Alfredo Sanzol: «Allí estábamos hablando de sexo un señor de 51 años, y una señora de 85, mi madre»
El aclamado autor y director de escena abre este lunes en Murcia, en la Fundación Cajamurcia, el ciclo 'Voces de la Literatura'
El público de la Región de Murcia se enamoró definitivamente de su teatro a raíz de 'Días estupendos', un texto escrito y dirigido por ... él y que se representó en el Teatro Circo Murcia (TCM) en 2011. «La vida no tiene un argumento que la atraviesa, sino que está construida con sucesos yuxtapuestos que crean una especie de mosaico», dice Alfredo Sanzol (Pamplona, 1972), aclamado por público y crítica, actual director del Centro Dramático Nacional (CDN) y que este lunes, a las 19.30 horas, inaugurará en el Aula de Cultura de la Fundación Cajamurcia -Gran Vía, 23- el ciclo 'Voces de la Literatura', que coordina el catedrático de la UMU, crítico literario, y colaborador de Opinión de LA VERDAD, José María Pozuelo Yvancos.
El último montaje dirigido por Sanzol que pudo verse en Murcia fue 'El Golem' -Teatro Romea, 2022-, un texto complejo y bellísimo de Juan Mayorga que te va transformando en hoguera conforme lo vas escuchando. Lo dirigió con una inteligencia y sensibilidad abundantes, prestándose con entusiasmo a entregarse a un texto sombrío y espinoso, muy alejado de los suyos propios, que transitan siempre con orgullo por el terreno de la ternura, la delicadeza, el humor, lo cotidiano hecho cuento, juego o promesa de felicidad. Se entregó a 'El Golem' sin poner su alma a salvo y el resultado fue mágico.
-¿Le sigue contando cuentos a su hijo Juan?
-[Sonríe] Ya no, porque Juan tiene ya 13 años y ahora le leo libros en voz alta, y le encanta. Este miércoles [la entrevista se realizó el jueves] comencé a leerle 'Yo serví al rey de Inglaterra', de Bohumil Hrabal.
-¿Leía usted mucho de niño?
-Disfrutaba jugando, haciendo deporte y estando con amigos, pero recuerdo que también necesitaba pasar mucho tiempo solo para emplearlo en leer, en pensar y en empezar a escribir mis cositas. Cuando mis amigos me preguntaban que por qué no iba a jugar con ellos, y les respondía que porque me apetecía estar solo, les llamaba mucho la atención [sonríe]. También me gustaban desde crío las comedias, el humor y el trabajo de los imitadores.
-¿Una infancia feliz?
-Bueno, a ver..., yo era un niño preocupado al que le afectaba todo mucho. Recuerdo también el sufrimiento y el dolor de la infancia, las agresiones que se producían en el colegio...; era muy permeable a la violencia en general, y me tocó una época muy violenta. Soy del 72, y con 6 años, en el 78, la sociedad en Pamplona estaba muy tensa. Los veranos en el campo eran una especie de liberación. Leer siempre me ha gustado, y la escritura llegó ligada a la lectura.
-¿Cuándo descubrió el teatro?
-En el instituto, con 16 años. En el teatro se unían la imaginación, la literatura y la improvisación, con el hecho de que siempre me ha interesado también todo lo que tiene que ver con el deporte, la danza, el movimiento. En el teatro se unían mis dos aficiones, y fue entonces cuando empecé a leer más teatro y a escribirlo.
-¿Soñaba con el éxito?
-Ni me lo imaginaba, no era mi objetivo, y me sigue pasando que cada vez que empiezo una obra tengo la sensación de que comienzo de cero, y de que sigo siendo ese chaval que intentaba hacer algo que mereciera un poco la pena. Cuando escribo, siempre me veo muy frágil, muy vulnerable, muy ignorante y muy desnudo. Después, cuando compruebo que lo que he escrito o he dirigido ha conectado con el público, para mí es un gusto. Yo, con poder dedicarme a lo que me gusta y poder vivir de ello ya me doy por satisfecho. Además, sé que el éxito no es siempre un pasaporte para seguir trabajando.
-¿Qué le atrapa del teatro?
-Es como un espejo invertido de la realidad, en el que los personajes nos permiten ver qué es lo que nos está pasando a nosotros. Creo que el teatro es necesario para poder vivir, para poder entender al otro a través de los personajes, para poder entendernos a nosotros mismos y también cómo funcionan las fuerzas que estructuran una sociedad. El teatro es esencial para poder probar posibilidades de otra realidad, y da forma a fuerzas que intuimos pero que no vemos; para hacerlas visibles, es necesario el teatro.
-¿Sigue habitado por la ternura?
-Sí, la ternura es esencial para la vida personal y también para la social. La ternura es la manera en la que se expresa el amor, no es algo blando, no se debe confundir lo tierno con lo blando. La ternura es fibrosa porque es la forma de expresarse el amor: eres tierno si escuchas al otro, si eres empático, si intentas conocer la opinión de otros. La ternura se frena cuando nos ponemos a la defensiva. Vivimos e un momento social en el que la violencia anda muy agitada y, entonces, claro, la ternura desaparece porque nos ponemos a la defensiva.
-¿Hay quienes la consideran un signo de debilidad, sobre todo en los hombres?
-Todo lo contrario, si estás débil no puedes ser tierno; si estás débil eres seco, eres áspero, sólo piensas en tu propia debilidad. La ternura requiere fortaleza, no hay ternura sin fortaleza.
-¿Qué le llama la atención?
-Por ejemplo, no entiendo que los 'haters' se lleven muchos 'likes'. Creo que hay algo en el anonimato que despierta un lado sádico en el ser humano. No se calcula el daño que produce el 'like' al 'hater'. Creo que debemos hacer un ejercicio de conciencia sobre lo que estamos haciendo al valorar positivamente las opiniones que tienen que ver con el odio.
-¿Qué echa en falta en estos momentos que vivimos?
-Creo que falta tiempo y espacio para el pensamiento libre y seguro, no puede ser que el pensamiento no se desarrolle por miedo, ni tampoco que se desarrolle en los pocos caracteres que tiene un tuit, ni que vivamos un momento en el que resulta imposible expresar la paradoja. Porque la mayoría de las frases tienen un 'sí, pero...'. Yo puedo opinar algo, pero el pensamiento se crea a través de la excepción, a través de la paradoja, a través incluso de la contradicción, y resulta que todos esos matices no se toleran. Y esa intolerancia perjudica al desarrollo del pensamiento.
-¿Qué reflexión propone que hagamos sobre los extremismos entre los que nos movemos?
-Creo que tenemos una misión como sociedad: pensar acerca de quién se beneficia de esta situación de extremos y polarización, eso es lo que tenemos que pensar entre todos.
-¿A qué continúa estando atento?
-Siempre, desde muy chaval, me ha interesado mucho todo lo social y lo político, y tratar de entender cómo se mueven las estructuras sociales, las opiniones...; y también me ha gustado estar atento a lo que pasa fuera de nuestro país. La sociedad española tiene sus características, que a nosotros nos parecen muy especiales, pero se pueden extrapolar en casi todo al resto de los países. En casi todos ellos hay grandes bloques de opinión: uno, dos o tres grandes bloques de opinión, cada uno de los cuales se va ramificando.
-¿Qué cree que no valoramos suficientemente?
-La importancia que tienen las leyes a la hora de regular la convivencia. Y la autoridad de la ley debe surgir de los grandes consensos; por tanto, es una responsabilidad de todos alcanzar consensos muy amplios.
-¿Por qué se decidió a montar y a dirigir 'La casa de Bernarda Alba'?
-Es un texto que yo he admirado siempre, y que forma parte de mi mundo personal y de teatrero. Cuando tenía 14 años, mi madre me regaló las obras completas de Lorca y empecé a leerlas. Al principio me gustaban más obras como 'El público' o 'Así que pasen cinco años', porque me parecían textos muy misteriosos. Más tarde llegó 'La casa de Bernarda Alba', que pensé en dirigir en varias ocasiones hasta que, por fin, ha llegado el momento.
-¿Y qué decisión tomó entonces?
-Volví a leerla y le pedí a mi madre que también la leyese de nuevo, y me fui un día verla a Pamplona para hablar de la obra. Y allí estábamos hablando de sexo un señor de 51 años, y una señora de 85 años, mi madre. Después pasamos a concretar hablando de la sexualidad femenina y de la educación que ella había recibido. Y entendí cómo 'La casa de Bernarda Alba' estaba alojada también en mi cuerpo. Vi los conflictos, los miedos, las violencias, y todo eso de lo que hablaba la obra lo reconocí también en mí, estructurado en forma de conflicto. Y me dije: '¡Ahora sé por qué tengo que contar esta historia!'.
-¿Sobre qué nos advierte Lorca en esta obra?
-Bernarda Alba está poniendo sobre la mesa una estructura de violencia machista brutal. Crea un mundo visible en el que solo hay mujeres que están metidas en una especie de prisión-refugio, y crea un entorno masculino alrededor de esa casa, en el que los hombres violan, contratan prostitutas, linchan a una mujer...; hombres que abandonan, hombres que matan a otros hombres por quedarse con una mujer... Crea todo un mundo de violencia machista sobre el que se sostiene esa casa. Lorca pone sobre la mesa una estructura patriarcal, tal como la conoció él en ese momento, y además con un gran dolor: la falta de sororidad entre esas mujeres.
-Uno de sus grandes éxitos fue la gira de 'La respiración', que pudo verse en el 47 Festival Internacional de Teatro de San Javier coincidiendo con el homenaje que se rindió a Verónica Forqué.
-Era una persona muy cariñosa, y somos muchísimos los amigos que tenía que todavía seguimos viviendo el duelo... Fue la primera vez en la que yendo de gira vi llenos todos los teatros en los que cabían mil personas o más, y eso dejaba claro lo que el público de todas partes la quería y la admiraba como actriz.
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