

Secciones
Servicios
Destacamos
La España vacía pierde población y futuro esperando el polígono industrial que nunca llega cuando tiene la solución al alcance de la mano. La clave está en el aprovechamiento controlado, respetuoso y sostenible de la naturaleza en el país con mayor biodiversidad y más territorio protegido de Europa (el 28% de la superficie nacional). Esta es la teoría del biólogo valenciano Ignacio Jiménez Pérez, experto en gestión de fauna silvestre y director de Conservación en The Conservation Land Trust entre 2005 y 2018, periodo en el que participó en la creación del mayor parque natural de Argentina.
¿Por qué no aprovechar la presencia de lobos, osos, ciervos, linces y quebrantahuesos para crear productos turísticos de calidad vinculados a la observación de fauna, como se hace en África, Estados Unidos y algunos países de Sudamérica?, se pregunta este científico. Según su experiencia, ganamos todos pero especialmente los habitantes de las zonas rurales que ya no saben cómo ganarse la vida. De acuerdo con sus cálculos, para generar una economía de futuro en las zonas de montaña despobladas bastaría con que el 10% de los 80 millones de turistas que visitan España cada año dedicaran unos días a observar la fauna silvestre.
Me gustan y comparto todas las ideas de un artículo de Ignacio Jiménez en el que explica esta teoría suya de 'producir naturaleza', y que reproduzco a continuación. Es un poco largo pero merece la pena llegar hasta el final. A ver qué os parece.
El mundo postmoderno del siglo XXI genera problemas nuevos que a menudo encaramos con la mente del siglo pasado. Uno de estos problemas es el despoblamiento rural en buena parte del interior de España. El fenómeno ha sido explicado detalladamente en libros, artículos de prensa y documentales durante los últimos años. Claramente, está de moda.
En general estos análisis describen pueblos envejecidos y semivacíos en un paisaje con densidades demográficas más propias de áreas desérticas o circumpolares que de Europa Occidental. Este diagnóstico suele ir acompañado de un aire melancólico de pérdida irreparable y de cierto apego a esta melancolía como algo inevitable y casi hermoso en su pureza romántica; como cuando se describe a un pueblo indígena perdido en las profundidades de la selva pero que está condenado a desaparecer ante el mundo moderno.
Y cuando se plantean soluciones, éstas vienen a ser versiones renovadas (cuando no directamente repetidas) de lo que se lleva intentando desde hace décadas y no ha funcionado (por ejemplo, más subsidios para las actividades del sector primario como la ganadería, agricultura o la extracción forestal) o nuevas alternativas basadas en versiones modernizadas de otras producciones ya establecidas, como es caso del turismo rural o la generación eólica.
Muy pocos de estos análisis sobre la 'España vacía' parecen hacerse eco de lo que está pasando actualmente con los ecosistemas naturales y la fauna silvestre de estas áreas despobladas. Éstos se están recuperando de manera notoria en paralelo al vaciamiento poblacional humano, los cambios culturales asociados al uso del entorno rural (por ejemplo, disminución de las licencias de caza y aumento de los visitantes que buscan un uso no extractivo de la fauna y del paisaje), el establecimiento de una amplia red de espacios protegidos autonómicos y europeos (el 28% de España forma parte de la Red Natura 2000) y el desarrollo de unos pocos proyectos de recuperación de fauna.
Van unos pocos datos que pueden servir de muestra. En el año 1979 es estimaba que había 2.000 parejas de buitres leonados en España, mientras que en 2008 este número había aumentado a 25.000 parejas. Sus parientes los quebrantahuesos pasaron de estar reducidos a unos pocos ejemplares en los Pirineos, a contar con una población casi saturada en esta cordillera y con ejemplares en la Cordillera Cantábrica, Cazorla y, recientemente, en la región del Maestrazgo-Els Ports.
La cabra montés ibérica (especie endémica de nuestro país y, por tanto, de especial valor internacional) ha pasado del borde de la extinción a principios del siglo pasado a contar actualmente con más de 50.000 ejemplares. De hecho, y de manera inversa a lo que pasaba durante el siglo XX, en muchas áreas de montaña de España el número de cabras monteses supera ampliamente al de cabras domésticas.
En el año 2013 se estimaba una población de 2.500 lobos en España, mientras que las poblaciones de oso pardo están aumentando tanto en la Cantábrica como en Pirineos, y el lince ibérico (clasificado a principios de este siglo como el felino más amenazado del mundo) ha pasado de 200 a 500 ejemplares en apenas una década. En paralelo, cientos de miles de hectáreas que anteriormente estaban cubiertas por cultivos de secano han recuperado la vegetación natural en las últimas décadas. Y este proceso de retorno de lo silvestre no parece que vaya a remitir en los próximos años, más bien al contrario.
Lo llamativo es que en las decenas de análisis, ensayos, planes y artículos de prensa que hablan del despoblamiento rural prácticamente no se habla de este fenómeno de la recuperación de la naturaleza silvestre, y cuando se nombra, es apenas de pasada, como una cuestión marginal o mayormente irrelevante. Es como si ambos fenómenos (el despoblamiento humano y la recuperación de la flora y fauna silvestre) pertenecieran a ámbitos mentales totalmente diferentes.
Lo primero parece pertenecer al mundo del desarrollo humano, mientras que lo segundo tiende a caer en el ámbito de la conservación. Son cuestiones tratadas por diferentes expertos, organizaciones e incluso secciones en los medios. Esto hace que dos fenómenos que claramente comparten tiempo y espacio sean vistos como 'cajitas separadas', cuando en realidad están íntimamente relacionados.
Esta disociación cognitiva está impidiendo que se aproveche la recuperación de la naturaleza para generar nuevas oportunidades de empleo, arraigo y orgullo a muchas poblaciones rurales que están desesperadas por no seguir con más de lo mismo. Es decir, para que la fauna silvestre se convierta en la base de una nueva economía en muchas áreas de montaña del interior español.
En primer lugar es indiscutible que España alberga actualmente la mayor abundancia y diversidad de especies de fauna llamativas del continente europeo. No existe (¡ni de lejos!) ningún otro lugar de la Unión Europea y alrededores que pueda competir con el nuestro en cuanto a oportunidades para ver en un mismo país cabras monteses, osos, lobos, linces, buitres leonados y negros, quebrantahuesos, avutardas, grullas, águilas imperiales y perdiceras, ciervos y corzos, cigüeñas negras y blancas.
Simplemente no existe otra nación del continente que pueda ofrecer un mejor producto de observación de fauna silvestre. Y no es casualidad que muchos de los mejores sitios para ver esta fauna estén ubicados dentro de la tan cacareada 'España vacía'.
Por si faltara poco, nuestro país recibió en el último año más de 80 millones de turistas. Nadie discute que España es actualmente un líder global en lo que se refiere al turismo. Pocos países están mejor preparados para recibir y atender visitantes de manera profesional como el nuestro. Esto incluye una extensa gama de alojamientos y restaurantes en las áreas rurales ya citadas. Solo que cuando uno ve la abundantísima información sobre turismo rural generado por gobiernos y privados, se hace manifiesto que ésta se centra en cultura, gastronomía, deporte y paisaje). La fauna apenas aparece como un toque de color; algo marginal. Otra vez vuelve la separación cognitiva entre lo humano, unido al desarrollo, y lo natural, ligado a la conservación.
Pero esto no tiene porqué ser obligatoriamente así. España podría romper esta falsa dicotomía y ponerse a producir naturaleza de manera profesional, conectando ambos mundos en una relación de provecho mutuo. Si el país ya tiene la mayor extensión de áreas protegidas y la mejor fauna de Europa Occidental, ¿por qué no conectar esto con una industria y una clientela turística que ya están instaladas?
Si tan solo el 10% de los turistas que visitan actualmente nuestro país pudieran pasar varios días observando fauna silvestre con los mismos estándares de calidad de otros países con menos tradición turística situados en África, Asia o América Latina, ¿imaginan los puestos de trabajo que podrían generar en las comunidades de montaña menos desarrolladas del interior? Sólo ese 10% sería un número similar a todo el turismo que recibe un país como Argentina (el cual, por cierto, tiene como uno de sus principales destinos los parques nacionales).
Viniendo de trabajar durante décadas afuera de España, me ha costado comprender las connotaciones que el término turismo conllevan en este país: playas o ciudades masificadas, especulación urbanística, fuertes impactos ambientales, 'gentrificación' o incluso 'pelotazo' y corrupción. Pero estos términos solo reflejan un cierto tipo de turismo. Existen numerosos países que actualmente basan su economía en el cuidado e incluso la restauración de sus ecosistemas naturales y su fauna silvestre a través de los beneficios económicos y sociales del ecoturismo bien manejado. Sudáfrica, Namibia, Botswana y Costa Rica son algunos ejemplos.
Incluso un país desarrollado como Estados Unidos ha sabido crear una industria y un fuerte orgullo patriótico a partir de sus parques nacionales. De hecho, Yellowstone (el primer parque nacional de la historia) recibe actualmente más de cuatro millones de turistas por año, al mismo tiempo que mantiene e incluso recupera sus poblaciones de bisontes, ciervos wapitis, berrendos, lobos y carneros salvajes. Un viaje informado por los países que han logrado manejar adecuadamente sus parques, su fauna y el ecoturismo muestra como sistemáticamente esto logra generar dos resultados simultáneos: una recuperación de su patrimonio natural y un aumento en la calidad de vida y las opciones económicos de las comunidades rurales circundantes.
En el mundo actual con un porcentaje de población urbana no solo dominante sino creciente, la demanda de experiencias auténticas que conecten a dicha población con la naturaleza va a seguir aumentando en las próximas décadas. España ya cuenta con los recursos para ofrecer el mejor producto de naturaleza del continente europeo (la fauna, los paisajes, los profesionales, los sistemas de transporte, la hostelería e incluso los clientes) y las áreas que más se beneficiarían de esta actividad son las que más necesitan nuevas alternativas productivas.
Lo bueno de este tipo de producción es que complementa a otras existentes, ya que los mismos clientes que quieren ver fauna silvestre disfrutan de la arquitectura tradicional, la historia y la gastronomía locales. Al final todo se junta en una experiencia auténtica como alternativa a experiencias de ocio más globales e impersonales como Starbucks, Netflix y el partido de Champions. Lo cual además abre nuevas oportunidades al sector primario con carne, almendras, aceites o vinos con sellos de denominación de origen local y, preferiblemente, orgánicos; sumando valor añadido a estos productos.
Entonces, ¿por qué no dejamos de lado barreras cognitivas del siglo pasado y aprovechamos lo que ya tenemos para producir naturaleza como una alternativa al despoblamiento rural? De este modo crearíamos un escenario donde áreas protegidas, ecosistemas naturales y especies silvestres, ecoturismo y actividades derivadas, y las comunidades rurales se beneficiarían y reforzarían mutuamente, en un verdadero círculo virtuoso de conservación y desarrollo.
Y hasta aquí el artículo de Ignacio Jiménez. ¿Algún comentario?
PD. Ignacio Jiménez Pérez es biólogo por la Universidad de Valencia y Master en Manejo y Conservación de Vida Silvestre por la Universidad Nacional de Costa Rica. Durante los últimos 25 años ha trabajado en programas de áreas protegidas y recuperación de fauna silvestre en varios países de América Latina y África. Entre 2005 y 2018 trabajó para la organización The Conservation Land Trust en la creación del mayor parque natural de Argentina, lo cual incluyó no solo el mayor proceso de recuperación de fauna localmente extinta del continente americano, sino también la creación de un destino ecoturístico internacional que generase nuevas opciones de desarrollo a las comunidades vecinas. Estos esfuerzos fueron reconocidos con el prestigioso premio a la conservación de la biodiversidad de la Fundación BBVA. Es el autor del libro 'Producción de Naturaleza: parques, rewilding y desarrollo local', que ha sido publicado en Argentina y España, y está siendo traducido al portugués e inglés. Actualmente vive con su familia en España para favorecer la producción de naturaleza en el área de montaña compartida por Teruel, Castellón y Tarragona, conocida como Maestrazgo-Els Ports y una de las más castigadas por el fenómeno de la despoblación.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.