Mujeres al volante
Bertha se convirtió en un fenómeno publicitario, ayudó a impulsar el negocio y, en última instancia, contribuyó al futuro éxito de Mercedes-Benz
En verano los desplazamientos en coche aumentan significativamente. Escapadas improvisadas, viajes planeados, encontrarse con amigos, excusas para salir de nuestra ciudad... todo vale con tal ... de experimentar la sensación de libertad y no estar sujetos a un horario regular. Nuestros patrones de movilidad se ven festivamente alterados, buscamos con ahínco romper con la rutina de once meses previos de desplazamientos automatizados. Lo que no terminamos de romper son los estereotipos sobre las mujeres conductoras.
Según cifras de la DGT, en España existe paridad al volante en el número de licencias, si bien el número de propietarias es claramente inferior al de hombres. Tener carné de conducir y un vehículo propio supuso mejorar la movilidad y el acceso al empleo de las mujeres, siendo especialmente significativo en zonas donde el transporte público resultaba limitado. Como todas las conquistas de derechos, no fue rápida ni gozó de aceptación social, siendo al comienzo un hecho curioso, consentido por lo inusual, o incluso extravagante.
Hay muchas conductoras en la historia universal. Quizá una de las más célebres, y sin duda la primera, fue Bertha Benz. Bertha era la esposa de Karl Benz, el que sería copropietario de la marca Mercedes-Benz. Karl era un ingeniero brillante, y Bertha, que tenía una fortuna propia, financió sus proyectos desde que estaban prometidos. Esta iniciativa ya adelantaba la fe de Bertha en las ideas de su futuro marido. En 1886 Benz patentó un novedoso ingenio: un automóvil sin caballos, con motor, de tres ruedas y tracción trasera. La patente no despertó interés comercial. Así que su inventor, tras un tiempo, desechó su idea. Pero Bertha no estaba dispuesta a dejar morir su inversión: recuerden que ella era la socia capitalista.
El 5 de agosto de 1888, en la sola compañía de dos de sus hijos adolescentes, emprendió el primer viaje de larga distancia de un automóvil: desde su casa en Mannheim hasta la de su madre en Pforzheim, unos 106 kilómetros de la próspera Alemania. Era un viaje que realizaban a espaldas del cabeza de familia –eso dicen las crónicas–, con un claro afán publicitario para dar a conocer las posibilidades del automóvil con motor. Borren ustedes de sus cabezas los cómodos Mercedes: el vehículo era un triciclo sin carrocería, por lo que los ocupantes iban a la intemperie. Borren también la idea de carreteras, lo que había hasta el momento eran trazados para carruajes y carretas. Y por supuesto no había estaciones de servicio. El motor se calentaba, y había que hacer frecuentes paradas para verter agua; también para reponer combustible, ligroína (un disolvente ligero derivado del petróleo) que se compraba en las farmacias. La cosa no terminó aquí: el conducto del combustible se atascó, y un cable necesitó aislamiento. La señora Benz tiró de ingenio (del alfiler del sombrero y una lija) para ejercer de mecánico y seguir su viaje. Es un detalle que la historia haya cedido el protagonismo a la madre, y no a los dos jóvenes adolescentes que la acompañaban: caprichos de la épica y perspicacia del márquetin a partes iguales.
Allí por donde pasaban despertaban gran interés: el coche era una novedad, ¡pero la conductora mucho más! Gracias al telégrafo en algunas poblaciones incluso ya estaban esperando a que llegaran para festejarlos. Diez horas tardó en llegar a destino, a casa de su madre, y con un telegrama comunicaba a su marido el éxito de su proeza. También cumplía con su deber de esposa de informar dónde estaba: las leyes del momento, que así lo exigían. Los periódicos locales no dejaban de alabar la proeza: ¡una mujer al volante! Y la industria, ahora sí, vio grandes expectativas para la movilidad personal. Bertha se convirtió en un fenómeno publicitario, ayudó a impulsar el negocio y, en última instancia, contribuyó al futuro éxito de Mercedes-Benz. (Una empresa posterior creada tras la fusión con la compañía Daimler: Mercedes era hija del propietario original de Daimler).
Esos 106 kilómetros que Bertha tardó en recorrer medio día es algo así como la distancia entre Murcia y Águilas. Un trayecto que hoy escasamente se cubre en una hora y pico. Si Bertha levantara la cabeza, sonreiría. Y no solo por estar en las bellas playas de la Costa Cálida.
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