De cuando la ciudad de Murcia dejó de controlar la pesca en el Mar Menor
La llegada de la dinastía borbónica y la guerra de la Independencia, un siglo después, trastocaron un viejo monopolio que con el tiempo derivó en la creación de la actual Cofradía de Pescadores de San Pedro del Pinatar
Ya solo quedan dos encañizadas en uso en toda España, y están aquí. La de la Torre y la del Ventorrillo (ésta está reactivándose), en ... los bordes sanjaviereños del Mar Menor, atestiguan el viejo uso artesanal de la pesca en la albufera murciana. La riqueza piscícola de estas aguas, ahora castigadas por las anoxias de años pasados, que han incidido en una bajada de las capturas de hasta el 80% desde 2022, llevó a enfrentar a pescadores de San Javier y San Pedro del Pinatar por el control de estas tradicionales instalaciones laberínticas para atrapar peces migrantes en el primer tercio del siglo XIX, tras la pérdida del antiguo monopolio de la ciudad de Murcia. Las zozobras derivaron en la creación del Gremio de Pescadores de San Javier y, posteriormente, en la actual Cofradía de Pescadores de San Pedro del Pinatar.
Lo cuenta el cronista Laureano Buendía Porras en la revista etnográfica Cangilón, editada por el Museo de la Huerta de Alcantarilla. En su artículo 'El gremio de pescadores de San Javier (1817-1840)', del número de diciembre de 2022, Buendía Porras se remonta a la llegada de la dinastía borbónica al trono español, a principios del siglo XVIII, para explicar la potenciación de la pesca que trajeron los nuevos monarcas, con la que en último término trataron de fortalecer «una Marina mermada tras la Guerra de Sucesión (1701-1714)», y que en tiempos de conflicto bien podría servirse de las habilidades de las gentes de mar.
Herencia medieval
En lo tocante al Mar Menor, el tradicional arte de la encañizada continuaba entonces, como herencia medieval, bajo el monopolio del Concejo de Murcia, lo que provocó choques con los pescadores de la zona dependientes del Departamento Marítimo de Cartagena, después de que la creación de éste en 1737. Los sucesos ligados a la Guerra de Independencia, a principios del XIX, «trastocaron el mecanismo de explotación de la Encañizada del Mar Menor», explica el autor. Murcia ya no logró recuperar del todo 'sus reales' en la instalación, y en 1821 se dio por definitivamente concluido, «acabando con unos quinientos años de monopolio pesquero en la laguna marmeronense». Ahí es cuando los pescadores de San Javier y San Pedro del Pinatar toman posesión de la Encañizada y su torre. En aquel entonces, aclara Buendía, se hablaba de Encañizada, en singular, conocida también como la Antigua.
Aquel fue un periodo de dificultades para mantener el complejo y de disputas entre los pescadores de ambas poblaciones a cuenta de su explotación. En 1817, se pidió permiso desde San Pedro del Pinatar para construir dos nuevas encañizadas: una al norte de la Antigua, conocida como Travesía o Ventorrillo, y otra al sur, denominada la del Charco. Ahí nació la denominación de Encañizadas, con la que ahora se refiere el lugar. San Javier se quedó con la Antigua, mientras que San Pedro del Pinatar pasó a controlar las del Ventorrillo y el Charco. Los roces no terminaron, ahora a cuanta de desavenencias sobre los límites de actuación de cada cual. « Si poco tiempo atrás habían actuado al unísono contra el monopolio del Ayuntamiento de Murcia, ahora, para defender sus intereses territoriales, no recordaban la hermandad pasada».
Ante tanta disputa, y el deterioro de la pesca en la Encañizada que había sucedido a la pérdida de su dirección por parte de Murcia, la Administración de la época opta por buscar una fórmula de más cohesión que la pudiese revitalizar. Entonces se decidió la creación de un gremio de propietarios para hacerse cargo, al tiempo que se implantó un nuevo distrito pesquero que abarcó todo el Mar Menor. Ahí nació el Gremio de San Javier con una « extensión de costa desde Cabo de Palos hasta la Torre de la Horadada para ejercer 'la industria y tráfico de mar' en los embarcaderos del Mojón y la Horadada». Aquel «Gremio de mareantes de San Javier», en palabras de Buendía, «supuso el embrión de la Cofradía de Pescadores de San Pedro del Pinatar a principios del siglo XX».
El proceso inauguró un nuevo tiempo para una pesca que durante centurias estuvo en manos de una ciudad de tierra adentro, y que pasó a la tutela directa de sus implicados. Dos siglos después, lo que no han acabado son las dificultades para los profesionales de la zona.
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