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Salva Castiñeyras
Jueves, 17 de abril 2025, 00:02
Hay domingos que marcan el calendario y hay domingos que lo desgarran. El próximo 20 de abril, Domingo de Resurrección, puede ser una fecha ... que pase a la historia del FC Cartagena por los motivos más amargos: la peor entrada al Cartagonova no solo del curso, sino quizás de toda la década. El cartel lo tiene todo para que el estadio presente un aspecto fantasmal: un equipo ya descendido, una afición rota, un horario aberrante y una ciudad inmersa en una de sus jornadas más señaladas de la Semana Santa. Lo que debería ser un día de celebración, de unión y de fervor, amenaza con convertirse en un réquiem silencioso para el fútbol cartagenero.
No se trata de una suposición, sino de una predicción con todos los ingredientes servidos en bandeja. El Efesé consumó su descenso matemático a Primera Federación el pasado fin de semana en tierras almerienses, tras una derrota que selló una caída tan temida como cantada. Cinco años de presencia en la categoría de plata que se evaporan entre el silencio y la resignación. Y lo hace batiendo récords en negativo, descendido en la jornada 35, siendo el segundo club que más pronto ha caído en este siglo en Segunda División, y con el miedo de no superar los 19 puntos del Sevilla Atlético (la peor puntuación en la historia del fútbol de plata). Con 17 puntos en su haber, se hace difícil, o muy doloroso, pensar que no se consigan más en las siete jornadas que restan por delante. Pero incluso si se lograra, el daño ya está hecho.
7.860 espectadores fue la media en la 2022/23 con Luis Carrión pelando por el 'playoff'
8.384 asistentes iban de media en la pasada temporada, con Julián Calero al mando
2.846 Personas acudieron al Cartagonova en la última cita liguera de este curso
Lo que debía ser un nuevo capítulo en el crecimiento del club esta campaña ha terminado como una novela de tragedia clásica. El ambiente en Cartagena es ya irrespirable. La fractura entre la directiva, con Paco Belmonte a la cabeza, y la afición, que batió este verano la cifra récord de 8.905 abonados, es hoy un abismo insalvable. Lo que en agosto era ilusión, hoy es rabia contenida. Lo que en verano fue un gesto de apoyo incondicional al proyecto tras un año complicado, hoy se percibe como una traición no perdonada. La afición se siente estafada, y el Cartagonova, en antaño un fortín de pasión albinegra, se ha convertido en un mausoleo de desencanto.
La temporada empezó con entusiasmo. Más de 8.800 espectadores se citaron en el Cartagonova para el estreno liguero ante el Real Zaragoza. Era la mejor entrada del curso. Pero ese pico de entusiasmo fue un espejismo. La realidad ha ido mermando poco a poco las gradas albinegras. Aquel día de ilusión se ha convertido, jornada a jornada, en un reguero de ausencias. La curva descendente de asistencia ha sido tan pronunciada como los números indican: ante el Eldense, última cita en casa, apenas 2.846 personas, con casi un millar llegados desde Elda. Entre el primer partido y el último, la diferencia es de más de seis mil almas. La asistencia ha caído sin freno.
Tras el Zaragoza vinieron los partidos ante Levante y Cádiz, únicos en los que se rozó la barrera de los 7.500. El siguiente pico, 6.862 contra el Deportivo de la Coruña en la jornada 13, con un desgarrador 1-5 que aún resuena en la memoria colectiva. Desde entonces, la travesía del desierto. Partido tras partido, las gradas se han ido vaciando, como si la afición, agotada de promesas rotas, hubiera decidido hablar con su ausencia. Pero todo apunta a que este domingo el Cartagonova vivirá algo aún más desolador: un estadio que, más que vacío, puede parecer abandonado.
La comparación con temporadas anteriores es otro puñal en la herida. En la 2020/21, la media de asistencia fue de 6.163 espectadores. En la 2022/23, subió a 7.860. En la 2023/24, se alcanzaron los 8.384 abonados, con un pico memorable ante el Elche: 11.862 espectadores que hicieron temblar las gradas. Hoy, todo aquello parece un recuerdo borroso. La grada, en antaño bulliciosa, es ahora una protesta muda. Una forma de decir basta sin gritar. La desconexión es total. La ilusión, extinta. El palco, vacío. El club, cada día más solo, atrapado en una deriva que nadie parece capaz de frenar.
Y como si todo esto no fuese suficiente, este domingo se combinan todos los factores posibles para vaciar aún más un estadio ya huérfano. El horario: 14.00 horas. Un insulto a la lógica, a la tradición y al aficionado de a pie, que ve cómo el fútbol se convierte en un producto desprovisto de alma. La fecha: Domingo de Resurrección, día grande de la Semana Santa cartagenera. A las 10:30, la procesión del Resucitado partirá desde Santa María de Gracia, llenando las calles de fervor, color y devoción. Un acontecimiento que muchos vivirán como celebración, como reunión, como costumbre arraigada en el corazón de la ciudad. Pero no como previa de un partido. Porque el fútbol, ese día, ha dejado de importar.
Y mientras tanto, en la otra orilla, una invasión. Granada se prepara para teñir de rojo y blanco las gradas del Cartagonova. Lo que en otro contexto sería una anécdota, este domingo puede convertirse en una imagen dantesca: el Granada jugando como local en campo ajeno. El club andaluz ha puesto en marcha un dispositivo de desplazamiento masivo. Entradas a 20 euros, autobuses gratuitos fletados por parte del club nazarí. Lo hizo la semana pasada en Albacete y lo repite en Cartagena. Once autocares repletos llegaron al Carlos Belmonte, donde vencieron por 0-2. En el Cartagonova, se esperan cifras aún mayores. El fondo norte bajo, tradicional zona visitante, ya está lleno. Y las previsiones apuntan a que los seguidores rojiblancos seguirán comprando entradas en otros sectores del campo.
No será una simple visita. Será una toma nazarí sobre tierras cartageneras. El Nuevo Los Cármenes, en versión portuaria. La afición del Granada, motivada por la pelea por el playoff, llegará con hambre de puntos y sed de conquista. Sus cánticos resonarán en un estadio que, por primera vez en mucho tiempo, podría vibrar más por el rival que por el equipo local. Y lo más hiriente no será ver el Cartagonova vacío, sino ver cómo el poco ambiente que haya lo genera un equipo que no lleva los colores albinegros. Una metáfora cruel de una temporada que ha sido un lento desangrar para la el club y la afición.
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