Ignacio Martín Lerma
El director de la Cueva del Arco de Cieza compartirá el próximo martes 9 de mayo en el Aula de Cultura de LA VERDAD sus planes de futuro
El arqueólogo Ignacio Martín Lerma (Logroño, 1981), especialista en el Paleolítico y profesor de Prehistoria en la Universidad de Murcia, promete un viaje ... por la historia, 'Del paleolítico al futuro', el próximo martes 9 de mayo en el Aula de Cultura de LA VERDAD (19.30 horas, en el salón de actos de la Fundación Cajamurcia, en Murcia, con entrada libre). Un encuentro que promete ser muy especial, pues será de los últimos que ofrecerá en la Región de Murcia antes de emprender en agosto rumbo a México, donde realizará una estancia de docencia e investigación en la Universidad Autónoma de Yucatán el próximo curso. El director de excavaciones en el yacimiento de la Cueva del Arco de Cieza y autor de 'La prehistoria en la mochila' (Diario de viaje de un neandertal), editado en Aguilar y prologado por Juan Luis Arsuaga, es uno de los divulgadores más reconocidos a nivel nacional, y ahí quedan sus intervenciones en programas como 'El condensador de fluzo', en La 2.
–México, una auténtica potencia cultural, le abre las puertas. Es un país que ya conoce bien.
–Es un país espectacular. Siempre he ido de mochilero, con la prehistoria en la mochila, y esta vez voy con mi familia. Mi hija, Alma, tiene un año solo, y será una aventura, aunque los abuelos tienen un buen disgusto... Pero es que es un país riquísimo, estoy enamorado de México, y arqueológicamente es sorprendente. No es Paleolítico, pero en mi línea de investigación trabajo con tribus indígenas y allí aún tallan la obsidiana, cazan monos con arco... y me dan esa posibilidad de abrir una ventana al pasado literalmente.
«Es un lugar que tenía algo que les hizo estar yendo por lo menos 50.000 años de forma continua. Es un sitio recurrente, y es porque para ellos es importante»
–Este encuentro en el Aula de Cultura de LA VERDAD servirá para hablar de muchos aspectos de su trayectoria, bien polifacética, incluyendo el cine y la poesía. La historia es su pasión.
–De todo lo que estoy viviendo es cierto que me suceden muchas cosas buenas, y es algo que valoro y disfruto. Soy consciente de todo lo que me pasa. Pero hay una cara b: a veces me da rabia no saborear todo eso. Y es una pena. Me gustaría disfrutarlo todo más, y pienso que ese parón mexicano hará que no me suene tanto el móvil español y pueda centrarme mucho más en mis proyectos.
Un año de emociones
–Pero siempre se le ve una sonrisa en todo lo que hace...
–Es que las cosas que hago me gustan, es cierto. Han sido muchas cosas de golpe: la paternidad, la titularidad en la UMU, la exposición 'Ancestros', el libro, el último descubrimiento de la Cueva del Arco, me han hecho Académico Correspondiente de la Real Academia Alfonso X... Es bonito ver la evolución. Muchas veces no fui consciente de todo lo que estaba evolucionando. El Ignacio de hace unos años estaría flipando con lo que ha pasado en este tiempo.
–¿A quién le debe más?
–Sobre todo a mis padres, por la educación que me han dado, y me siento orgulloso de ello. Mis padres me han formado muy bien, y muchas cosas les debo, sobre todo por cómo gestiono mi vida hoy. Mis padres son psicólogos los dos. Tengo un hermano enólogo que trabaja en La Rioja. Nacimos los dos en Logroño porque los veranos los pasábamos allí. Mis padres se conocieron en la Autónoma de Madrid, viajábamos mucho a Logroño, donde vivía mi abuela Cecilia, y a ella precisamente, y a mi hija, separadas por cien años, les dedico el libro. A Alma para que nunca olvide que el pasado siempre estará en su presente y en su futuro. Yo me siento riojano, no de vivencia, porque nunca viví allí, sino de corazoncito. Mi adolescencia fue en Vera, colegio e instituto. Hasta que me fui a Murcia a estudiar en la UMU, con mis abuelos como compañeros de piso.
–Podríamos decir que su educación fue especial...
–Sí, claro, esa es una de las especialidades de mis padres, y lo hicieron con mucha habilidad, y de eso me doy cuenta ahora que me enfrento al difícil reto de ser padre. Siento esos tintes diferentes, por ejemplo, en el hecho de convivir con personas con diferentes capacidades. He jugado mucho tiempo con personas con síndrome de Down y con espina bífida. Mi madre es especialista en Atención Temprana de 0 a 3 años, y mi padre en adultos. Él fue un alto cargo de Feaps y montaron Asprodalba, uno de los grandes centros de atención a la discapacidad de Almería y de Andalucía. He visto con normalidad cosas que otros no ven, y he incorporado a mis proyectos siempre a personas con diferentes capacidades.
–La arqueología es un trabajo de equipo fundamentalmente.
–Totalmente. Yo lo comparo con mi faceta cinematográfica: ser un director de cine no es ser un genio, sino un buen gestor de equipos. Saber sacar lo mejor de la gente que tienes a tu alrededor. Al principio, Amenábar, un cineasta que me gusta mucho, no dejaba margen de improvisación en sus rodajes, y con el tiempo ha cambiado; sin perder la esencia, es posible dejar a la gente que baile y juegue al compás. Y eso creo que es fruto de la madurez.
–¿Cuándo empezó a saber que la Cueva del Arco de Cieza iba a dar mucho de qué hablar?
–Siempre supe que iba a ser una relación de pareja muy especial, y me ha ido demostrando cosas que yo no sabía. Es una cueva que se conoce mucho antes, en los 90 un grupo de espeleólogos, el Grupo Almadenes, se topa con unas pinturas que no son comunes, y al final resultan paleolíticas. Es una alegría para la Región de Murcia, porque siempre habíamos tenido arte pospaleolítico. Es una época en que se pensaba que era un lugar votivo, donde habían pintado y no habían vivido. Son teorías de los 70 y 80, cuando se le da al lugar un aire de santuario. Para mí la arqueología era el Paleolítico, yo era pequeño y quería ser arqueólogo, pero no por las pirámides sino por las cuevas. Así que cuando entro como asociado en la UMU me dedico a ver todas las cuevas de la Región de Murcia, y la Cueva del Arco es una más de ellas, y tenía algo que no tenían otras cavidades que yo había visto por ejemplo en Francia.
Una sorpresa detrás de otra
–El incendio de las laderas del Cañón de Almadenes en 2015 obliga a evaluar los daños y ahí es la primera vez que entra en contacto directo con este lugar.
–En efecto, necesitan una serie de arqueólogos que evalúen los daños, había que comprobar si se habían perdido las pinturas, y ahí es donde vemos la posibilidad de evaluar no solo el arte, sino de hacer un sondeo. El año anterior yo ya había ido a la cueva y habíamos encontrado alguna lasca de sílex en el suelo. Y lo que veremos ahí dentro al final son 50.000 años de secuencia. La primera gran sorpresa es encontrar en Murcia una cueva que tenía ese aspecto morfológico de otros lugares muy grandes. Segunda sorpresa: hacer un sondeo y encontrarme con secuencia arqueológica importante. Tercera sorpresa: que la secuencia es mucho más antigua de lo que esperábamos. Porque lo máximo que me esperaba era 20.000 años de las pinturas, y me encuentro neandertales. Y la traca final, la última gran sorpresa es saber que estábamos pisando el techo de otra cosa muy grande, que era la verdadera Cueva del Arco, que estaba debajo.
–La gente está ansiosa por ver algún día todo eso que usted vio: una nueva e inmensa cavidad con un recorrido de bastante más de un kilómetro, con decenas de salas con enormes bóvedas.
–Aquello es mucho más grande de lo que nunca se ha pensado. Estamos hablando de cavidades y grutas con bóvedas de hasta 20 metros de altura. [Los hallazgos realizados hasta la fecha, como firma el propio Martín Lerma en el último número de 'Muy Interesante', «permiten confirmar la existencia de ocupaciones pertenecientes al Neolítico antiguo (7.000 años), Solutrense (21.000 años), Gravetiense (30.000 años) y Musteriense (50.000 años), confirmando que nos encontramos ante uno de los escasos yacimientos del Mediterráneo peninsular en los que se puede documentar la transición entre los neandertales y los humanos modernos, así como el arte paleolítico]. Yo estuve varios meses callado. Porque todo esto se descubrió en septiembre de 2022 y el anuncio se comunicó en enero de 2023. Entre tanto estuvimos trabajando junto al Grupo GECA de Cieza en la protección y los cerramientos. Y soy consciente de que esto tiene envergadura y de que la noticia iba a ser grande.
«Mi lucha es que el Paleolítico del Sureste peninsular no sea el hermano pequeño del Cantábrico. No desmerece nada»
–¿Qué les dio la pista?
–Desde 2018 veníamos observando que las piedras y sedimentos se inclinaban hacia el mismo sitio. Yo me pensaba que como mucho habría una prolongación de esa sala. Aunque en una cueva nunca se sabe. Cuando hicimos una desobstrucción, como dicen los espeleólogos, vimos que no solo había una caída de sedimento hacia una sala enorme. No era una salita más. El susto mayor fue cuando vi que esa tierra de una sala caía sobre otra. Yo entré por un agujero que donde metía la mano no me cabía la cabeza, una locura. Llegó un momento en que no sabía dónde me estaba metiendo. No sabía lo que había al otro lado. Podía haber una sima de 60 metros... Me siento muy orgulloso de cómo actuamos en esa primera entrada.
–En realidad, todo lo que ha aparecido es la verdadera Cueva del Arco, que está tapada.
–En efecto. Enseguida lo tuve claro. Es la misma casa, solo que no habíamos bajado aún al sótano. La parte que se ha descubierto es la de abajo, y no somos aún conscientes de lo importante que es la Cueva del Arco sin esas nuevas cavidades. Por lo que seguimos saliendo en 'papers' internacionales es por lo investigado arriba. No puede caer en el olvido porque es la pareja de toda la vida. Donde está la secuencia arqueológica completa no es abajo, porque de momento lo de abajo sigue siendo una incógnita, que seguro que nos da muchas alegrías. Pero en términos divulgativos, para mí sigue siendo arqueológicamente mucho más bestial todo lo que hay arriba. Porque es un lugar que tenía algo que les hizo estar yendo por lo menos 50.000 años de forma continua. Es un sitio recurrente, y es porque para ellos es importante. No se han tapado las pinturas de unos y otros, han mantenido las estancias... Como lo que hacemos hoy con las catedrales, que entras ahí y no te pones a pegar gritos...
–Una de las cuestiones que usted advierte, en colaboración con Dídac Román Monroig, profesor de Prehistoria de la Universitat Jaume I de Castelló, es que no hay mucha talla.
–En el Paleolítico, lo normal es que todo el sitio esté lleno de sílex, porque tallan de manera continua para hacer herramientas, que es su día a día. Allí no hay mucha talla, van con las piezas hechas. Eso me indica que es un sitio especial y recurrente en el tiempo. Aquí hay pocas piezas y todas las que hay podrían ser portadas de libros. Lo que aquí tenemos es el único arte paleolítico de la Región de Murcia, pinturas que no hay en ningún otro sitio; no tenemos mucha talla, y un arco monumental mucho más potente que cualquier otro abrigo de la costa, y elementos de fauna que son impresionantes. No es que yo la tenga que vender, es que eso se vende solo.
Documental a la vista
–¿Veremos en un documental cómo fue ese descubrimiento?
–Sí, está todo documentado y tenemos unas imágenes increíbles. La dirección la comparto con José Luis de González, de El Paso Producciones, todo un lujo. Esa cueva no se hubiera descubierto si no se hubiera excavado donde lo hemos hecho. El año pasado produje el corto 'MUTE', de Pepe Siscar, que ganó la sección murciana del festival Sombra. El cine y la arqueología los compaginé a muerte en mi época de estudiante, y llevo un año de nuevo muy de cine. Tengo un buen guion para mover de ficción, y aprovecharé la estancia en México para grabar.
–¿Cuál es su verdadera lucha?
–Que la Región de Murcia tenga el Paleolítico que se merece. Que el Paleolítico del Sureste peninsular no sea el hermano pequeño del Cantábrico. No tiene nada que desmerecer. Es verdad que no tenemos Altamira, pero tenemos cosas diferentes, y ser diferente no es ser menos. Esa es mi bandera, y si me tocan, yo salto. Quizás esta era una de las principales motivaciones para hacer divulgación: tenía que hacer ruido.
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