Alondras y búhos
La torpeza en el desenvolvimiento cotidiano, suele interpretarse como falta de ritmo cerebral; como si el cerebro no se hubiera despertado todavía y le costara ... ponerse en marcha, a unas personas más que a otras. De hecho, se ha clasificado a los humanos en los cronotipos alondra y/obúho, significando, entre otras, la facilidad para sumergirse en el sueño a horas tempranas o tardías de la noche, respectivamente, lo que conlleva un despertar madrugador o tardío por la mañana y lleva aparejado la facilidad para desarrollar tareas o la torpeza, hasta que el cuerpo se normaliza. Se suele atribuir al funcionamiento de las neuronas que, al no ponerse en marcha, justifican el argumento de las lagunas o despistes ocasionales que pudieran suceder. Algunos investigadores han mantenido que estos trastornes de la atención y la memoria, estaban en relación con la actividad de las neuronas del cerebro. Pero no necesariamente es así.
Recientemente, se ha descubierto que los mecanismos de inhibición neuronal pudieran estar en la raíz de la explicación, activando de forma descontrolada centros neurálgicos, como la corteza prefrontal y el hipocampo, según revela Bast. Esto pone de manifiesto que mucha actividad, no es sinónimo de mejor actividad. Contracción de músculos e incluso pérdida de conocimiento, son consecuencias de una descarga neuronal incontrolada. Al final, como siempre, todo lo que nos aleja del equilibrio, resulta ser negativo, de uno u otro modo. La modulación de la transmisión de las señales de excitación o inhibición son determinantes. Los neurotransmisores son las sustancias que emplean las neuronas para comunicarse: se unen a los receptores de otra neurona y posibilitan que los iones transiten por los canales de la membrana. El resultado es una modificación de la carga eléctrica, lo que genera una diferencia de potencial que activa una onda de excitación que se transmite de una neurona a otra. Por el contrario, la señal que provoca la inhibición está intermediada por el denominado mensajero ácido gamma- aminobutírico, cuya función es alterar la carga de la membrana y, de esta forma, pone dificultades para que se genere la diferencia de potencial. La inhibición tiene como consecuencia el control de la descarga de las neuronas, de forma que así, se pondera a respuesta a estímulos concretos.
Respuestas
En el envejecimiento, así como en enfermedades neurológicas como alzhéimer, autismo, depresión, esquizofrenia, trastorno bipolar, la acción inhibitoria de las neuronas no funciona apropiadamente. La zona prefrontal coordina as funciones cognitivas y de atención, mientras que el hipocampo es un modulador de la memoria, interviniendo en el recuerdo. Se ha evidenciado que los pacientes de Alzheimer tienen una mayor actividad en el hipocampo. Si deja de funcionar la inhibición la respuesta de las neuronas responde a estímulos muy pequeños. Peores recuerdos y menos concentrados, es el resultado para los humanos. Esto evidencia que menos actividad neuronal, en ocasiones, es más. Cuando las neuronas del lóbulo frontal descargan, alteran, además de la atención otras funciones cognitivas. Nuestra capacidad de adaptación a escenarios nuevos requiere una flexibilidad mental que permita adaptarnos.
La deshibición neuronal es un problema, como señalamos. Su control se hace necesario, cuando no de forma natural, con intervención farmacológica. Probablemente, una vía en detención de la pérdida de memoria, en enfermedades como el Alzheimer, discurra por el camino de restablecer el equilibrio que requiere nuestra actividad cognitiva y la inhibición cerebral. No cabe duda que los retos de la investigación actual incluyen los mecanismos de regulación de la actividad neuronal de las zonas cerebrales implicadas en la cognición y el comportamiento. Parece claro que hay una asociación más intensa entre las alteraciones del cerebro por actividad neuronal desenfrenada y fuera de control, que por reducción de la actividad de las neuronas. Esto, visto así, implica lo contrario de las hipótesis de trabajo desarrolladas desde tiempo inmemorial, basadas en potenciar la actividad cerebral como remedio de todos los males. Menos es más en salud mental. La estimulación transcraneal, como panacea de las dolencias relacionadas con la actividad de las neuronas, no responde a los escenarios que hasta hoy se conocen e investigan.
No nos tiene que sorprender que, así es como se trabaja en Ciencia: método, repetibilidad y falsabilidad. Y gradual, poco a poco, sin pausa, poniendo en duda, nunca aceptando verdades dogmáticas. Todo es susceptible de reinterpretarse. Coherencia es el ámbito. Nunca el dogma. Alondras y búhos tienen su explicación. Otra cosa es que no sea la de siempre.
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