«En el Mar Menor se gasta más en retirar biomasa que en investigación»
El ambientólogo cartagenero Pablo Rodríguez Ros publica 'El mar que muere', un libro sobre la crisis de la laguna desde la ciencia y sus vivencias personales
La sal y la brisa corren por las venas del ambientólogo y doctor en Ciencias del Mar Pablo Rodríguez Ros (Cartagena, 1990), un investigador de ... acción que ha trabajado en organismos españoles y de Reino Unido, Canadá, Suiza y Estados Unidos, siempre mirando con el rabillo del ojo la doméstica laguna de su infancia. En 2020 relató en 'Argonauta' su experiencia embarcado en expediciones por los océanos Atlántico, Pacífico, Índico y Antártico, y ahora publica 'El mar que muere' (Balduque), un relato sobre la crisis ecológica del humedal con una mirada científica y social pero también desde sus vivencias personales.
En la actualidad trabaja en la Fundación Marilles (islas Baleares), donde coordina un proyecto para lograr la protección del 30% del Mediterráneo antes de 2030. Un reto que le obliga a trabajar con las ONG conservacionistas, el mundo académico, la política y la administración.
«La evidencia de las tropelías realizadas sobre este ecosistema no tiene fin. No obstante, esa nunca fue la intención de escribir este libro. Al igual que hice con 'Argonauta', mi objetivo con 'El mar que muere' ha sido aportar una imagen temporal concreta de la situación, que se corresponde con mis vivencias e ideas. Obviamente, eso no quita para que relate determinados sucesos históricos que explican cómo hemos llegado hasta aquí. En todo caso, creo que estos últimos siete años han sido los más significativos para el Mar Menor, ya que han actuado de embudo del extractivismo y la desidia intencionada de muchas décadas. Y por fin, por suerte y por desgracia, aquello sobre lo que nos advertían científicos y ecologistas sucedió. Y aún no ha acabado», se lamenta a LA VERDAD el científico cartagenero, que ha trabajado como asesor en el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco), y que en 2021 y 2022 ejerció como uno de los coordinadores del Marco de Actuaciones Prioritarias para la Recuperación del Mar Menor.
'EL MAR QUE MUERE'
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Autor Pablo Rodríguez Ros
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Editorial Balduque
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Precio 20 € (288 páginas)
En el humedal murciano, precisamente, inició su carrera investigadora, en las mismas playas en las que jugaba de niño. «'El mar que muere' narra una serie de vivencias y cuestiones que nunca antes han sido tratadas en un ensayo acerca del Mar Menor. Hay que leer este libro también para desmontar determinados mantras y bulos que han imperado demasiados años en los relatos interesados construidos en torno al Mar Menor y a los agentes que han provocado y siguen acelerando su ocaso. Es un libro también para las generaciones futuras, aquellos que están por venir y los que acaban de llegar, no tanto para que lo lean pero sí para que pensemos qué Mar Menor les vamos a dejar. Creo que mi generación se ha encontrado el Mar Menor en una situación horrible pero estoy firmemente convencido de que seremos los que afrontaremos valientemente este y otros retos ambientales, o al menos lo intentemos, por el bien de esas generaciones futuras», sostiene.
Siete años de infarto
La transformación de los usos en la cuenca vertiente durante las últimas décadas, la contaminación procedente de la actividad agraria, el saqueo del agua del acuífero a través de sondeos ilegales, vertidos urbanos, residuos mineros y la artificialización del suelo mediante un urbanismo abusivo y mal planificado... Y también las plataformas sociales, la indignación ciudadana y los pequeños avances: los acontecimientos de los últimos siete años se suceden en una narración donde, completando hechos y datos, siempre cabe una vivencia íntima.
«La crisis del Mar Menor tiene su origen en la ordenación del territorio, de las actividades que allí se ejercen y del uso de los recursos naturales que allí se hace. El problema es que la caótica ordenación del territorio realizada en la cuenca vertiente al Mar Menor se ha ido realizando paulatinamente, casi sin oposición social o política, durante décadas. Y por ello es imposible revertirla en un plazo corto de tiempo, más aún si no hay la más mínima intención de hacerlo. Cualquier medida que no vaya al origen del problema no es y nunca será una solución real a la crisis del Mar Menor, sino que constituyen meros parches. Carísimos, además. Por ejemplo, ya se gasta más dinero en retirar la biomasa de las orillas de las playas del Mar Menor que en investigación científica para entender el problema, monitorizarlo y buscar soluciones. Ese es parte del precio de no respetar los límites que impone la naturaleza», asegura Pablo Rodríguez Ros, muy crítico con la actuación del Gobierno regional.
«El Mar Menor se debería encontrar en la UCI pero ha estado tirado sobre una cama en un pasillo del hospital»
–¿El Mar Menor se muere?
–El Mar Menor sí está muriendo pero no por casualidad o voluntad propia. Literariamente, decir que está muriendo es pertinente y técnicamente sería bastante correcto, ya que científicos expertos vienen alertando de que ha podido perder su capacidad de autorregulación y es probable que en sus aguas se hayan superado varios puntos de no retorno. Usando un símil médico, se debería encontrar en la Unidad de Cuidados Intensivos. En cambio, ha estado tirado sobre una cama en un pasillo del hospital esperando unos cuidados que no llegaban. Creo que el Marco de Actuaciones Prioritarias ha sido como el médico que considera intolerable esa dejación y decide atender al moribundo. No obstante, el resto de médicos miran para otro lado e incluso hay algunos que, previo pago, niegan que exista un problema.
«Recuperarlo es posible, pero será diferente»
La lectura de 'El mar que muere' no es precisamente esperanzadora. «Darle la vuelta a esta inercia tiene un gran inconveniente: es una enmienda a la totalidad a todo el modelo construido en la cuenca vertiente al Mar Menor. Es decir, primero hay que reconocer que no funciona para casi nadie, que la economía no tiene futuro, que sus gentes están en el vagón de cola de España en casi cualquier indicador y que cuando todo eso acabe de destruirse solo quedará desierto y paro, como dicen algunos», enumera con crudeza Pablo Rodríguez Ros.
«Este cambio traería profundas implicaciones estructurales pero también, y esto es algo que se suele olvidar, sería un misil directo al capital social, político o profesional de quienes han creado este modelo y viven de él. Es normal que, cuando ven que el suelo tiembla bajo sus pies y que todo se derrumba, se retuerzan, hagan mucho ruido o creen entidades propagandísticas para influir en la opinión pública. En todo caso, como digo, este viraje es más que posible, es inevitable; si no, no estaríamos tantas personas volcando nuestros esfuerzos en ello. Eso sí, requiere de una combinación de fuerza, valentía y energía aún inédita en la Región. Por ello, es necesaria la construcción de un horizonte de esperanza para el Mar Menor y creo que 'El mar que muerte' sirve precisamente para ello».
El medio ambiente sigue siendo una de las últimas preocupaciones en la Región, mantiene este científico: «Es un gran olvidado, siempre nos da igual hasta que suceden desastres que muchas veces no tienen nada de naturales, sino que somos los principales artífices. El problema creo que es bastante obvio: tenemos que cambiar cómo hacemos determinadas cosas, lo que quiere decir que en cierto modo tenemos que cambiar nosotros y eso siempre es complicado».
«Pienso que es posible recuperar el Mar Menor y que mis hijos puedan disfrutarlo como yo lo disfruté», aventura. «No obstante, creo que será diferente. Por eso hemos de pensar qué Mar Menor queremos recuperar, incluso crear. Y, de momento, veo a poca gente pensando en ello».
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