Juan Francisco Sarabia: «No se pueden conservar los montes como si fueran jardines forestales»
«Creo más en la capacidad humana de adaptación a medios y climas hostiles que en la de esforzarse en reciclar una botella de plástico», afirma el bombero e ingeniero forestal y del medio natural
GINÉS S. FORTE
Murcia
Martes, 25 de febrero 2020
De conocer cómo arden las cosas para aprender a apagarlas, Juan Francisco Sarabia (murciano nacido en Lyon en 1969) ha pasado a aprender cómo crecen ... las plantas para conocer cómo mejorar los montes. Su condición de bombero del Consorcio de Extinción de Incendios de la Región y de ingeniero forestal y del medio natural es un 'rara avis' profesional que se mezcla muy bien en este empedernido amante del campo y la montaña.
-¿Por qué optó por la ingeniería forestal tras ser bombero?
-Fue el resultado de varios factores. Mi pareja es bióloga y cuando comenzamos a salir al monte me hablaba de las plantas. Me enseñó cómo y por qué tenían determinada forma las flores, sus mecanismos de defensa, sus adaptaciones al medio. Aquello, junto con ella, me fascinó. Además, la Ingeniería Forestal y del Medio Natural engloba materias propias de mi trabajo, como los incendios forestales o los riesgos naturales, y una de mis aficiones desde joven: la montaña. Como apuntaba mi profesor de Ordenación de Montes, Antonio del Cerro, «el ingeniero forestal adquiere la capacidad de leer el monte». Eso define muy bien esta carrera.
«Necesitamos conocer el aprovechamiento del bosque para valorarlo como se merece»
-¿Tienen los bomberos una especial sensibilidad medioambiental?
-Es fácil encontrar algún compañero comprometido con alguna causa en defensa del medio ambiente. Los hay que dedican su tiempo libre a anillar y censar búhos reales. Otros, autodidactas, están interesados en investigar sobre las energías alternativas a los hidrocarburos. Hay compañeros que traen al parque sus propias frutas y verduras ecológicas, o traen huevos de sus gallinas criadas libres por el huerto. Los hay también que incluso están construyendo una casa con balas de paja, buscando autonomía total y plena sostenibilidad. Todo esto se suma a las actividades ordinarias de reciclaje del parque de bomberos. Por tanto, sí se podría considerar que existe cierta sensibilidad medio ambiental en nuestro colectivo.
-¿Cuidamos mejor el monte?
-La diferencia es que antaño, los montes se cuidaban de forma natural. El aprovechamiento de los montes surgía de la necesidad de recursos energéticos, pastoriles o alimentarios. Entonces los paisanos subían al monte a coger leñas o a pastorear, limpiándolo de combustible, que es lo que ahora llamamos selvicultura. Se interactuaba más con el entorno natural. Ahora, esto se realiza por medios mecánicos, lo que supone un coste elevado de maquinaria y jornales. En cinco o diez años, un monte desbrozado vuelve a estar como antes, y hay que volver a tratarlo. Eso es insostenible para cualquier administración o particular.
-¿Qué necesitamos saber para ser conscientes del valor real de nuestras masas forestales?
-La pregunta es para qué sirve un monte y tiene múltiples utilidades. En primer lugar, necesitamos saber y conocer sus usos y aprovechamientos para llegar a valorarlo como merece. Obviamente, sus aprovechamientos han cambiado. Actualmente, una de sus funciones principales es el uso recreativo (los más cercanos a las ciudades) o cinegético (los más alejados). Esta transformación en los usos del monte, hace que el hombre tenga que intervenir para gestionarlo bien y tenerlo ordenado. Desde que apareció el ser humano, siempre ha intervenido en la gestión del monte, cazando, recolectando, cogiendo leñas, etcétera. Desde mi punto de vista, dejarlo evolucionar sin intervención humana es una utopía. El monte ha de ser aprovechado y tiene que ser sostenible. Y, por otra parte, es necesario clarear nuestras masas del exceso de combustible vegetal que favorece los incendios forestales de alta intensidad. No se pueden conservar los montes como si fueran jardines forestales por lo costosa que resultaría su gestión. En la actualidad, el mercado de biomasa de conífera comienza a despuntar para la elaboración de 'pellets'. Quizás esta alternativa pueda suponer la sostenibilidad que necesitan nuestros bosques.
«Me preocupa que nuestros hijos no van a conocer muchas cosas con las que hemos convivido»
-¿Cómo se encuentra el patrimonio forestal de la Región?
-Tenemos muy buenos profesionales trabajando para la mejora de nuestro medio ambiente. Creo que gozamos de unos buenos montes, dadas nuestras circunstancias climáticas. El estrés hídrico es el principal problema que padecen nuestras masas, pero son muy agradecidas cuando les caen cuatro gotas. No obstante, algunos de nuestros bosques tienen excesiva densidad de arbolado. Eso se transforma en alimento para las llamas. Por eso sería necesario liberar los montes de tanto combustible.
-¿De dónde nace su sensibilidad conservacionista?
-Ha sido una concienciación progresiva. No me considero más conservacionista que cualquier otra persona. Desde pequeño, siempre he estado en el campo con mi padre, cultivando, regando, labrando, en fin, todas las tareas agrícolas. Eso estrechó mi relación con la naturaleza, y se ha convertido en parte de mi vida. No me gustan las etiquetas. Considero que cada uno debe aportar su granito de arena siendo consciente de que los recursos naturales son limitados. Creo más en la capacidad del ser humano en adaptarse a medios y climas hostiles, que a su capacidad de esforzarse en reciclar una botella de plástico. Lo que me sorprende mucho es el egoísmo tan grande de algunos padres que no se percatan del mundo que les van a dejar a sus hijos. Me preocupa que nuestros hijos o nietos no van a conocer muchas cosas con las que nosotros hemos convivido. Nuestra responsabilidad es tratar de dejarles un mundo en buenas condiciones.
-¿Pertenece a alguna organización conservacionista?
-No. Respeto y valoro mucho el trabajo que están haciendo estas organizaciones, pero prefiero ser un vecino más que cuida de su entorno y que es consciente de lo tocado que está el medio ambiente. Cada vez veo a más ciudadanos anónimos preocupados por nuestro planeta. Resulta interesante sentarse en un banco cerca de los contenedores de reciclaje y ver el perfil de sus usuarios. Puedes ver desde la abuelita o abuelito octogenario que ha aprendido recientemente a reciclar, hasta esos padres que cogen en volandas al niño o la niña para que eche en el contenedor amarillo un brik de leche o una lata de atún. Esto nos demuestra que no es falta de información, sino de interés. Reciclar debe ser como ponerse un cinturón de seguridad. Al principio nos resultaba extraño y un tanto lioso, pero ya se ha convertido en una parte más de nuestro día a día
-¿Cuál es su rincón natural favorito de la Región de Murcia?
-Tenemos muchísimos rincones que son auténticas postales y muy distintas entre ellas, pero sin duda, me quedo con el Parque Regional de Calblanque. Creo que fue un acierto limitar los accesos al parque en verano y poner el servicio de autobús. Quien va a Calblanque en verano, no va a la playa, sino que va a Calblanque. Playas hay muchas, pero un entorno de este valor ecológico y paisajístico, no hay tantos. Para mí es un espacio único que debemos esforzarnos por proteger y conservar entre todos.
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