'Otaberra', herir y descarnar la memoria
El libro de la semana ·
El espíritu lúdico y experimental está presente en todas las capas narrativas y formales de la nueva novela de la sevillana Elisa Victoria. El complejo caleidoscopio que traza a todos los niveles de la obra se justifica como una «carta de amor a las posibilidades de la escritura»Inés Belmonte Amorós
Sábado, 16 de marzo 2024, 07:43
'Otaberra' (2023) es la tercera novela de la sevillana Elisa Victoria (1985), publicada nuevamente bajo el sello Blackie Books, y a la que preceden ' ... Vozdevieja' (2019) y 'El Evangelio' (2021).
No obstante, su faceta de escritora se remonta a hace más de diez años, con su primera publicación 'Porn & Pains' (2013) junto a la editorial independiente Esto No Es Berlín, así como con sus incursiones literarias en revistas autoeditadas, 'fanzines', y magazines digitales (Kiwi, Vice, Ardemag…). Si el lector revisa alguna de estas publicaciones de sus primeros años, se dará cuenta de que Elisa Victoria sigue manteniendo la misma esencia underground. Esta se revela, por ejemplo, en el estilo sucio, palpable y matérico de su lenguaje, o en la radicalidad con la que aborda cuestiones como el sexo en la adolescencia y en la infancia. En este sentido, señalaría la sevillana en una entrevista para Radio3 que 'Otaberra' contiene también un homenaje y un guiño a sus primeros textos publicados.
Precisamente, el espíritu lúdico y experimental está presente en todas las capas narrativas y formales de la nueva novela de la sevillana, empezando por el propio título (¡que sea el lector el que desentrañe su misterio!). Si bien el comienzo es amable, convencional, con su clásica tercera persona y su más clásico narrador omnisciente, algo sucederá en estas primeras páginas que va a desencadenar un juego de espejos, voces, perspectivas y metaficciones. Pero más allá de todo experimento, lo que subyace es perfectamente universal: el deseo de reparo y sanación de un evento traumático. Y tal deseo, en lo que respecta a la protagonista, Renata, pasa por la fantasía de romper la lógica espacio-temporal, retornar a ese momento clave e impedir que suceda. Reescribir obsesivamente el tiempo desde el delirio, el sueño, la ciencia.
El gran tema de 'Otaberra' es el tiempo. El que se escurre y afecta sobre la piel y traiciona, pero también el que se congela; el que no es susceptible de ser vivido sino siempre desde una proyección de futuro, o de pasado
Elisa Victoria propone colocar al mismo nivel lo acontecido y aquello que podría haber pasado, enredando los planos de la realidad y la ficción, en un ejercicio de hurgar con insistencia en la herida. Como ya se ha adelantado, este proceso conlleva la ruptura del tiempo. Por una parte, alterando la linealidad a partir de flashbacks y miradas al futuro; por otra, suspendiéndolo, pues los personajes se rebelan y se convierten en comentaristas de la propia historia en la que están insertos como caracteres.
Muñeca rusa
El tejido narrativo también se retuerce por las múltiples capas de ficción que convierten 'Otaberra' en una interesante, aunque a veces desorientadora, muñeca rusa. Y es que la novelista persigue solidarizarse radicalmente con todos los personajes de la historia, trazando un vivo retrato de la genealogía familiar femenina que tiene como personaje clave a Renata. De este modo, le cederá a la mayoría de personajes la voz narrativa, e incluirá algunos de sus relatos y diarios (es decir, no solo encontramos sus voces naturales, sino también las literarias). Se trata, pues, de una estructura estudiadamente caótica, en la que la autora no se priva de la intuición y el juego. La mezcla y el cóctel de elementos se manifiesta también en la experimentación con los géneros literarios.
Elisa Victoria aprovecha inteligentemente las posibilidades que a ello brinda el formato novela, incrustando otros géneros como el diario o el cuento. El gran tema de 'Otaberra' es el tiempo. El que se escurre y afecta sobre la piel y traiciona, pero también el que se congela; el que no es susceptible de ser vivido sino siempre desde una proyección de futuro, o de pasado, que impide habitar el presente.
Algo desencadena un juego de espejos, voces, perspectivas y metaficciones. Más allá de todo experimento, lo que subyace es perfectamente universal: el deseo de reparo y sanación de un evento traumático
Pero también lucen los temas secundarios, que vienen a ser ya el clásico repertorio de la maquinaria imaginativa de Elisa Victoria: el retrato de los tránsitos entre grandes épocas vitales, la adolescencia, la menarquia, el deseo incipiente, los inadaptados, o el duro castigo en el pueblo por ser distinto («este pueblo infecto que no quiere que nos vayamos, que nos quiere bien dentro del perímetro para engullirnos y triturar nuestros huesos pálidos sin dificultad»). Estos últimos aspectos se cristalizan especialmente en las dos figuras centrales, Renata y Eusebio, amigos íntimos que miden, acortan o prolongan las distancias de su relación en base al qué dirán; esto es: a una posible penalización social.
Carcajadas y desconcierto
Tal y como sucede en sus otras dos novelas, es digno de subrayar el tratamiento de lo cómico en una historia marcada por un profundo sentimiento trágico. La autora emplea aquí originales recursos que procuran carcajadas y desconcierto, resquebrajando momentáneamente el aura perversa y brumosa de 'Otaberra'.
Pero también deben aplaudirse las notas de terror macabro que van sembrándose en las páginas: unos dientes congelados; unos tentáculos emergiendo de una vulva; una mano podrida que se esconde tras un árbol en el bosque… En esta línea, también el discurso está plagado de metáforas escabrosas que acompañan a ese lenguaje pulposo, áspero y violento mencionado anteriormente: «las madres y las maestras [de Otaberra] dando consejos que amortajan el cerebro dentro del cráneo, los niños riéndose unos de otros, los padres como momias huecas a las que se les ha drenado la sangre…».
'Otaberra', Elisa Victoria
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Género Novela
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Editorial Blackie Books
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Barcelona 192 páginas
No obstante, quizás su mayor acierto sea el espíritu posmoderno que recoge y refleja lúcidamente la autora en su novela, y que se expresa a través de la obsesión por controlar la memoria, la autonarrativa, y las posibilidades de representación del yo, transformado en personaje del discurso de los otros.
El complejo caleidoscopio que traza Elisa Victoria a todos los niveles de la obra se justifica como una (en sus propias palabras) «carta de amor a las posibilidades de la escritura».
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