El corazón es un cazador solitario
NADA ES LO QUE PARECE ·
Pérez-Reverte es un escritor inclasificable que huye de las consignas y del borreguismo servilLa novela que acaba de publicar Arturo Pérez-Reverte, 'Línea de fuego', un tomo de casi ochocientas páginas, con una portada que no deja impasible a nadie, con ilustraciones, al inicio de cada una de sus tres partes, a cargo de Ferrer-Dalmau, a quien le dedica la obra, es, como diría su compadre Eslava Galán, una historia sobre la Guerra Civil que no va a gustar a nadie.
Reverte, sin embargo, no esconde sus cartas, que pone sobre la mesa antes de adentrarse en la propia acción del libro, con cinco citas como cinco soles de personas de uno y otro bando: desde el general Vicente Rojo, Jefe de Estado Mayor de la República, hasta el general Yagüe, conocido militar franquista, quienes, a pesar de estar muy distantes en sus respectivas ideologías, coinciden al calificar la contienda como una batalla de españoles contra españoles en la que todos, los de un lado y los del otro, fueron gallardos y valientes.
Pero hay gente que no va perdonarle al escritor cartagenero, a punto de cumplir los setenta tacos del calendario, con casi medio centenar de libros a su espalda y habiendo sido testigo de más de una veintena de guerras perdidas en las que estuvo en la primera línea de fuego como reportero, el que no haya tomado 'posiciones', el que su actitud no haya sido la de denunciar a los de un determinado bando, el que no sea más comprometido y tomara partido por una u otra posición.
Quienes conocemos a Reverte desde hace décadas sabemos que a él le gusta cazar solo. Salir al bosque por su cuenta, mochila al hombro, aun a riesgo de perderse. Las ideas personales ya no venden. La posición intermedia que nos propone, esa tercera vía que emana de tipos como Chaves Nogales, al que, gracias al propio Pérez-Reverte y a otros escritores como Muñoz Molina, hemos descubierto recientemente, resulta confusa para muchos, inadecuada, porque elimina para siempre los viejos estigmas de buenos y de malos, de rojos y de azules. Y hasta ahí podíamos llegar.
Hace unos años, en los mejores estudios sobre la novela española traídos de la mano de críticos como el murciano Gonzalo Sobejano, profesor, hasta su muerte, de la prestigiosa universidad neoyorquina de Columbia, a los autores que habían tratado como tema principal en sus obras la Guerra Civil española se les clasificaba entre vencidos o vencedores, testigos directos o entre quienes habían permanecido en la retaguardia. Ahora, casi un siglo después de la finalización del conflicto fratricida, la Guerra Civil, a través de autores como el citado Muñoz Molina ('El jinete polaco'), Julio Llamazares ('Luna de lobos') o Pérez-Reverte con su última obra, no han hecho sino mitificar un acontecimiento que ya queda lejos, pero que, por lo que se puede apreciar, sigue traumatizando a los españoles, como si las heridas no hubieran cicatrizado del todo e hiciéramos cola en la farmacia de guardia comprando tiritas y agua oxigenada.
Pérez-Reverte es un escritor inclasificable que huye de las consignas y del borreguismo servil. Y en cuanto a su ideología, siempre ha actuado por su cuenta, sin adscribirse jamás a nada, ni rendir pleitesía ni a los unos ni a los otros, ni a tirios ni a troyanos. De ahí el nerviosismo que provoca entre aquellos que, como entomólogos, andan detrás de él con el cazamariposas en la mano con la intención de cobrarse la pieza y guardarla en sus vitrinas. Empresa del todo imposible.
Su compromiso es, como auténtico profesional de la literatura, a la que le dedica las mismas horas que cualquier otro trabajador, solo con la literatura, sin tener en cuenta las ideas políticas de los cientos de miles de lectores que le aguardan, de los muchos críticos que le esperan. Su compromiso no es ni siquiera con la verdad histórica, porque es un escritor de ficciones, sino con la verosimilitud. Y su objetivo es que el lector, al que convierte en cómplice, crea a pie juntillas aquello que narra.
La genial escritora norteamericana Carson MacCullers, en su novela titulada 'El corazón es un cazador solitario', decía que «no podemos quedarnos quietos después de saber, por lo que es preciso actuar». Reverte, después de mucho leer, de mucho vivir, de mucho viajar y de una larga y exhaustiva investigación ha terminado por saber. Y no ha podido quedarse cruzado de brazos. Y ha actuado. Pero por su cuenta. Y a su manera.