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Boceto de Nicolas Zarkozy durante su declaración ante el Tribunal que le juzga en la capital francesa. AFP
Sarkozy tacha de «infamias» las acusaciones de corrupción en el arranque del juicio

Sarkozy tacha de «infamias» las acusaciones de corrupción en el arranque del juicio

El expresidente de Francia se arriesga a una pena máxima de diez años de cárcel y multa de hasta un millón de euros

beatriz juez

París

Lunes, 30 de noviembre 2020, 23:39

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Nicolas Sarkozy tachó este lunes de «infamias» las acusaciones que le han llevado al banquillo en el arranque formal de su juicio por corrupción y tráfico de influencias. «Naturalmente, no reconozco ninguna de esas infamias por las que se me persigue desde hace seis años», dijo el expresidente de Francia en sus primeras declaraciones ante el Tribunal Correccional de París, después de que le leyeran los cargos que se le imputan en el llamado 'caso de las escuchas' o 'caso Paul Bismuth'.

Junto a él, también son juzgados su abogado y amigo Thierry Herzog y el exmagistrado Gilbert Azibert. Si Sarkozy, de 65 años, es encontrado culpable, podría ser condenado a una pena máxima de 10 años de prisión y hasta un millón de euros de multa. La vista, que debía haber comenzado el 23 de noviembre, fue suspendida la semana pasada después de que Azibert, de 73 años, solicitara un aplazamiento alegando que su precaria salud corría peligro por la epidemia de coronavirus. Tras ser sometido a un examen médico, el Tribunal rechazó la demanda y le consideró apto para comparecer en la Sala.

EL CASO:

  • Los cargos. El hombre que dirigió Francia entre 2007 y 2012, de 65 años, retirado de la primera línea política desde 2016, está acusado de haber prometido interceder en la promoción del magistrado Gilbert Azibert, también procesado, a cambio de favores en otra investigación judicial contra el propio Sarkozy.

  • Sin inmunidad. Implicado en una decena de causas desde que abandonó el Elíseo, lo que levantó su inmunidad como jefe del Estado, se enfrenta a una pena de hasta 10 años de reclusión si se acredita ante el tribunal el tráfico de infuencias.

Nada más comenzar el juicio, la letrada que defiende a Sarkozy, Jacqueline Laffont, pidió la anulación del proceso al considerar la existencia de presuntas irregularidades durante la instrucción. Habló de «numerosas derivas» y «violaciones graves» del derecho a la defensa, pero fue desatendida por los magistrados.

Una línea secreta

El 'caso Paul Bismuth' trascendió a raíz de unas escuchas telefónicas. Un juez de instrucción ordenó en 2013 pinchar los teléfonos de Sarkozy en el marco de una investigación sobre la supuesta financiación irregular de la campaña presidencial que le abrió las puertas del Elíseo, en 2007, por parte del régimen libio de Muamar el Gadafi. En el curso de las pesquisas, se descubrió que el entonces ministro de Interior tenía otra línea secreta para comunicarse con su abogado. Herzog la había activado mediante una tarjeta prepago con el nombre de Paul Bismuth, en realidad, un excompañero de clase del letrado que nada tenía que ver con este asunto.

Las escuchas sacaron a la luz el presunto caso de corrupción y tráfico de influencias que se juzga estos días en París. Según la acusación, Nicolas Sarkozy y Thierry Herzog habrían intentado obtener de Gilbert Azibert, que entonces era abogado general en el Tribunal Supremo, informaciones amparadas por el secreto de sumario de otra causa que podía afectarles -el 'caso Bettencourt'- a cambio de darle «un empujón» para hacerse con un prestigioso asiento en el Consejo de Estado de Mónaco. Finalmente, el mandatario no intercedió a su favor y el magistrado no logró el puesto. La acusación mantiene que se echó atrás a última hora al descubrir que tenía el teléfono intervenido.

Jueces franceses habían ordenado diligencias para determinar si Sarkozy abusó de la debilidad de Liliane Bettencourt, anciana heredera del imperio de cosméticos L'Oréal, para financiar ilegalmente su campaña de 2007. Los tribunales acabaron desestimando en 2013 los cargos contra él por este asunto. Sarkozy quería que le devolvieran las agendas que le fueron incautadas en la instrucción del 'caso Bettencourt', para evitar que su contenido pudiera ser utilizado en otras eventuales investigaciones. Aspiraba a presentarse a las primarias de la derecha y no quería tener causas pendientes con la Justicia.

Es la primera vez en la historia de la V República que un exjefe de Estado se sienta en el banquillo de los acusados por corrupción. Jacques Chirac fue juzgado y condenado en 2011 a dos años de prisión, con suspensión de pena, por malversación de fondos en un caso de empleos ficticios cuando era alcalde de París, pero el expresidente no compareció ante los jueces debido a su delicado estado de salud.

La primera de sus causas pendientes con la Justicia

Al expresidente Nicolas Sarkozy se le acumulan los casos en los tribunales. En marzo será juzgado por presunta financiación ilegal de su campaña presidencial de 2012, cuando cayó ante el socialista François Hollande, un asunto conocido en Francia como el 'caso Bygmalion'. También ha sido imputado por corrupción pasiva, malversación de fondos públicos y asociación de malhechores en relación con la presunta financiación con fondos libios de los comicios que le llevaron al Palacio del Elíseo en 2007.

Para esta causa, si llega a celebrarse, todavía no hay fecha. Hace unas semanas, uno de los principales testigos del caso, el empresario franco libanés Ziad Takieddine, retiró sus acusaciones contra Sarkozy por la presunta financiación libia.

Takieddine, que permanece en Líbano huido de la Justicia francesa, rectificó en declaraciones a la prensa. Hasta entonces, había mantenido que actuó como intermediario entre Nicolas Sarkozy y el régimen de Trípoli. Aseguró en varias ocasiones haber entregado él mismo cinco millones de euros a Sarkozy, que por aquel entonces era ministro de Interior, y a Claude Guéant, su director de Gabinete, procedentes del dictador Muamar el Gadafi para financiar su campaña presidencial. El exmandatario niega haber recibido ese dinero.

Retirado de la política desde que perdió las primarias de la derecha en 2016, sigue siendo una figura influyente entre los conservadores franceses. El segundo volumen de sus memorias se convirtió este verano en un superventas.

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