Fernando Valladares: «Tenemos que prevenir futuras pandemias cuidando la naturaleza»
El ecólogo y divulgador científico, profesor de Investigación en el CSIC, analiza el jueves en el ciclo ODSesiones de la UMU cómo hay que naturalizar las ciudades en tiempos de Covid-19
En las primeras semanas de la pandemia, cuando todo un país miraba temeroso desde la ventana con más preguntas que respuestas, el biólogo Fernando Valladares ... (Mar del Plata, Argentina, 1965) lanzó un mensaje que entendió todo el mundo: «Teníamos la mejor vacuna contra el coronavirus, pero nos la hemos cargado:la naturaleza». Profesor de Investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y director del grupo de Ecología y Cambio Global en el Museo Nacional de Ciencias Naturales, este divulgador sin pelos en la lengua, y todo un 'influencer' ambiental desde las redes sociales, participa el jueves 26 en el ciclo ODSesiones de la Universidad de Murcia con una conferencia telemática sobre cómo deben ser las ciudades del futuro en un contexto de cambio climático y crisis sanitarias. Corredor de pruebas de ultrafondo en montaña, descuelga el teléfono a LA VERDAD desde su casa de Tres Cantos (Madrid) después de pedalear durante una hora para relajar las piernas. Pasó todos los veranos de su juventud en el camping Caravaning de La Manga, así que el Mar Menor no tarda en salir en la conversación.
–Hoy casi hemos alcanzado los 27 grados en Murcia [la entrevista se hizo el martes 17]. ¿Esto es buen tiempo o mal tiempo?
–La percepción de buen o mal tiempo es relativa, pero estamos batiendo récords: en los últimos 10 años se incluyen los 9 más calurosos desde que hay registros, así que los modelos más pesimistas sobre cambio climático por desgracia se están cumpliendo.
–¿Qué propone para ciudades tan calurosas como Murcia?
–El 60% de la población mundial vive en ciudades, así que las urbes son nuestro nuevo ecosistema. En todas las ciudades, en cualquier rincón del mundo, hay pequeños espacios naturales, zonas verdes, jardines y parques, lo que yo llamo la segunda naturaleza. Mucho más humilde y discreta, menos llamativa y exuberante, con menos especies que en las montañas o las zonas protegidas, pero muy valiosa porque es la que tiene más a mano la mayoría de la gente. Tenemos que aprovechar la naturaleza de las ciudades, hacer las áreas urbanas más naturales en la medida en que podamos porque en ello está nuestra salud y nuestra supervivencia. Hay muchos datos ecológicos y biomédicos que lo demuestran. Por ejemplo, vivir a menos de 500 metros de una zona verde alarga la vida entre tres y cuatro años. La naturaleza de las ciudades también regula la contaminación; modera los eventos climáticos extremos, tanto de frío como de calor;regula enfermedades infecciosas y pandemias... Y además nos hace felices y longevos. Las ciudades y las calles hay que vestirlas de verde, o de amarillo si hablamos de un lugar tan árido como Murcia.
TOME NOTA
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La conferencia. 'Las ciudades frente al reto de la sostenibilidad: bases ecológicas para la salud planetaria. Biodiversidad y ecosistema urbano en tiempos de la Covid-19' (ciclo ODSesiones de la UMU).
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Cuándo. Jueves 26 de noviembre, de 18.00 a 19.00.
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Dónde. Asistencia telemática en odsesionesendirecto.um.es
–¿Cómo deberían ser las zonas verdes en las áreas urbanas?
–No hay una receta universal, porque no es lo mismo una ciudad como Murcia que otra como Copenhague o Johannesburgo; cada una tiene un clima y sus habitantes unos hábitos y modos de vida. Yo diría que hay unas pocas recomendaciones generales que sí funcionan:una de ellas consiste en conectar todos los espacios verdes que ya existan y también los nuevos que se vayan creando, en forma de anillo, de paseos o ciclovías. También es importante contar con animales y plantas propios de la región, para que la biodiversidad local ocupe su lugar. En una zona tan seca como Murcia es importante tener en cuenta los requerimientos de agua, que deben ser menores. No intentemos poner secuoyas en la plaza de la Catedral, eso sería un atentado contra todo, cuando tenemos 'Tetraclinis articulata' [sabina mora o ciprés de Cartagena], un árbol estupendo del que quedan muy pocas poblaciones en todo el mundo y al que hay que sacar brillo. Es autóctono y tiene mucho valor, y lo más importante es que vive en la Región de Murcia desde hace miles de años y al que no va a sorprender que haga calor.
–¿Hay soluciones baratas para bajar la temperatura?
–Los toldos son una medida de acompañamiento muy buena para climas secos y con mucha insolación, y además con bajo mantenimiento y nula huella ambiental. Por eso primero hay que mirar en el inventario de medidas clásicas que ya utilizaban los árabes, fenicios y judíos. No hay más que irse a cualquier mercado del norte de África para ver que los zocos están cubiertos.
«Hay que vestir las calles de verde, o de amarillo si hablamos de un lugar tan árido como Murcia»
–¿Qué hábitos debemos desechar y cuáles incorporar?
–Tenemos que cambiar de mentalidad y apostar por el menos es más. Somos una especie depredadora y acaparadora de recursos desde hace millones de años, pero ahora somos muchos y tenemos una huella ambiental muy grande. Hay que desacelerar hábitos de transporte, uso de energía, frecuencia en el cambio de ropa y uso de componentes electrónicos; aunque económica y logísticamente podamos acumular más posesiones, debemos sentirnos orgullosos de reducir nuestra huella y no sentirnos derrotados por ello. Utilizar la bicicleta para ir al trabajo en lugar del coche no debe verse como un signo de debilidad. Y hay muchas soluciones tecnológicas a los problemas ambientales, pero la solución completa y maestra se alcanza con una actitud difetrente, porque si no acabaremos haciendo las mismas cosas con nuevas tecnologías. Hay que gastar menos recursos naturales, aunque podamos disponer de ellos. La evolución no es hacia más, sino hacia menos. La actitid de querer más genera mucha frustración, porque no valoras lo que tienes.
–¿Es sostenible que la población se concentre cada vez más en unas pocas grandes urbes y las zonas costeras?
–La concentración de personas tiene un lado oscuro y otro luminoso; el hecho de que muchas personas vivan concentradas genera una buena economía de recursos, porque por ejemplo los centros sanitarios pueden ser grandes ya que en un radio relativamente pequeño hay mucha población a la que atender, y esto permite a su vez un equipamiento muy completo que sería impensable si la población estuviera muy dispersa, como ocurre en la España vacía. Pero hay que corregir las desventajas, como el derroche de energía y de recursos asociado a las ciudades, y la artificialización de la línea de costa. Cuando hay una gota fría, que es un fenómeno natural que está acentuando el cambio climático en intensidad y frecuencia, se convierte en un cóctel muy peligroso. O esos paseos marítimos que están en primera línea y que no dejan una dinámica natural en la costa y que son arrasados cuando sube el nivel del mar en época de tormentas.
«Los murcianos deberían buscar qué cultivos son más razonables en gasto de agua y nitrógeno»
–Esto ya lo sufrimos en la Región de Murcia.
–Claro, hace unos días estuve caminando por una zona que quiero mucho, por Los Belones, viendo zorros y plantas, y me quedé impresionado por los cultivos intensivos y la gran cantidad de nitrógeno que va a parar al Mar Menor. ¡Cómo están el Mar Menor y La Manga! El agua ya se mete por la puerta y entra en los sótanos. Esto sucede por imponer a la naturaleza un criterio muy artificial y muy poco razonable.
–Usted fue de los primeros en decir que la pandemia del coronavirus tiene mucho que ver con lo mal que tratamos la naturaleza.
–Tuve la fortuna de encontrar la forma de decir algo que muchos de mis colegas tenían tan claro o más que yo. Con la analogía de que ya teníamos la vacuna y nos la hemos cargado, que sería una naturaleza bien conservada, decía de forma sencilla que existen unos fenómenos ecológicos complejos, como los mecanismos de dilución de la carga vírica, cortafuegos y barreras en la transmisión de unas especies a otras. Son mecanismos que nos protegen y reducen mucho los riesgos. No es esa vacuna de diseño de la que te dicen que tiene un 95% de eficacia.
–¿Cómo nos protege un ecosistema bien conservado?
–Una de las formas más directas es a través de la biodiversidad, a distintos niveles; el más general es la diversidad de formas de vida, de que existan grandes grupos funcionales; esto evita que alguna especie en concreto explote demográficamente. Un roedor o un murciélago que contenga patógenos, dentro de esa red de vida compleja en la que unos se comen a otros, compiten entre ellos y las poblaciones se regulan solas. Y a niveles más finos está la capacidad de dilución, que ha sido importante en el caso del virus del Nilo occidental, propagado por un mosquito y cuyo hospedador es un ave. La variedad de aves en un territorio reduce la cantidad de virus en una zona determinada porque así se diluye. Por eso no es lo mismo tener 700 pájaros de una sola especie que 700 pájaros de 15 o 20 especies distintas. Y hay un mecanismo aún más fino, que es la diversidad genética dentro de una misma especie, lo que tiene mucho que ver con granjas aviares y porcinas donde casi todos los animales son primos-hermanos y acaban produciendo brotes de enfermedades. Cuando un ecosistema funciona bien, la probabilidad de que una enfermedad de origen animal salte a la especie humana disminuye muchísimo.
«Existen algunas incertidumbres sobre la vacuna, pero hay que usarla por el bien de cada uno de nosotros»
–¿Cometeremos el error de olvidarnos de esta crisis sanitaria cuando tengamos una vacuna?
–Quiero creer que no lo olvidaremos del todo, aunque querremos pasar página para saltar al capítulo dos, la postpandemia. Pero tenemos claro que vendrán más pandemias, zoonosis y enfermedades infecciosas; de hecho, está demostrado que las pandemias han aumentado en frecuencia en los últimos setenta años. No podemos fiarlo todo al sistema sanitario como muro de contención, sino que tenemos que prevenir futuras pandemias cuidando la naturaleza. Porque cuando llega la tormenta nos desborda y nos pilla sin vacuna. Ahora estamos preparando una en tiempo récord, pero para cuando la tengamos habrán muerto un millón y medio de personas.
–Usted se fía de la vacuna...
–Como científico creo que sí, aunque estamos yendo muy deprisa y nos estamos saltando algunos pasos. Existen algunas incertidumbres importantes: aún no sabemos por cuánto tiempo inmuniza porque desconocemos cómo funciona el virus y la reacción de nuestro sistema inmunológico frente a la Covid-19. Y no tenemos datos a largo plazo. Tampoco conocemos los efectos colaterales de la vacuna en nuestra salud, aunque al menos se han descartado los principales riesgos. Es probable que no tenga más efectos negativos que unas pocas molestias que se pasen en pocos días. Tendremos que usarla por el bien de cada uno de nosotros.
«El Mar Menor es ahora un lugar vergonzoso»
–Usted conoce bien el Mar Menor, y además lo visita con cierta frecuencia...
–Para mí es un ejemplo que nos debe llevar a una reflexión profunda. Recuerdo que en mi adolescencia buceaba en el Mar Menor y veía los famosos caballitos, y ahora lo que ves es un fondo nada transparente, peces muertos y basura, y en algunos sitios surgencias de aguas freáticas pestilentes. Conserva parte de belleza, pero ahora es un lugar vergonzoso. No solo es el legado ecológico e histórico que nos llega después de muchas generaciones, sino que cumple una función y un servicio cuando está sano, da de comer a la gente de forma natural. No solo a través del turismo intensivo, que es un dinero de corto plazo. A medio y largo plazo se acaba con la gallina de los huevos de oro.
–«Es disparatado criar verduras y hortalizas en un desierto, ¿pero quién se lo dice a Murcia?». Son palabras suyas.
–Esa frase me ha valido algunos tirones de orejas y he tenido charlas muy interesantes con agricultores de Murcia. Me decían:'¿Usted piensa que no conservamos el agua? ¡Si somos los primeros interesados en utilizarla con sesera porque sabemos lo valiosa que es!'. Yo les dije que no dudo de que sean expertos en ahorro de agua, pero hablo de algo que trasciende al agricultor, y me refiero al uso del territorio. Ordenar un territorio consiste, por ejemplo, en que no haya un trasvase Tajo-Segura, así de bestial es la cosa, porque es el comienzo de los problemas. El río Tajo ya no tiene caudal ecológico en la mayor parte de su cauce, y cede una parte de sus aguas al Segura para abastecer a la agricultura, entre otros usos. No soy la persona más indicada para decir que se cierren las puertas mañana, hay que hacer un proceso escalonado de reconversión, pero lo lógico es que un cultivo intensivo en agua se practique donde haya agua, y Murcia tiene deficiencia de agua. Con el calor y el sol, la fruta y la verdura crece mucho, esa es la trampa y la tentación de nuestro sistema socioeconómico:hacer dinero rápido, y la agricultura en la Región de Murcia representa eso. Lo que he visto en el Mar Menor, y me hierve la sangre, son muchas compañías de origen holandés a las que allí no permiten por razones ambientales hacer lo que están haciendo en Murcia. Los murcianos deberían buscar qué cultivos son más razonables en una agricultura mucho menos intensiva en nitrógeno y gasto de agua que permita muchas más generaciones de agricultores, y no solo una o dos y se acabó.
–¿Y cómo gestionamos el agua? Cada vez tenemos menos recursos hídricos, pero cada vez necesitamos más.
–No comprendo que el agua cuesta menos allí donde más vale. Cuando miras el precio del agua en Europa, España está muy por debajo de la media:1,88 euros el metro cúbico cuando la media europea es 3,55. En los países del norte, donde no es tan valiosa porque es abundante, cuesta 7, 8 o incluso 9 euros el metro cúbico. Esto demuestra que vivimos de espaldas a la realidad:el agua en España debería ser muy cara porque vale mucho. Otra cosa es que a nivel de usuario, determinados colectivos reciban subvenciones. Yo no digo que a una familia que no tenga ingresos le resulte tan cara, pero que el recurso más valioso de un país sea tan barato... Esto hace que no activemos medidas de eficiencia hídrica. Llenar España de pantanos, hacer trasvases y grandes obras de ingeniería hidráulica no arregla los problemas, solo los cambia de sitio, los deslocaliza. Ycrea otros nuevos. No nos atrevemos a enfrentar el origen del problema del agua en España, que es un país seco y que va a ser aún más seco por el cambio climático. Tenemos riesgo de desertificación, de pérdida del propio suelo por niveles de aridez muy altos. El agua tiene que convertirse en el recurso más mimado y mejor compartido, en el mejor de los sentidos. No nos tenemos que pelear por el agua, sino que entre todos tenemos que contribuir a usarla con la mayor sensatez, y esto requiere de un Plan Hidrológico Nacional con otra mirada.
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