Antonio Garrido
El doctor en Filosofía y exdecano del Colegio Oficial de Aparejadores, Arquitectos Técnicos e Ingenieros de Edificación de la Región de Murcia señala en su último libro que la ciencia solo puede explicarnos cómo funciona el mundo, «pero no sabremos qué es»
Antonio Garrido Hernández (Tetuán, 1950) cree que es «una bendita herencia» la literatura clásica, «que nos conforma y es absolutamente necesario conocerla e interpretarla desde ... nuestros problemas, como hace muy bien Antonio Campillo en 'Grecia y nosotros: La herencia griega en la era global (Lecturas de filosofía)'». El exdecano del Colegio Oficial de Aparejadores, Arquitectos Técnicos e Ingenieros de Edificación de la Región de Murcia y filósofo acaba de publicar en Amazon 'Principio Admiración: Filosofía ingenua', un libro que responde a una duda existencial: «Nunca conoceremos, ni nosotros ni nuestros antepasados, ni sus descendientes, qué es la existencia. Nunca. Solo podemos admirarla. Esa es la base del asunto. Lo que pasa es que decir eso es muy osado, pero hago el mínimo esfuerzo de probarlo», reconoce.
Garrido Hernández recurre a fórmulas matemáticas «si viene a cuento» para enfrentarse a problemas filosóficos. En concreto, en este volumen utiliza la fórmula de Planck, «que está en los cimientos de la teoría cuántica», y la «extraordinaria y conocidísima» fórmula de Einstein para concluir que la razón es tautológica. «Es decir, nuestra razón proviene de la evolución, y el mundo inconsciente ha creado su conciencia y su razón. Y esa razón no puede tener otra estructura que la misma realidad que la ha producido. Por eso es tautológica. Platón ya lo sospechaba cuando dice que nuestro conocimiento es recuerdo, la anamnesis. Conocer es recordar otra vida en la que estuvimos en el cielo de las ideas». También le hubiera servido la fórmula de la gravitación universal de Newton, «pero esas dos fórmulas que he elegido apelan a la ciencia actual; al fin y al cabo, Newton es verdad, pero es más verdad todavía la teoría de la relatividad de Einstein».
Lo que esas fórmulas le prueban a Antonio Garrido es que la ciencia solo puede decirnos cómo funciona el mundo. «Y lo hace –opina– de una manera extraordinariamente eficaz, y transforma nuestras vidas. Con grandes riesgos, como ahora está de moda con la inteligencia artificial, y como antes fue percibido con la energía atómica aplicada a la guerra y tantas otras amenazas que la tecnociencia ha puesto sobre el tapete».
«Nunca conoceremos, ni nosotros ni nuestros antepasados, qué es la existencia. Nunca. Solo podemos admirarla»
Suponiendo que el universo no cambiara nunca de leyes ni de comportamiento, «porque hoy hasta las leyes del universo se modifican, esto haría que la ciencia tuviera más recorrido. Pero aún con las leyes vigentes, la ciencia solo puede explicarnos cómo funciona el mundo. Pero no sabremos qué es el mundo». La filosofía, que es rival en la búsqueda del conocimiento, si exceptuamos el ámbito de la literatura y la poesía, solo puede decirnos qué son los entes, «como diría Heidegger», remarca Garrido. «Si preguntas qué es la existencia, ¿cuál es la respuesta? No hay un concepto más amplio. Y encima el sentido de la vida, que es algo que perseguimos continuamente, me hace pensar que sentido es el participio pasado del verbo sentir, y, por lo tanto, sentido de la vida se refiere a cómo nos sentimos. No a qué destino nos espera ni cuál fue el origen de toda esta aventura, sino cómo nos sentimos».
¿Tenemos tendencia a buscar el enredo? Dice Garrido que «eso es una derivada mental, porque somos resultado de la compejidad, y estamos generándola. Somos hijos de la complejidad». A estas alturas, «yo pienso mejor escribiendo», acepta el filófoso, que tiene como criterio ético fundamental el sufrimiento. «Ningún discurso se legitima si el resultado es sufrimiento de individuos concretos».
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