Lo murciano no es lo mejor
Ni lo cartagenero, ni lo oscense. Ni lo polaco
En una semana se celebrarán elecciones parlamentarias en Polonia, con un país dividido, pero con inclinación a la derecha. Quizás por eso la guerra cultural ... en Polonia está en un momento álgido.
El consumo de cultura es minoritario, se comenta. La lectura es minoritaria, el teatro es minoritario. El cine no pasa por su mejor momento. Eso sí, las series se apelotonan en las plataformas, pero en estas el control de los estados es menor. Las plataformas son quienes controlan el mercado. Salvo en Corea del Norte o en Arabia Saudí.
La cultura parece minoritaria, pero todos los ciudadanos consumimos cultura. Unos visitan museos, otras van a conciertos, unos compran artesanía, otras asisten a espectáculos de danza.
En Polonia se está librando una guerra cultural. El Gobierno polaco lleva una década luchando por el regreso a los mitos nacionalistas. Y lo hace mediante el control de los sectores críticos, con destituciones en entidades públicas, con la censura de espectáculos teatrales, con la reducción de financiación pública a ciertas instituciones... Y señalando a los disidentes para que otros pintarrajeen las puertas de sus casas con esvásticas, como le ocurrió al escritor y productor Witold Beres, o destrocen sus libros, como le pasó a la Premio Nobel de Literatura Olga Tokarczuk.
Los conservadores polacos (Gobierno e Iglesia católica) potencian aquellas manifestaciones culturales que fijan su mirada en el regreso al anticomunismo o a la resistencia de la Segunda Guerra Mundial. A la mitología nacionalista. Tratan de crear una identidad nacional fijada en el pasado. Refuerzan la otredad, magnifican las diferencias en vez de buscar puntos comunes.
En España también sufrimos una guerra cultural. Habitamos un país de nacionalismos. Todos ellos, desde el catalán, pasando por el vasco, por el murciano y acabando en el español, tratan de usar la cultura para crear una identidad pegada al terruño y al pasado, una identidad que es mejor que la de los otros. Pretenden que confundamos cultura con folklore e imponen palabras que impiden comunicarnos.
Al final, siempre es lo mismo. Crear una supuesta nacionalidad. Convertir la cultura en un instrumento para el turismo. Y acabar con la crítica. Y con la creatividad.
La cultura contribuye a la identidad de una persona, a sus valores y creencias. Controlar la cultura es controlar la narrativa. Una cultura libre y respetuosa es un buen indicador de la salud democrática de un país. Veremos qué pasa en Polonia. Veremos qué pasa en España.
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