«Quise mostrar el drama humano en el ejemplo de una mujer rusa y judía»
«Todas las figuras que un escritor construye tienen elementos de su propia identidad, de sus miedos, sus aspiraciones, sus experiencias dramáticas»
El escritor ruso Vladimir Vertlib lleva toda la vida emigrando, aspirando el aire de nuevas identidades como la protagonista de 'La particular memoria de Rosa ... Masur', la novela que acaba de presentar en España, con la editorial Impedimenta. Nació en Leningrado pero a los pocos años se marchó a Israel, Italia, Estados Unidos y Austria, donde reside en la actualidad. Vertlib charla con LA VERDAD sobre esta novela y la complejidad de un mundo que rechaza al diferente.
–¿Es Rosa Masur una obra que aspira a retratar el siglo XX?
–No estoy seguro de que ese sea el objetivo de la novela. Todo depende de cómo se lea, por supuesto. Si el libro te ha dejado esa impresión no me opongo a ella. Las características y atrocidades del siglo XX son parte del relato, de las vivencias de Rosa Masur, pero no era mi intención mostrarlas todas en una sola novela. Quizás simplemente ocurrió. Si es así, estoy satisfecho.
–En Alemania lo relacionan con Joseph Roth, porque ambos tratan la historia a través de los movimientos migratorios y las múltiples identidades de Europa. ¿Se siente usted cómodo con esa comparación?
–Es un gran cumplido ser comparado con un autor clásico, uno de los grandes maestros de la primera mitad del siglo XX. Lo acepto, pero sería lo suficientemente humilde ahondar en el tema. Por supuesto, la inmigración es una constante en mi escritura debido a mi propia biografía. Considero que es uno de los grandes temas de nuestro tiempo. La gente está en movimiento. Esta marcha es un paradigma humano del cambio, de encontrarse a uno mismo. De buscar una vida mejor, por una parte, pero también de ser expulsado, de verse en la carretera por razones de guerra o de persecución. Esta ambivalencia del movimiento es un drama vital que intento captar y representar en mi escritura.
«La experiencia de ser extraño a uno mismo, de dejar un país, de perder un idioma, de cambiar de sitio, de identidad, ha influido de manera determinante en el libro. Todo ello resulta frustrante»
–Al igual que la heroína de su novela, Rosa Masur, usted vivió en Leningrado durante su niñez. ¿De qué manera su historia personal ha ayudado a componer su relato?
–He contado en muchas ocasiones que la verdadera protagonista es mi abuela. Es Rosa Masur. Ella nunca emigró con mis padres y conmigo a Occidente, como se refleja en la novela. Permaneció en Rusia. Fue una persona muy importante para mí hasta que tuve 5 años. Después tuvimos que marcharnos y no la vi hasta 17 años después. Cuando volvimos a encontrarnos yo había cumplido 22. La situación política en la Unión Soviética había cambiado mucho y ella obtuvo permiso para visitarnos en Viena. Allí me contó su historia. Yo lo grabé y esa fue la base para la novela que escribí 12 años después, porque en ese momento era demasiado joven. Creé un personaje de ficción que no es realmente mi abuela. Algunas historias que ella me contó, basadas en su experiencia, encontraron su lugar en la novela, pero no todo. Por supuesto, muchas partes se han inspirado en mi propia experiencia como inmigrante. La experiencia de ser extraño a uno mismo, de dejar un país, de perder un idioma, de cambiar de sitio, de identidad, ha influido de manera determinante en el libro. Todo ello resulta frustrante. Todo lo que un escritor crea surge de una experiencia personal. Todas las figuras que un escritor construye tienen elementos de su propia identidad, de su personalidad, sus miedos, sus aspiraciones, sus experiencias dramáticas. Y así ocurre con Rosa Masur. Parte de ella es mi abuela, parte soy yo mismo.
–Leyendo el libro, uno se da cuenta del papel que juega la memoria, tanto la personal, de Rosa Masur, como la colectiva, la de los judíos en Rusia, los que sufrieron el asedio de Leningrado... ¿Ha sido consciente que a la vez que construía la Historia con mayúsculas, ha ido componiendo otras historias cotidianas?
–Diría que es al contrario. Quise hablar sobre una gran historia a través de una historia personal, y la he mostrado en letras grandes. Es la novela de Rosa Masur. La intención es mostrar el drama humano, la experiencia de la vida en general, en el ejemplo de una mujer rusa judía. Y la Historia, entendida como eventos que acontecen, es simplemente un fondo, un contexto que ayuda a mostrar este drama humano. Si gente con diferentes historias personales la lee, debería verse reflejado en un espejo, precisamente por su condición humana, y no por ser judíos, rusos o porque hayan experimentado el dolor de mis personajes. Esa es la intención principal de escribir una novela como esta. Pero un efecto secundario fue mostrar la gran historia de los judío rusos, de la llegada de los soviets, la derrota de los nazis y la Segunda Guerra Mundial. Todo esto es parte de la historia y es el lector quien debe decidir qué es más importante. Lo mismo ocurre con 'Guerra y Paz' de Tolstói. Hay algunos que se quedan con la guerra y otros con la paz. No me estoy comparando con Tolstói, por supuesto. Me gusta cuando la gente lee la novela de manera completamente diferente.
Comprender
–Rosa Masur es el paradigma de la resistencia, de cómo en Europa se abre camino la multiculturalidad. Ella es judía viviendo en la URSS, germanófila durante el asedio de Leningrado, y tras la caída del Muro de Berlín, se convierte en una rusa que vive en Alemania. ¿Esta novela se construye a través de los contrastes identitarios?
–No creo que esto haya sido una construcción consciente, simplemente pasó. Porque es muy obvio para mí. Una persona del siglo XX, con esta biografía, este bagaje, se desarrolla a partir de diferentes identidades, de la alienación de sí misma y de su alrededor. Era inherente a la propia historia, es un efecto comprensible. Lo entendí en medio de la escritura, que este iba a ser uno de los temas principales del libro. Ni me resistí ni intenté forzarlo en otras historias que no hubiesen sido todavía escritas. Simplemente pasó por sí solo, pero no había una intención, en el sentido más estricto de la palabra.
–¿Ha condicionado la historia de Rusia su forma de escribir?
–Hasta cierto punto, sí. Como te comenté antes, mi mayor motivación fue mostrar el drama humano en el ejemplo concreto de una mujer rusa y judía, porque estaba muy impresionado por el testimonio de mi abuela y por mi propia experiencia. También había conocido a otras personas cuyas biografías me habían resultado muy interesantes. Sus personalidades me habían impresionado tanto que decidí crear una figura colectiva con muchos elementos de ellos. La mayoría provenía de Rusia, aunque no todos. Intenté reflejar en esta figura la historia de Rusia. Fue intencionado mostrar elementos de la historia de la Rusia soviética que prácticamente son desconocidos u olvidados en el resto de Europa.
–¿Por ejemplo?
–El asedio de Leningrado, algo de lo que no se hablaba en Austria. Prácticamente nadie se refería a ello, excepto quienes habían participado desde el lado alemán. No era algo que perteneciera a la memoria colectiva de Austria. No se trataba en las escuelas. Todo el mundo conoce Auschwitz o Stalingrado, pero Leningrado es prácticamente desconocido, excepto para los soviéticos. Y fue una de las batallas más crueles y terribles de la guerra. Fue el asedio más sangriento de la historia de la humanidad. Tenía la intención de mostrar esto. Pero, de hecho, solo hay dos capítulos en una novela tan larga para hablar de ello, así que no era mi intención principal cuando la escribí. Fue, de nuevo, uno de los efectos secundarios.
–En España se desconoce el antisemitismo de la Unión Soviética, y por eso Rosa Masur es un libro tan necesario para los lectores españoles. ¿Considera que el antisemitismo sigue siendo un problema europeo?
–Sí, por supuesto. Es algo que se queda patente con la lectura de las noticias que suceden en toda Europa. En Francia ha habido muchos ataques terroristas de carácter antisemita. Y tiene parte de su explicación en el yihadismo, una herida que viene de Oriente Medio. Es gente que odia a los judíos por otras razones. En todos los países donde los judíos forman una comunidad numerosa, como Francia, Suecia, Alemania o Italia, está presente el problema del antisemitismo. En España apenas hay población judía, pero eso no evita los ataques antisemitas. Hay lugares donde apenas hay judíos y sin embargo hay antisemitismo. Además de esta amenaza yihadista, está el viejo antisemitismo que viene de la derecha política, el tradicional racismo y antisemitismo que culpa a los judíos de controlar los bancos y las industrias. No es que sea tan peligroso como en 1930. No creo que la población judía esté en una situación como la de Alemania nazi, pero debo confesar que no me siento seguro todo el tiempo siendo judío.
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