explicaba ayer Ismael Moreno, jefe de obra del proyecto ... de restauración de la fachada de la Catedral, en qué punto se encuentra esta delicada empresa. Explica Moreno que los trabajos, que avanzan al ritmo esperado, se encuentran terminados «a un 70%», de manera que el imafronte catedralicio podría a mostrarse a los ojos de vecinos y visitantes entre finales de septiembre y mediados de octubre, que es la misma fecha que se fijó inicialmente. «Por lo que se refiere a las tareas de limpieza, se encuentran finalizadas a un 90% y ya nos estamos centrando en repasos más específicos, que son los que realizamos con láser o aplicando protección con microesferas», explicaba Moreno.
De esta manera, ahora las labores se centran particularmente en «la revolumetrización con mortero y piedra», según señala el jefe de obra, o lo que es lo mismo, en la reparación de las distintas figuras y elementos de la fachada que se encontraban dañados. En esta recta final de ejecución del proyecto, ayer se inició el montaje de la vidriera central del templo, tras su restauración en el taller Vetraria Muñoz de Pablos, ubicado en Segovia y considerado el mejor de España en este tipo de actuaciones.
De esta manera, la pieza dedicada a la Virgen de la Fuensanta se encontrará ya totalmente colocada mañana, mientras que las dos restantes, las de San Pedro y San Pablo, descansarán hasta el mes de septiembre en el Patio del Palacio Episcopal, donde podrán ser visitadas por el público en general para su contemplación, posiblemente desde este viernes. «Fue más difícil montarla que volver ahora a colocarla, porque no supimos en qué estado se encontraba hasta que la retiramos; ahora sí tenemos la seguridad de que se encuentra en perfectas condiciones», subraya Moreno.
Dentro de las labores que han llevado a devolver estas obras al estado con el que salieron del taller de José Maumejean a finales del siglo XIX, las más conflictivas han sido, sin lugar a dudas, las de su limpieza, según detalla Pablo Muñoz Ruiz, uno de los componentes de la empresa responsable de este encargo. Explica Muñoz que estas cristaleras se encuentran más retranqueadas, incluso, de lo habitual, «a un metro y pico». Esta circunstancia, destaca Muñoz, impide el contacto exterior con el agua en caso de lluvia, lo que «evita la carbonatación de la red de plomo, volviéndola quebradiza». Por contra, ello evita que el vidrio se limpie, favoreciendo la formación de una «costra considerable».
«En la cara interior, la suciedad se genera por condensación con el polvo interior en suspensión que hay en el ambiente y que se va pegando; pero en la parte externa se depositan partículas mayores y más abundantes, procedentes, por ejemplo, de la calima o el polvo sahariano que circula por esta zona, generando una capa muy adherida que, al ser desprendida, puede arrancar la base del vidrio», comenta el restaurador.
En este sentido, la pieza más afectada ha sido la de San Pablo, que por su ubicación «estaba prácticamente opacada, hasta el punto que daba la sensación que la parte inferior había desaparecido y había que reproducirla prácticamente de nuevo, imitando la de San Pedro», añade. No obstante, a medida que avanzó la limpieza fue posible constatar que los vidrios originales seguían ahí.
El momento idóneo
Pese a quedar en torno a dos meses para la finalización de los trabajos de restauración de la Catedral, Moreno entiende que es un momento «idóneo» para comenzar con el montaje de las vidrieras. «Tras la montar la principal, tarea -que se desarrolla por paneles de 80 por 90 centímetros-, instalaremos otra de protección, en una zona donde el trabajo sobre la piedra está prácticamente acabado», destaca el jefe de obra, al tiempo que destaca el cuidado con el que debe acometerse toda la operación.
«Por la parte interior no tenemos ninguna protección, por lo que hay que estar muy anclado tanto al andamio como a la reja para evitar una caída en altura y tenemos que trabajar, además, en el pequeño espacio de la caja de la embocadura de la fachada, lo que limita mucho la capacidad de movimiento», explica Muñoz. Nadie dijo que la tarea fuera fácil, pero era imprescindible.
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