Orfandad
FRANCISCO RIVERA AMORÓS HERMANO MAYOR DE LA REAL Y ANTIGUA HERMANDAD DE DAMAS Y CABALLEROS DE SANTA MARÍA DEL ARRIXACA
Jueves, 13 de noviembre 2025, 23:35
Cuando ves que el tiempo transcurre lento, pausado, con la cadencia de lo que está por pasar y que el tiempo es inexorable; siempre es ... demasiado pronto. La noticia te atenaza con la suavidad de lo que ha de acontecer y anhelas la esperanza de que cambie y que no sea... Pero a veces el destino, las circunstancias, el devenir del tiempo y la falta de nuevos bríos, de renovadas fuerzas y de oraciones con miradas a los cielos, que no llegan, te hace ser consciente de que algo tuyo se pierde, se va. Desaparece un hermoso tiempo que llega a su fin y en este momento te quedas solo, medio desvalido, con la sensación de orfandad, de despedida, de un adiós y de un epílogo que se escribe entre el dolor y la dulce sensación melancólica de lo vivido durante siglos, años, días y dulces instantes.
Nos quedamos huérfanos y somos muchos los que perdemos a nuestras Madres, a las Agustinas. Madres de tantos, de muchos, de cuantos hemos llegado a sus rejas tocando la campana del torno. Oír sus dulces voces, con ternura y sosiego, con la cadencia sabia de quien conoce que con el tiempo tranquilo se consigue todo lo que realmente importa. Rezos en silencio, entre atrios, claustros, capillas y patios; quehacer para quienes a ellas acudíamos a contarle penas y dichas, y para poner en sus manos a lo más querido que la historia y las advocaciones nos legaron.
Por eso, junto a muchos más, como la Cofradía de Nuestro Padre Jesús, nosotros, los hermanos de Santa María del Arrixaca, nos quedamos a medio camino; ya no estarán sus camareras para que la custodien y siga la leyenda, nunca escrita, de que si está o no entre sus muros la Señora del Arrixaca o está en San Andrés. Ya no sabemos si años vendrán donde Santa María, señora del Arrixaca, pasará, ente los muros frescos del Monasterio, sus largos veranos entre mimos y oraciones.
En unos días nos quedaremos huérfanos y profundamente agradecidos a las madres Fermina, Carmen, a Mercedes y Yulia; y a cuantas otras, ya en siglos pasados, acompañaron y rezaron por Murcia. Queridas Madres Agustinas, que con la paz de Dios vayan, con nuestro cariño queden; y que Dios Nuestro Señor las bendiga allá donde les guíe. Muchas gracias.
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