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Kraser, ante uno de sus murales, en Sauces. P. SÁNCHEZ / AGM

Kraser 30, arte callejero

EL TÍO DEL SACO ·

JOSÉ SÁNCHEZ CONESA

Miércoles, 10 de abril 2019, 10:17

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José Jorge Nicolás Salas es un cartagenero nacido en 1977, cuando el país iba dejando atrás la dictadura, evolucionando hacia estándares europeos. Contaba doce años cuando descubrió que las paredes de la urbe gris se llenaban de repetidas pintadas, de 'tagging' o firmas del grafitero ZAP.

Siguiendo el rastro de aquella llamada averiguó que su vecino era uno de aquellos incipientes ases del spray. Fue conociendo a otros que en 1991 sumaban la veintena en toda la ciudad. En hermandad y con grandes dosis de espontaneidad y perseverancia evolucionaron trazos, bordeos y colores. Con el tiempo se ha convertido en el artista más presente en las calles de Cartagena y, según los medios, en el más internacional de nuestros pintores. Pongamos que hablo de Kraser.

Punkies y rocabillys seguían a aquellos chavales inconformistas que no disponían de mucha información, tan solo les llegaban fotocopias de fotocopias de algunos grafitis que circulaban por Madrid. Imágenes deformadas que nada tenían que ver con la realidad, tal y como descubrirían tiempo después. Con la llegada de internet el planeta cogería en solo una mano.

Resulta inaudito celebrar el anivesario de un poeta que hace hablar a las paredes

Cartagena presentaba a finales de los 90 un estilo singular en el panorama nacional, gracias a Poli124, Xtilo, Corem, Artemic, Gitamc, Yowam, Soze-Pel 1, y sobre todo Kraser, con sus piezas en 3D, personajes salidos de un cómic, paisajes planetarios y mundos oníricos. Tal y como estaba sucediendo en los países occidentales, comenzaron con las letras y más tarde incorporaron elementos figurativos. Del graffiti propiamente dicho al 'street art' o arte callejero.

Era fácil que se congregaran hasta cincuenta personas una mañana de sábado para verlo enfrentarse con desenvoltura al muro. Hasta recalaban por aquí artistas de otros lugares.

Retos artísticos

Ciertamente los márgenes económicos de actuación eran estrechos, un bote le podía costar cinco euros y si se precisaban adquirir 20 para afrontar una obra suponía mucho para un chaval de trece años.

Una de las cosas buenas que le ocurren al pintar fuera del estudio es la interacción con el que pasa y deja un comentario, una pregunta y siempre la mirada. Otras de las posibilidades de la calle es trabajar en un mismo proyecto con otros pintores, afrontando retos como los problemas que plantea una pared irregular, o las inclemencias meteorológicas que se padecen a la intemperie. Por eso mismo en la Noche de los Museos reta a otros dos artistas, a ser posible con escasa experiencia callejera, para intervenir juntos en un muro. Gestiona la sección mural del festival Mucho Más Mayo con el proyecto One Urban Word. Como vemos, nunca deja Cartagena aunque acampó en Milán, donde tiene su estudio pues se le ofrecen muchas más posibilidades.

Cuando uno charla con artistas o entendidos en la materia sale a relucir la insuficiencia del apoyo institucional a los mismos cuando en otros lugares se cuida a los locales colaborando en proyectos que tengan entre manos: la publicación de un libro o la ayuda para exponer en otro país. Los artistas son excelentes embajadores de un municipio y hasta de un país en todo el mundo. En otras comunidades autónomas abonan pasajes de avión y dietas para que sus artistas puedan salir a exponerse.

En nuestra ciudad los artistas plásticos sólo cuentan con tres salas expositivas municipales en las que tienen que apuntarse en unas listas interminables, sin existir criterios de selección claros y sin ofrecer condiciones interesantes como la edición de un catálogo o que incluso un colectivo de artistas gestione directamente una de esas salas.

Metro de Kiev

Kraser se pone serio cuando de la dignificación del artista se trata, aunque su modo habitual es la sonrisa o la risa abierta y sonora, asomando un punto de timidez indisimulada. Se pregunta: «¿Dónde podemos ver los cuadros de Nicomedes Gómez, Gabriel Navarro o Luzzy? ¿Es suficiente con dedicarles una calle?»

Es conocido en ciudades estadounidenses, chinas, alemanas, francesas, griegas, portuguesas. No hace mucho recibió el encargo de pintar paredes y techos del metro de Kiev. Allí está su firma.

El pasado fin de semana tuvieron lugar diversos actos festejando sus primeros treinta años de vida: exposición colectiva en Athenas Club, una gala con raperos en la sala Tántalo, artistas italianos que vinieron a pintar junto a él o clases magistrales. En el Muran podemos disfrutar uno de sus cuadros junto al de otros artistas que se forjaron en la calle, bajo el título 'Arte Urbano. Leyendas callejeras'.

Se ha editado por parte de la Concejalía de Cultura el libro 'Kraser 1989/2019', con textos del propio autor y de otros amigos que han sido testigos de la evolución del pintor. Prácticamente toda su obra, en gran parte de carácter efímera, queda meticulosamente documentada en infinidad de fotografías que la reflejan. Apreciamos su particular bestiario que muestra con eficacia comunicativa lo humano y las trapacerías del poder y del dinero, lo que le ha llevado a que alguna obra fuese censurada.

Resulta inaudito que se celebre de manera pública el aniversario de un poeta que hace hablar a las paredes. No estamos acostumbrados y por eso hay que pellizcarse.

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