Alzamiento y revolución en 1936
Cuando la proclama de Franco se recibió en el Arsenal, la estación de radio estaba controlada por personal partidario del Gobierno
LUIS MIGUEL PÉREZ ADÁN HISTORIADOR Y DOCUMENTALISTA
Sábado, 19 de julio 2014, 00:42
Tres fotografías para ilustrar el inicio de la Guerra Civil española en Cartagena. Como tantas veces ha ocurrido en el devenir de esta ciudad, los acontecimientos acaecidos en ella, hace 78 años, superan el ámbito local para ser determinantes en el contexto nacional.
Quizás, de haber triunfado el llamado 'alzamiento del 18 de julio' en la Base Naval de Cartagena, la guerra ni siquiera hubiera existido, quedando todo reducido a uno más de los muchos pronunciamientos de carácter militar que salpican la historia de este país.
Viernes 17 de julio
La ciudad había vivido una jornada realmente convulsa provocada por la huelga general indefinida que se vivía desde el día 14, en solidaridad con los obreros de Canales de Riego. La población estaba todavía digiriendo los hechos acaecidos por el conocido delincuente apodado 'El Chipé' y su posterior linchamiento publico por la calles, en un anticipo de la violencia que se cernía próximamente.
Aquella mañana los oficiales favorables al levantamiento, habían esperado señales para su inicio, la sublevación debería impulsarse desde Valencia, que era la cabecera militar, el mando del alzamiento estaría para toda la región militar incluida la Base Naval de Cartagena.
Durante todo este día las tropas que habían salido a las calles para el control de posibles altercados regresaron al Arsenal sin novedad.
Ya por la tarde, los rumores sobre una sublevación del ejercito de África corrían por toda la base y por el propio Arsenal, había un nerviosismo intenso, porque al movimiento de sublevación se contrapone otro de contrasublevación de los elementos que no estaban dispuestos a permanecer impasibles ante tal acontecimiento, células republicanas de las distintas dotaciones de los barcos y del Arsenal, dirigidos por mandos intermedios y auxiliares, muchos de ellos con profundas conexiones en la masonería.
Sábado 18 de Julio
La proclama de Franco se recibió en el Arsenal a las 10 de la mañana del 18 de Julio. En ese momento es cuando la estación de radio queda controlada por elementos afines al Gobierno, que interceptan los mensajes enviados por los sublevados y difunden solamente aquellos que tenían carácter gubernamental.
Pese a ser la inmensa mayoría de la oficialidad favorable al alzamiento, nadie quiere asumir el liderazgo del mismo, e incluso una vez recibido el mensaje de Franco, son los propios mandos de la Marina quienes trasladan su contenido al gobernador militar, para que sea él quien tome las medidas oportunas y declare el estado de guerra en la ciudad.
Pero el general Toribio Martínez Cabrera es abiertamente fiel al gobierno republicano, presionado y no sintiéndose seguro de controlar la sublevación con sus fuerzas leales, logra con engaños convencer a los sublevados para retrasar esta declaración, hasta que él se traslade personalmente a Valencia y allí recibir la declaración oficial del alzamiento por parte del propio capitán general de la zona de Levante. No se trata más que de una estratagema para ganar tiempo, sabiendo de primera mano que en Valencia los generales de la división orgánica también permanecían fieles a Madrid.
Al caer la noche, se confirma que las fuerzas de la plaza ya no se van a unir al alzamiento, el general Martínez Cabrera ordena que tropas regulares del Ejército tomen posiciones con la intención de sofocar cualquier movimiento en contra del gobierno de Madrid.
Domingo 19 de Julio
Al amanecer del día siguiente, el pesimismo de los sublevados es total y más cuando se enteran de que las dotaciones de los barcos se han amotinado y han detenido a sus jefes y oficiales.
El primer incidente con víctimas y, por lo tanto, la primera consecuencia mortal de la sublevación y por ende de la Guerra Civil en Cartagena será la muerte del teniente de navío Ángel González López, a manos del fogonero Dionisio Marchante. Este último, enaltecido por el clima de tensión vivido en el Arsenal durante todo el día 18 de julio, se encontró con el oficial frente al edificio de la Base de Submarinos y sin mediar prácticamente palabra le disparo a quemarropa todo el cargador de su pistola. Parece que el fogonero realizó esta acción sobre el teniente de navío más que por otra razón por el hecho de ser un oficial; independiente de su condición personal e ideológica. El asesinato es contemplado por varios testigos que se encuentran asomados por las ventanas de los edificios colindantes. El agresor salió corriendo, dejando el cuerpo de su víctima en un enorme charco de sangre. Inmediatamente un oficial que se encontraba de guardia salió en persecución de Marchante, al que disparó repetidamente hasta herirlo gravemente. Horas más tarde, el fogonero también murió.
Este hecho reprobable y aislado marca sin embargo el inicio y el punto de inflexión de una violencia sin sentido y que tendrá consecuencias mucho más graves.
Como escribió el académico cartagenero Arturo Pérez Reverte: «Cuántos muertos, y cuánto horror, y cuántos sueños, y cuánto heroísmo, y cuánta sangre, y cuánta mierda acumulada en sólo tres años&hellip»