Murcia registra más de 50 actuaciones en lo que va de año por la caída de árboles o ramas
«El medio urbano es hostil; queremos sombra vegetal pero no mantener el ecosistema adecuado que se precisa para ello», señala un catedrático de Botánica de la UMU
A veces basta que ocurra un incidente llamativo para que se agudice la propia percepción y comenzar a ver fenómenos similares de manera recurrente. ... Es lo que se conoce como 'efecto Baader-Meinhof' o de «atención selectiva». Puede ser producto de esta sensación o puede que se deba a que se trata efectivamente de algo habitual, pero lo cierto es que en las últimas fechas se han constatado diversos percances bastante aparatosos en relación con el nutrido arbolado público de las calles de Murcia.
Reconocen desde el Consistorio que en lo que va de año se han registrado 54 actuaciones por parte del Servicio de Parques y Jardines referidas a la caída de ramas o árboles en el viario o zonas verdes del municipio, es decir, es decir, una cada tres días prácticamente. En torno a la mitad de estos incidentes «se deben a causas meteorológicas como la lluvia o el viento», mientras que uno de cada cuatro responden al vandalismo o a accidentes de tráfico y, el resto, a otros factores, según precisan las mismas fuentes.
Se podría considerar como detonante de este caso de 'atención selectiva' el desplome, hace un mes, de una rama de grandes dimensiones en Alfonso X. El percance, relacionado con uno de los plataneros de indias plantados en este céntrico y concurrido paseo, no estuvo muy lejos de causar una desgracia. También tuvieron que intervenir hace unos días los bomberos tras la caída de un árbol sobre un vehículo en el barrio de San Andrés, dado que uno de sus ocupantes quedó atrapado en él.
Algunos de los últimos accidentes se deben a la falta de desarrollo de las raíces: «Queremos plantar árboles en jardineras»
Además, los vecinos del barrio de Vistabella alertaron hace dos viernes del vencimiento de una rama sobre la calzada de la calle Felipe Marín Fuentes. No fue este último incidente tan espectacular como el registrado ese mismo día, aunque horas más tarde, en el paseo Fotógrafo Verdú, en la parte alta del barrio del Carmen. Cierto es que fue aquella una jornada de tormentas. «De hecho, la lluvia hizo que se retirara la terraza de la cafetería La Caprichosa, porque si no el enorme ejemplar se hubiera caído sobre la clientela», explica José Ignacio, vecino de la zona, relatando cómo los operarios municipales «serraron los restos y los retiraron en poco tiempo, sin que se informara del asunto y como si no hubiera pasado nada».
Añade que los residentes «llevan tiempo alertando al Ayuntamiento del peligro que generan en una zona con ese tránsito unos árboles gigantes que no se pueden podar». Destaca, además, que «ya se cayó otro similar hace unos años, junto a la próxima calle Jumilla». «Estos ejemplares se plantaron hace bastantes años, cuando se urbanizó la zona, y eran apenas unos pequeños retoños, pero ya han crecido mucho y no han conseguido agarrar, seguramente por la cantidad de hormigón que los rodea, incluyendo los aparcamientos subterráneos», reflexiona este vecino.
De hecho, el Ayuntamiento reconoce que el problema en este caso fue que «se trataba de un árbol que había crecido sin desarrollar sus raíces», por lo que de poco sirvieron «las supervisiones que se realizan semanalmente para garantizar su salud y la seguridad de los viandantes». «El problema es que el medio urbano es el más hostil posible para el arbolado», apunta en relación a esta cuestión Diego Rivera, catedrático de Botánica de la Universidad de Murcia (UMU) y «jardinero aficionado», tal y como él mismo se define.
«Hacen por vivir»
«Si hay algo a nuestro favor es que los árboles, pese a las trabas que les ponemos, hacen por vivir, pero la verdad es que los queremos en nuestro entorno, sobre todo por la necesidad de sombra. Pero no estamos dispuestos a mantener el ecosistema que precisan, sino que intentamos desarrollarlos en jardineras, entre cascotes y hormigón», lamenta Rivera, remarcando la apuesta que se hace en ocasiones por configuraciones urbanas propias de climas más templados. Es el caso concreto, por ejemplo, del Paseo Alfonso X, que nació originariamente en una zona de huerta y que, contando con especies arbóreas propias de una alameda, se encuentra ahora enlosado, comenta Rivera.
Apunta, así el catedrático a varios factores que dificultan la plantación y el mantenimiento del arbolado urbano, especialmente el de gran porte, que es el menos adaptado a este clima. El primero, como ya se ha indicado, es la falta de espacio para el crecimiento de las raíces, que ofrecen estabilidad a los ejemplares ante tormentas y vendavales. Importante para la salud de estos es, además, una adecuada infiltración de agua en el terreno, que no siempre facilitan unos pequeños alcorques ni un suelo con un déficit de capacidad para retener la humedad. «Y en ciudades ya hechas, es complicado implantar sistemas de drenaje urbano sostenible capaces de retener la humedad», apostilla, por lo que lo importante es no cometer errores difíciles de corregir.
A ello se unen los periodos de sequía que soporta Murcia. «Contando que los vientos saharianos contribuyen a secar los árboles, no nos queda otra que regar», añade el catedrático, destacando que «un naranjo necesita 700 litros al año de agua por metro cuadrado, cuando la media de precipitaciones anuales aquí está en 300 y en un año malo no llega a 200. Pero el riego que se suele plantear en una zona con déficit hídrico es por goteo, sistema que deja la humedad en la superficie y resta profundidad a las raíces. Hay que tener en cuenta, además, que la salud de un árbol con un gran estrés térmico se resiente y acaba soltando ramas para protegerse». Cuando caiga la próxima, volverá a funcionar el 'efecto Baader-Meinhof'.
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