Ángel Expósito: «Nuestras madres y abuelas cambiaron la historia de España»
El autor presenta esta tarde en el Centro de la Mujer de San Antolín, en Murcia, su último libro, 'Mi abuela sí que era feminista'
En 'Mi abuela sí que era feminista' (Harper Collins), el periodista Ángel Expósito (Madrid, 1964) recopila historias de valor, entrega y lucha de mujeres ejemplares ... que han peleado por sus familias, por sus hijos y por la sociedad en general. Historias que ha conocido a través de 'La Linterna', en Cope, programa que dirige y presenta desde 2018 y con el que ha tenido la oportunidad de emitir desde diferentes partes del mundo, conociendo otras realidades. El autor presentará su libro esta tarde a las 17.30 horas en el Centro de la Mujer San Antolín, en Murcia.
–¿Qué se va a encontrar el lector en 'Mi abuela era feminista'?
–Yo tengo la suerte de viajar mucho y hacer cantidad de programas de radio por cualquier lugar del mundo y, hace meses, la editorial me propuso recordar esos programas y dejarlos de una manera escrita. Las protagonistas de mis programas casi siempre son mujeres. O bien madres o hijas, o bien soldados, o cooperantes, o responsables de un colectivo que tiran para adelante como nadie. Entonces dije: 'mira, con la que está cayendo de un discurso absolutamente, para mí, impostado del feminismo, dejemos un relato de mujeres que he conocido dentro y fuera de España'. Y así salió el libro, que habla de mujeres superheroínas que hacen cosas increíbles y que casi siempre son anónimas. El título no surgió hasta el final.
«Apenas sale en los medios la labor que hacen en defensa de la mujer cantidad de monjas»
–De las doce historias que presenta, ¿hay alguna que le marcara especialmente?
–Es complicado pero me quedo con dos. Una es la historia de Conchita Martín, viuda del teniente Pedro Antonio Blanco [asesinado por ETA en el año 2000]. Insisto en que, con la que está cayendo, recordar a las víctimas de ETA me parece realmente meritorio, y el relato de cómo esta mujer cuenta el asesinato de su marido y cómo ha educado a los hijos y demás, me parece apasionante. Y luego, por la actualidad, me quedo con mis tres misioneras favoritas, que son tres monjas maravillosas que están en Kiev, en Ucrania, con las que estuve justo una semana antes de que empezara la guerra. Estuve en su casa en Ucrania hace nada, cinco meses. Son historias increíbles.
–Dice que el título se puso al final, ¿buscó con él provocar?
–Cuando estaba con la editorial viendo el contenido del libro, recuerdo que hablando con una de las editoras, contando historias de mi madre, mi abuela y de las mujeres que han marcado nuestra vida, al final nos dimos cuenta de quién ha conseguido la transición y quién ha conseguido los derechos de la mujer. No ha sido mi generación pero sí han sido nuestras madres y abuelas. Estas son las mujeres que cambiaron la historia de España. Nosotros hemos llegado con todo hecho. Me pareció un homenaje muy bonito. Por eso fue, no por provocar, sino por reconocerles el mérito.
–Habla en su libro de que en estos tiempos estamos ante un «feminismo abanderado por una tendencia radical y muchas veces fuera del sentido común». ¿Hoy en día, según usted, se pueden encontrar ejemplos de un feminismo que vaya en la dirección correcta?
–No sé si la palabra es 'correcta' o no. Todo lo que sea igualdad y reivindicar me parece correcto. Lo que no me parece correcto es la demagogia. No me parece correcto hablar de feminismo y de igualdad cuando te ha colocado tu pareja en tu puesto de ministra. El problema está en que apenas sale en los medios la labor que hacen en defensa de la mujer cantidad de monjas por el mundo, de cooperantes, de militares o de gitanas huyendo de la violencia machista como es el de Remedios, una de las protagonistas de mi libro. Por lo tanto, me parece que tenemos muchas más protagonistas anónimas luchando por la igualdad de la mujer que todas las 'progres' que aparecen en los medios. Creo que estamos dando demasiada voz a la política, cuando resulta que en la sociedad civil, en la vida normal y corriente, el protagonista es mucho más interesante. En el feminismo y en muchas otras cosas también.
Demagogia
–¿Diría entonces que el feminismo es un término contaminado?
–No sé si está contaminado o mal usado. Creo que es una palabra que está demasiado sobada, por decirlo así. Está sobada de demagogia. Ha ocurrido igual con la palabra progresista. O sea, ¿alguien cree que es progresista Otegui? ¿Alguien cree que es progresista Puigdemont? ¿Alguien cree que es feminista alguien que apoya el régimen de Venezuela o el régimen de Rusia, donde no se puede ser ni siquiera ser homosexual? ¿Puedes ser feminista cuando tu partido político se ha financiado con dinero de Irán? Por favor, seamos serios.
–¿Qué le parece el final como ministra de Irene Montero?
–Su final es el del partido del marido. El marido se inventa un partido desde la demagogia, aprovechando la corrupción de los gobiernos del PP, en una situación tremenda de crispación y de crisis. El partido nace con pasta de Venezuela y de Irán y aprovechándose de un gran descontento. Y de vivir en Vallecas, se van a vivir a un casoplón en la Sierra de Madrid. La gente se acaba diciendo '¿esto qué es?' y así termina.
–¿Qué opina de la nueva ministra de Igualdad, Ana Redondo?
–No la conozco. Supe de ella el día que la nombraron, y sé que trabajaba con Óscar Puente. No sé más. Dicho esto, quiero pensar que el discurso clásico del PSOE, en este tema es mucho más normal, por decirlo así, y menos demagógico, que el discurso de Podemos.
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