Javier Murcia, testigo directo bajo el agua
Las imágenes impactantes de este fotógrafo submarino retratan la fauna y la flora del Mediterráneo y documentan la lucha por la vida de las especies del Mar Menor
Miguel Ángel Ruiz
Lunes, 27 de febrero 2023, 00:22
En casa del fotógrafo submarino Javier Murcia Requena (Cartagena, 1974) la mascota es un hurón. Ninguna contradicción. A este gran conocedor del mar y sus ... misterios le fascina la naturaleza en toda su dimensión. Por eso también se sumerge en el agua dulce de ríos y pantanos en busca de tritones, salamandras, galápagos y, si pudiera algún día, delfines y anacondas en el Amazonas.
Pero su cotidiano radio de acción es la costa de la Región de Murcia, donde lleva varias décadas consiguiendo fotografías impactantes tanto en el Mediterráneo como en el Mar Menor. Su trabajo más reciente, presentado esta semana, es 'Rompiente', un libro editado por la Consejería de Medio Ambiente en el que plasma la flora y la fauna de las rocas y charcas de mareas, donde se unen la tierra y el batir de las olas. Una publicación que engrosa una notable colección de monografías editadas desde el año 2013 sobre las praderas de posidonia, el caballito de mar y la flora y la fauna de la laguna.
«Mi relación con el mar empieza en La Azohía siendo un crío, tendría cinco o seis años cuando buceé por primera vez con unas gafas, un tubo y unas aletas, y ese momento no se me olvidará nunca. Mi madre veraneaba allí desde siempre, cuando apenas había casas. Es un lugar privilegiado que me ha marcado», explica en conversación con LA VERDAD.
Casado y con dos hijos –una niña de diez años y un niño de cuatro–, Javier Murcia no es ni mucho menos un bicho raro que pase la vida sumergido; simplemente, aprovecha bien el tiempo. «Lo que más me gusta es estar con mi familia y con los amigos, y después la fotografía submarina, claro. Normalmente me voy a bucear cuando dejo a los críos a las nueve en el colegio y estoy un par de horas o tres, que en verano pueden ser cuatro», comparte. Su trabajo a turnos en la desaladora de San Pedro del Pinatar, donde ejerce como operador, le deja el tiempo libre suficiente para rastrear el fondo marino en busca de una historia, más que de una fotografía. En ocasiones, el drama sucede delante de su objetivo. Otras veces, la belleza que captura deja sin palabras.
«Sobre todo busco una historia, una imagen que cuente algo», afirma quien mejor ha fotografiado a los hipocampos
«Yo busco eso, una imagen que cuente algo, más que una foto aislada en sí», detalla. En esa obsesión por descifrar lo que está ocurriendo bajo el agua le ayudan sus conocimientos sobre las especies y sus ciclos biológicos. No terminó la carrera de Biología porque se le atragantaron las «asignaturas de números», pero estudió Cultivos Marinos y aplica su conocimiento de naturalista autodidacta extraído de los cientos de libros sobre vida silvestre que acumula desde pequeño.
«En cada mes del año sé lo que va a hacer cada pez, conozco sus costumbres, dónde se alimenta y cómo se reproduce. Entonces voy y me tiro quince días con esa especie, echando muchas horas. Es la única manera, por ejemplo, de fotografiar un caballito de mar pariendo», detalla.
O un mero devorando un calamar; o un cangrejo azul blandiendo sus pinzas en actitud amenazadora, como un acorazado marino; o un alcatraz buceando en busca de algún pez incauto que llevarse al pico; o dos gobios luchando a vida o muerte en un Mar Menor sin apenas oxígeno.
Además de en los libros, sus fotografías han ilustrado carteles, calendarios y publicaciones de organismos públicos, asociaciones ecologistas y fundaciones ambientales, y también han sido expuestas en museos y muestras temporales. Colabora con medios de comunicación y revistas científicas y ha ganado premios en concursos internacionales, como el codiciado GDT (European Wildlife Photographer of the Year), Montphoto, Asferico, Fotocam y Nature Photographer of the Year. Gracias a esta trayectoria, en los últimos años ejerce como embajador de varias marcas de material fotográfico.
Javier Murcia es consciente de que su trabajo es fundamental para que se conozca el estado de la biodiversidad marina –«esa responsabilidad me pesa»–, y en estos momentos le preocupa llevar casi un año sin ver un hipocampo en el Mar Menor. Una especie emblemática y simbólica de la que se le puede considerar su principal biógrafo gráfico. Con la foto de un caballito asido con la cola a una pluma de gaviota –en su etapa juvenil se sirven de todo tipo de objetos para desplazarse, incluso colillas– ganó el año pasado el Premio Internacional de Fotografía de Siena (Italia) en la categoría de vida submarina. Su título: 'Volando voy, volando vengo'.
¿Proyectos futuros? «Hacer un libro sobre los arenales, que son desiertos marinos con mucha vida, y quizá algún trabajo llamativo sobre los plásticos», adelanta este enamorado del Mediterráneo que también alberga la esperanza de, en algún momento, fotografiar tiburones peregrinos en el Mar del Norte, cíclidos en el lago Tanganica y esturiones en el Baikal (región rusa de Siberia).
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión