Entrar y salir del pozo
'Brocal y voraz' ·
La voz lírica en este poemario de la murciana María del Carmen Ruiz Guerrero es una mujer, sometida a dos juicios, el propio y el ajeno, que ha caído hasta su noche oscura del alma en el ansía por resignificarse. Lo rural se presenta en las sillas del ajuar, las intocables que hablan «de lo que se echó en falta, / del miedo a regresar y perderlo todo». En ese miedo, reside la necesidad de encontrar la libertadAnabel Úbeda
Sábado, 23 de marzo 2024, 07:34
María del Carmen Ruiz Guerrero (Murcia, 1976) nos trae 'Brocal y voraz' (La Garúa, 2023), un grito de liberación que emana desde la profundidad del ... pozo, enclave tradicional en lo rural, esencial tanto en nuestro imaginario literario como elemento que nos retrotrae a las costumbres rurales que nos van salpicando para dibujar a un yo-lírico que se cuestiona a través de ellas para significarse. Por otro lado, nuestra poeta y docente, recoge y pone en valor, en este sentido, la tradición de las voces femeninas que la acompañan, como modo de autoconocimiento y se convierten el hilo conductor para realizar su propio viaje alegórico, con tres paradas, que va desde el fondo hasta posarse en la boca del pozo porque «tiene una boca que nos llama / y una cuerda que nos dice: / -Se puede entrar y salir».
Emergemos desde 'Lo hondo' con un libro bajo el brazo, como un faro, y la esperanza del encuentro en un mundo justo de esperanzas en el que «a veces se escucha u grito sordo / o un lamento prolongado cuyo eco se pierde / sin respuesta» y en que nos detestamos «por ser la mujer que suplica». De rodillas, en el fondo del pozo, sabemos que los rayos de luz no atravesarán el agua, como no pudimos atravesar las rejas negras del hogar, esas ventanas marcadamente lorquianas que escondían la juventud y la rebeldía del amor que viene a salvarnos: «te marchaste antes de que las ventanas / se abrieran en el muro, / antes de poder contemplar la vida», pero aún ante la vista fija de los que nos juzgan: «estás siendo analizada meticulosamente, / eres el objeto ante el comité de expertos».
'Brocal y voraz', de María del Carmen Ruiz Guerrero
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Género Poesía
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Editorial La Garúa. 2023. 72 páginas
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Precio en librerías 12 euros
La voz lírica es una mujer, sometida a dos juicios, el propio y el ajeno, que ha caído hasta su noche oscura del alma en el ansía por resignificarse: «en este suelo fui un amasijo / de mujer retorcida / esperando el fin de un dolor, la tregua». Lo rural, se presenta en las sillas del ajuar, las intocables que hablan «de lo que se echó en falta, / del miedo a regresar y perderlo todo». En ese miedo, reside la necesidad de encontrar la libertad.
Cuando la luz empieza a entrar, titilamos en el 'Nivel espejo de agua', zona de descubrimiento: «Estoy en la orilla y susurro, / parece que rezo, pero no tengo Dios. / El balanceo de mi cuerpo, / recuerda otro nombre». Nos hacemos conscientes de nosotras mismas, de la entereza que nos yergue y del impulso que nos hace avanzar: «Solo yo lo sé; / son mis pies, que no se conforman, / y algo sin nombre en el resto del cuerpo, / vivo y rebelde y anhelante» y, sin embargo, no quedamos libres de la pérdida porque «es preciso habituarse a lo quebrado». Dentro de los recuerdos, de las tareas más cotidianas, también hallamos una pausa al paso del tiempo: «Lanzo al aire la sábana del tiempo, / limpia, sin arrugas, con el aroma fresco / del discurrir sin pausa… / Hacia arriba queda el instante, allí donde la memoria / se detiene» y, de esa memoria, rescatamos el amor que traspasó nuestros límites: «tuve el privilegio del amor / desbordante, desbordado en avenidas / furiosas contra las fronteras, / haciéndolas ceder»; para llevarnos a un nuevo amor, que en nuestro presente se revela lugar seguro: «compartir la sombra contigo cuando / la luz se revela del otro lado… piel con piel donde la sombra es angustia, / donde es, sin remedio, incertidumbre».
Es el grito de una mujer que «solo tiene las manos para recoger el agua», que es sinónimo de la vida, del campo, de lo que nace para desembocar en otro lugar, del agua que es hogar desde ese brocal
Al filo de la felicidad, los dedos del yo-lírico atraviesan el agua en 'La boca', emergiendo del pozo se halla el remanso, la aceptación definitiva de que la sed y la luz son términos complementarios al impulsar nuestros pasos hacia la búsqueda de la felicidad, o, simplemente, del equilibrio. Partimos de «las palabras alojadas en la matriz. Útero / madre, útero sementera», para mostrarnos como observadoras atentas de ese entorno que ya se muestra afable: «mientras analizo el canto / e intento describir las notas que escucho, / alza el vuelo» o «si sales en casa al balcón, te vas / a encontrar con un tiesto recién / plantado. Aún no tiene brotes, / pero ya luce hermoso…». Desde la oscuridad inicial a la llama que va invadiendo con su luz cada resquicio nos dice que «no es lo que se muere, / es lo que se enciende», es ese amor que cura, la presencia de un linaje familiar que no tiene miedo a pronunciar la palabra muerte porque «tiene que ser extraño / para un niño de diez años tener / la mortaja colgada sobre el cabecero / de la cama».
Es también el amor que brota desde el interior, permitiendo comprar las jaulas simbólicas, para ser la madre que se dedica «el resto del día a doblar / sus barrotes, uno por uno, para hacerlas / inservibles»; la dadora de libertad que también se pregunta por sí misma al rememorar su herencia matrilineal, de aquellas mujeres que le enseñaron tanto con tan poco, de una libertad muy diferente a la nuestra: «enrosco / el moño de mis abuelas sobre la cabeza / y observo la imagen. ¿Pareceré yo tan libre / al dejarlo caer?».
'Brocal y voraz' es el grito de una mujer que «solo tiene las manos para recoger el agua», un agua que es sinónimo de la vida, del campo, de lo que nace para desembocar en otro lugar, del agua que siempre es hogar desde ese brocal, allí nace la sed-curiosidad, el cuestionamiento y la aceptación de las tradiciones, el entender que solo desde la voracidad se puede afirmar que: «no es el silencio, / es la posibilidad».
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