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El respeto por el virus espacia las visitas a los cementerios de Murcia
«El domingo hubo casi tanta gente como este lunes», explican desde el camposanto municipal, con más afluencia que el año pasado
Respeto por los que ya no están, pero también por el virus, que aún sigue sin marcharse. La festividad de Todos los Santos ha devuelto este puente a los cementerios del municipio, con el de Nuestro Padre Jesús de Espinardo como principal exponente, imágenes propias de tiempos prepandémicos. La afluencia al camposanto municipal fue mayor este lunes que durante la casi testimonial cita del año pasado. No obstante, y pese al incremento de visitantes, no se registraron aglomeraciones de ningún tipo, gracias a la atención prestada a las recomendaciones sanitarias.
A ello contribuyó una circunstancia que trajo la Covid-19 y que habrá que esperar a años sucesivos para ver si se consolida: la de espaciar la visitas en los días anteriores al 1 de noviembre, circunstancia muy favorecida en esta ocasión por la caída del festivo a comienzo de semana, según explicaba Begoña Patiño, adjunta a los servicios municipales de Salud del Ayuntamiento de Murcia. «Hay gente, pero no es la explosión de otros años, donde todo se concentraba en este día», confirmaban los empleados del cementerio municipal, asegurando que «la jornada de este domingo fue casi tan fuerte como la del lunes».
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Ello no obstó para que el parking de la puerta principal se encontrara ya lleno pasadas las 10 de la mañana y se empezaran a escuchar los primeros pitidos. Por su parte, el aparcamiento del interior del recinto, aunque bastante lleno, seguía contando con plazas disponibles a la hora de mayor afluencia, pasado ya el mediodía, y contó con una buena fluidez en el tránsito, gracias al dispositivo establecido por la Policía Local y a la eficaz señalización de las entradas y salidas.
La pandemia, pese a mostrarse en retirada -a la espera de que no sea en falso-, se dejó notar, además, no solo en un paisaje lleno de mascarillas, cuyo uso se respetó mayoritariamente, sino también en la vuelta de muchos vecinos que no se atrevieron a acercarse hasta la necrópolis un año antes y que, incluso, han sumado a los seres queridos que reposan allí alguno más, a raíz de los estragos del coronavirus.
«Mi suegro se marchó hace unos meses a causa de la dichosa enfermedad», explicaba María junto a su madre, Puri, que no hizo la visita de rigor al cementerio el año pasado al encontrarse confinada con su padre. «Finalmente, acabó muriendo también a finales de abril, aunque por otras causas», señalaba con lágrimas en los ojos y los sentimientos a flor de piel. Un dato simbolizaba este lunes, en particular, las numerosas tragedias personales y cicatrices que ha ido dejando la pandemia en los últimos 20 meses: casualidad o no, el cementerio municipal apenas registró este lunes dos entierros, frente a los diez de hace justo un año.
Algunos vecinos volvían a la necrópolis tras no acudir en 2020 y después de perder a seres queridos a causa de la pandemia
Tampoco se olvidó de todos los que se han marchado a causa del coronavirus el obispo de la Diócesis de Cartagena, José Manuel Lorca Planes, que recuperó la tradicional misa, aunque con control de aforo y registro de asistentes. «Os pido paciencia y una fe fuerte y rogamos a la Fuensanta que interceda por nosotros, especialmente por aquellos que han llorado», apostilló durante una ceremonia en la que no hubo presencia de autoridades públicas.
Movimiento junto a las fosas
«Pensaba que no iba a haber agua, ¡menos mal que sí!», señalaba una vecina junto a una fuente de la zona más populosa del cementerio, la de las fosas, donde nutridos grupos familiares se agrupaban en torno al lugar de reposo de sus seres queridos. Allí, muchos se afanaban en dar un pequeño repaso a unas lápidas cubiertas de polvo en un colorido mar de flores. En esta zona, María Dolores se lamentaba de la desaparición del Sagrado Corazón de Jesús que decoraba la tumba de su madre. «Lo habíamos repintado y era una preciosidad; no sabemos como nos lo han robado sin que nadie se diera cuenta; ¡qué coraje me da!», relataba.
Mientras, a las puertas del camposanto, los vendedores de flores celebraban esta vuelta a una cierta normalidad que venían constatando desde finales de la primavera pasada. «Estamos despachando particularmente flor de temporada; margaritas, claveles y crisantemos», explicaba José Martínez, propietario de Floristería de Juan Simón, mientras una de sus empleadas reconocía que tres días de trabajo y gritos la habían dejado afónica. «Dame una de esas para mi madre, que se lo merecía todo», apuntaba con cariño Paqui, una clienta. Unos metros más allá, los autobuses recogían y descargaban con regularidad pasajeros. Aires de una antigua cotidianeidad matizada aún por la pandemia.