«La pensión de Suiza nos viene ahora de perlas»
Decenas de murcianos que emigraron en los 60 y 70 para trabajar en la factoría Micarna se reencuentran tras 40 años. Sus historias son como las de los protagonistas de la película 'Un franco, 14 pesetas'; Bazenheid dio acogida a más de 200 carniceros de la huerta
Manuel Madrid
Lunes, 2 de marzo 2015, 14:14
En los años 60 y 70 España ofrecía un presente negro y represivo frente al panorama blanco y prometedor que brindaba Suiza, a donde emigraron a lo largo de estas dos décadas cientos de familias de la huerta de Murcia. Era gente joven y con ilusión por prosperar en la vida, cuando progresar se entendía como trabajar a destajo y ahorrar para costearse el sueño de construirse una casa en propiedad y vivir con cierto desahogo. La noticia de que una empresa buscaba carniceros experimentados corrió de boca en boca por las pedanías, así que Suiza, a pesar de la barrera del idioma y la dureza del clima, fue una tentadora oportunidad. O una obligación, a la vista de las estrecheces con que se vivía entonces.
La colonia de murcianos más numerosa se estableció en Bazenheid, un pueblecito del cantón alemán de St. Gallen donde acababa de inaugurarse la factoría de Micarna, por entonces una de las dos empresas más punteras del sector en Europa, que contrató entre los 60 y los 80 a cerca de 200 murcianos. La compañía era modélica en atenciones a los desplazados: daba alojamiento a los trabajadores, formación lingüística en alemán e italiano, ofrecía servicios de guardería y comedor, y remuneraba todas las horas extra. Trabajaban sin mirar el reloj, y gracias a eso fueron financiando, quitándose horas de sueño, ese deseo de armarse «un cuerpo de casa» en la huerta. La mayoría de esos emigrantes regresaron a España cuando sus hijos iban a ingresar en la escuela, ya que postergar ese retorno suponía echar raíces en las montañas alpinas, por eso el nombre de Murcia aún resulta muy familiar en la zona.
Este fin de semana cerca de 70 integrantes de aquella colonia de murcianos que trabajaron codo a codo deshuesando cerdos y terneras y llenando embutido para la multinacional Micarna han vuelto a reencontrarse, en una comida de hermandad celebrada en el restaurante Gambrinus de Cobatillas, donde revivieron aquellos años como emigrantes en un país que recuerdan hoy como «organizado, inmaculado y ejemplar» en muchos aspectos. Para muchos ese tiempo en 'El Dorado europeo' les permitió tener una estabilidad que de otra forma jamás habrían logrado.
En 1974 llegaron a vivir en Suiza 176.635 españoles, una cifra récord. Muchos de los avatares de la colonia española ya los retrató Carlos Iglesias en 2006 en la película 'Un franco, 14 pesetas', cuya trama transcurre en Uzwill, comuna del distrito de Wil, a un paso de Bazenheid, donde Miguel Garre y sus tres hermanos carniceros de Alquerías -Juan, Antonio y José- marcharon en 1964 en avanzadilla. Ellos fueron los primeros murcianos que contrató Micarna. Miguel, organizador del reencuentro, relató a 'La Verdad' que aprovechaba las vacaciones en Murcia para buscar a más jóvenes formados y dispuestos a trabajar en el matadero, y así fueron llegando en cascada mozos de Puente Tocinos, Orilla del Azarbe, Torreagüera, Llano de Brujas, El Esparragal, Beniaján... Para ello tenían primero que pasar un reconocimiento médico en la frontera y después una prueba de aptitud para acreditar que valían para el puesto. «Los murcianos en Suiza hemos sido personas muy trabajadoras -enfatiza Miguel-, muy responsables y emprendedoras. Estuve diez años, entre 1964 y 1974, y a la vuelta monté con mis hermanos el matadero del Cabezo de la Plata, y allí seguimos trabajando. Parte de la maquinaria que tenemos es la que manejamos en Suiza».
La alegría de la jubilación
La mayoría de los matrimonios que acudieron al encuentro de Cobatillas llevaban cerca de 40 años sin encontrarse. Juan Tovar y Angelita Madrona regresaron en 2003, tras más de 35 años viviendo permanentemente en Suiza. De hecho, sus dos hijos viven allá. «Vienen solo de vacaciones, nosotros vamos hasta tres veces al año, no acabamos de acostumbrarnos a España después de tantos años», decía Angelita, que recuerda aún el primer viaje en autobús con otras cinco chicas de Torreagüera. «Apenas tenía 18 años y no traía nada en la maleta. Trabajé como no está escrito y regresé a España cuando ya estaba 'pensionada'». La pensión de Suiza es algo que tienen en común todos ellos hoy, un aliciente para sortear la crisis. Todos los que trabajaron más de un año cobran hoy su jubilación, que fluctúa según el cambio del franco suizo al euro. José Manuel González, de la Orilla del Azarbe, y su hermano Juan Antonio fueron de la primera 'camada' de carniceros, y hoy reconocen que la pensión, que varía según los años cotizados, es un regalo del cielo: «Lo que cobramos de Suiza nos viene de perlas. ¡Es un desahogo! La paga de España no se puede estirar».