Los últimos días de la Cárcel Vieja de Murcia
El antiguo penal muestra sus entrañas, en un recorrido con los recuerdos de un expreso político, antes de transformarse en un centro cultural
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Módulo de comunicaciones
Chembos Emilio Fernández Martínez (Algezares, 1948) fue el último preso político en salir de la Cárcel Vieja, el 4 de agosto de 1976. Entre sus muros pasó seis meses por su activismo en la Organización Revolucionaria de Trabajadores. Durante ese tiempo, su familia le visitó dos veces cada semana. El encuentro tenía lugar en estas cabinas. «Por la fiesta de la Merced, me dejaron que mi hija pequeña pasara todo el día conmigo», rememora para LA VERDAD.
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Rancho carcelario
Chembos «La comida en la cárcel era realmente mala. Para el desayuno recuerdo que nos daban leche en polvo aguada. Por suerte, la familia nos traía alimentos los lunes y los jueves, que compartíamos con los otros reclusos de la comuna». Un grupo de presidiarios trabajaban en las cocinas preparando el rancho diario. Por esa tarea percibían un dinero que podían gastar en el economato de la propia prisión.
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«Viva la libertad»
Chembos Muchos de los internos dejaron inscripciones personales en las paredes de celdas y pabellones. «Era una forma de desahogarse». Al final de la dictadura franquista, los internos tenían acceso a la prensa, aunque los periódicos llegaban censurados a golpe de tijera. De manera clandestina, también escuchaban emisoras extranjeras, como Radio París, para mantenerse informados. «Llegaban tiempos de esperanza».
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Celdas con chinches
Chembos En los años 70, los reclusos compartían pabellones, para unos 30 internos, o celdas, con capacidad para tres presos. En el interior de estas estrechas estancias -en la fotografía-, los camastros y un inodoro constituían el pobre mobiliario. Un ventanuco era el único contacto con el exterior. «Las literas estaban plagadas de chinches, que nosotros tratábamos de combatir quemándolas con papel de periódico».
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Paseo entre los muros
Chembos Los reclusos condenados por causas políticas no solían cruzarse con los presos comunes; unos y otros tenían pabellones y patios diferentes. Para estirar las piernas, Emilio Fernández y sus compañeros de celda utilizaban el recinto de la imagen. El módulo del fondo corresponde a la enfermería. «Allí los confidentes de los guardias gozaban de un trato especial». En el futuro, según el Ayuntamiento, será «un espacio polivalente y vanguardista», con una planta superior acristalada.
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Un corte de pelo al mes
Chembos El edificio penitenciario, un diseño del arquitecto Carlos Velasco Viejo en estilo neomudéjar, se proyectó en 1922 en unos terrenos de huerta, al norte de la ciudad, adquiridos a la marquesa de Salinas, y fue inaugurado siete años después. Contaba con escuela, talleres, capilla y una barbería -en la fotografía-, entre otras dependencias. «Había que pedir la vez al funcionario de guardia para cortarse el pelo una vez al mes. Y siempre con la autorización del director de la cárcel».
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Hasta 3.000 presos
Chembos En los años más duros de la posguerra, la Cárcel Vieja de Murcia se convirtió en un centro de represión del régimen, donde se practicaron ejecuciones y torturas, pero también de adoctrinamiento. Las celdas tenían capacidad para 400 presos, aunque llegaron a dar cabida a 3.000. Los reclusos dormían incluso en los patios. La escasez de alimentos y las deficiencias sanitarias hicieron que proliferaran todo tipo de enfermedades.
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Contra el olvido
Chembos Las asociaciones de memoria histórica consideran que la rehabilitación en marcha no puede pasar de puntillas por la página más negra de la Cárcel Vieja. Reivindican que una de las futuras salas se reserve como «un espacio que recuerde esos años de represión y sufrimiento». Dicho módulo, según prevé el proyecto de reforma, se localizaría en la zona oeste del complejo principal. Eduardo Fernández advierte de que «no podemos olvidar esa parte de la historia; es la única forma de que no se vuelva a repetir».
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Arquitectura del dolor
Chembos La antigua prisión provincial se levantó en plena Dictadura de Primo de Rivera y estuvo en funcionamiento hasta el año 1981. Forma parte del pasado reciente de Murcia, y sus muros y celdas están cargados de historia y de dolor. El proyecto de recuperación aspira a ser respetuoso con esa arquitectura original, en la que destacaba su panóptico, una estructura desde la que se vigilaba todo el interior de la cárcel y que se hundió hace años. En la imagen, el vacío que dejó.
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