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Soledad Fructuoso y Loli Franco preparan la cama para la visita de las ánimas.

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Soledad Fructuoso y Loli Franco preparan la cama para la visita de las ánimas. ALFONSO DURÁN

La tradición de adecentar las alcobas donde los fallecidos 'retornan' a descansar perdura en la huerta de Murcia

Patiño y Puente Tocinos conservan la costumbre huertana en la que los niños pedían por las casas y les regalaban hortalizas

Lunes, 1 de noviembre 2021, 02:46

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A los difuntos murcianos les encanta echarse una siesta. Pero no en la gloria eterna, que es otra vega fértil de horizontes de palmeras. Los difuntos murcianos prefieren sestear en las casas que ocuparon en esta vida. Y solo un día al año, precisamente hoy según la ancestral tradición, les está permitido retornar desde la otra.

Tan inmemorial tradición, que acaso hasta ahora jamás se haya retratado en la prensa por el objetivo de Alfonso Durán, puede invocarse en presente. Porque aún son muchos los hogares que observan este rito de agasajar a las ánimas, costumbre que da sopas con ondas, pero ondas de huertana recia y bien peinada, al popular Halloween anglosajón.

Altar típico en una casa huertana para celebrar el día de Todos los Santos. ALFONSO DURÁN

Patiño y Sangonera la Verde son dos de esos lugares donde esta suerte de magia, para regocijo de historiadores, aún perdura. Para empezar, las casas se llenan de mariposas de las ánimas que flotan sobre tazones de aceite, que arden durante todo el mes. Es la luz que guía a quienes retornan y despabilan su recuerdo en los vivos. Así lo hacen Soledad Fructuoso y Loli Franco, vecinas de Patiño que han sabido proteger tan curiosa como hermosa costumbre. Aunque el ritual es más amplio. Es necesario también, como recordaba Carlos García Izquierdo en el diario 'Línea' hace décadas, engalanar las camas con sábanas y almohadas limpias, con lujosos cobertores y colchones, de estreno si es necesario, para que las ánimas de los deudos duerman a pierna suelta. Y más de uno recordará cómo el abuelo advertía a los nietos revoltosos: «¡Callad, callad zagales, que no se despierten las ánimas!».

Los amarantos, o 'moco de pavo', eran antaño las flores más populares para adornar las tumbas; hoy, apenas se encuentran

Tan valiosa ceremonia no solo se reduce a la intimidad de los hogares. Antaño salía la chiquillería a pedir de puerta en puerta, ya no el '¿truco o trato?' americano, que roza el esperpento a veces, sino la histórica hebrica del quijal.

Niños durante el particular truco o trato murciano, la hebrica del quijal. ALFONSO DURÁN

Consistía en llamar a las casas de los vecinos y pronunciar la entonces célebre frase: «¡Dame la orillica del quijal; si no me las das te rompo el portal!». Y los huertanos les regalaban a los niños toda suerte de frutas y hortalizas, de aquellas que crecían en los quijales o cornijales de la huerta. De ahí el nombre. Y aún se celebra en Patiño. Y también en Puente Tocinos, gracias al empuje de la peña La Crilla y de su presidente, Juan García.

Más de uno recordará cómo el abuelo advertía a los nietos revoltosos: «¡Callad, callad zagales, que no se despierten las ánimas!»

Tampoco era difícil encontrar calabazas vacías, de dientes tallados e iluminadas por dentro con velas. Las colocaban a la puerta de las casas o en las esquinas de las sendas para asustar a los desprevenidos parroquianos. Entretanto, eran los amarantos, llamados 'mocos de pavo', las más populares flores para adornar las tumbas. En Murcia apenas los ofrece en su floristería el genial trovero Francisco Javier Nicolás Fructuoso, 'El Floristero', en Patiño. Y reconoce con tristeza que es una pena perder esta flor, que pocos plantan en la huerta y que poca agua necesita para crecer. Quién sabe si los muertos murcianos, en realidad, retornan de la otra vida en este día solo para comprobar que aún alguien se acuerda de ellos y de las valiosas tradiciones que tantos olvidaron.

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