Cumbre de Enrique Ponce

La segunda corrida del abono de la Feria de Septiembre dejó para el recuerdo una faena cumbre de Enrique Ponce, que cuajó un gran toro de Luis Algarra. Lo disfrutó el público de La Condomina, necesitada de alegrías como la que le regaló este martes el maestro valenciano. Antes de la obra magna, Ponce abrió plaza con ‘Gobernante’, toro negro, bien presentado, que tuvo hasta dos encuentros con el caballo, el primero al relance. Después Enrique Ponce lo toreó con mucha galanura en el quite por chicuelinas, de manos bajas. Brindó Enrique, pregonero de esta feria, al Real Club Taurino de Murcia, personalizando el brindis en la figura de su presidente, Alfono Avilés. Perdió las manos el astado en los principios de la faena, en la que se dobló con él el matador, conduciendo con suavidad la embestida. Fue faena de medias alturas, sin exigencias para el animal, que no anduvo sobrado de fortaleza. La sosería del toro la contrarrestó Enrique Ponce con tres molinetes de rodilla, que hilvanó de un magnífico cambio de mano, de la misma guisa, genuflexo. Mató de un pinchazo y estocada muy caída. El público le tributó una ovación que saludó desde el tercio.

Se había dejado para el cuarto su lección de tauromaquia. ‘Triguero’, número 66, fue un toro bravo, más montado y tocado arriba que los hermanos. Recibió un puyazo trasero en el que metió bien la cara y esta vez el brindis fue desde los medios, al público. En los terrenos de dentro comenzó su faena Ponce, con pases rodilla en tierra, llevando al toro muy en línea. A partir de ahí lo que escribió Enrique Ponce sobre el albero de La Condomina fue una auténtica obra de arte. Un regalo precioso en día de cumpleaños de dos mujeres importantes en su vida, su madre y su esposa. Las tandas diestras con el torero entregado fueron seguidas por unas series de naturales, enseñando las páginas del libro para citar, que resultaron cumbres, como enormes resultaron los remates con los de pecho, precedidos y ligados por faroles y molinetes invertidos de una plasticidad y una profundidad tremendas. Si faltaba algo, las poncinas finales fueron un primor, con el toro embebido en la muleta, yendo largo hasta donde quiso el torero. Tres poncinas con un remate de oro en forma de cambio de mano de sensibilidad especial. Tal fue el aura de la faena que hubo incluso conato de petición de indulto, zanjado por el maestro con un espadazo en todo lo alto del que cayó el de Algarra después de vender bien cara su vida. Toro bravo, al que se le dio la vuelta lenta en el arrastre y clamor poncista en una plaza que le coreó ¡torero, torero¡ cuando el diestro disfrutaba de la vuelta al ruedo con los máximos trofeos en la mano.

Tras el triunfo incontestable de Ponce salió arreado El Juli, que recibió con la larga de rodillas al quinto. Brindó su faena al respetable. El ánimo era claro: dar réplica a la faena histórica de Ponce. Sin embargo, no tuvo toro para ello, por tardo y agarrado al piso. Lo intentó Julián, en un aguerrido final de faena. Pinchó antes de la media estocada, que precisó de descabello, y se quedó sin foto con la puerta grande de fondo. El segundo de la tarde fue un colorado que embistió con suavidad al capote de El Juli, que así lo lanceó hasta que sufrió un desarme. Arriesgó José María Soler en banderillas. No confió El Juli en las condiciones del burel, por lo que no brindó, pero poco a poco fue metiéndose en harina hasta hacer algo de masa con el toro, algo descastado, que iba y venía sin más. Trabajoso fue el trasteo del madrileño, que de mitad de faena en adelante se apretó y llegó al público con pases por alto encadenados y en una serie de más adorno que de toreo fundamental, al recurrir a molinetes y circulares acogidos con felicidad por los tendidos. La estocada casi entera, algo trasera, resultó eficaz y a manos de El Juli fue a parar la primera oreja de la segunda de feria.

Dos largas cambiadas de Cayetano al tercero pusieron la plaza a hervir. Más Rivera que nunca, siguió lanceando a pies juntos, para ganar terreno y abrochar el saludo con una media de rodillas en la boca de riego. Casta torera la del hijo de Paquirri, que se transmitió en un quite por talaveranas, antes de que en banderillas se luciera Iván García en el par de garapullos que cerró el tercio. El inicio de faena del torero dinástico fue buen botón muestra de su disposición, de rodillas Cayetano para torear en redondo, lo que levantó los ánimos, para seguir después en series de buen corte con la diestra y otra una notable con la zurda. El toro, que se había dejado torear mucho, en los finales sacó genio y quiso hacer presa a Cayetano, que con garra respondió con entrega, con molinetes abrochados con el pase rodilla en tierra.

Pinchó cuando tenía al pueblo predispuesto a pedir las dos orejas y en el segundo intento agarró una estocada tendida de la que tardó en caer el burel, refugiado en la puerta de chiqueros. El premio quedó en una oreja. Culminó su tarde ante un sexto al que lanceó con torería en el saludo, pero que luego echó pronto la persiana en la muleta. Abrevió y deslució la suerte con el diestro tomando precauciones en cuatro pinchazos.

Al final, Ponce salió por la puerta grande, dejando otra faena para el recuerdo.