Ver fotos
El renacer de la Casa del Pino
Una esmerada rehabilitación a cargo de la Fundación Cajamurcia devuelve su encanto modernista a la centenaria finca de recreo de la familia De la Cierva, en la huerta de Santo Ángel
Quién sabe si en este particular edén, bajo la sombra de una araucaria, Isidoro de la Cierva y Peñafiel, abogado, amante de las artes y ... destacado político conservador de una reconocida estirpe familiar de la Región, dio forma a la idea de impulsar la creación de la Universidad de Murcia. Vigilada por la sierra de El Valle y en el corazón de una huerta de limoneros, la centenaria Casa del Pino, en Santo Ángel, disfruta de un renacer gracias a la esmerada rehabilitación impulsada por la Fundación Cajamurcia, propietaria de esta singular finca de recreo.
La coqueta mansión de veraneo forma con la sede de las Claras, en Murcia, y el palacio Pedreño de Cartagena la terna de joyas arquitectónicas de la Fundación, que siempre ha mostrado una decidida apuesta por la recuperación del patrimonio histórico. Sin embargo, la centenaria Casa del Pino no es tan conocida, y parece querer esconderse en mitad de una parcela de casi 27.000 metros cuadrados cuajada de vegetación, junto a la carretera que une Santo Ángel y Algezares. La restauración dirigida por el arquitecto Fernando de Retes ha devuelto su exquisito encanto a la propiedad, que abre sus puertas a LA VERDAD para mostrar por primera vez el resultado de los trabajos.
El proyecto se ha cuidado al detalle desde que José María Hervás, ya fallecido, elaboró el plan director con las líneas maestras de la recuperación. De Retes, amigo personal de Hervás, tomó el relevo de la delicada tarea. En una primera fase se ha abordado la rehabilitación de la vivienda principal y el coqueto jardín que sirve de nexo de unión con la capilla. La construcción arrastraba un preocupante descuido. Las humedades y una plaga de termitas representaban las principales amenazas, recuerda De Retes. Los trabajos han permitido sanear las cubiertas y rescatar la exquisita decoración con su rico cromatismo. La mansión fue un encargo personal de Isidoro de la Cierva –tío del famoso inventor del autogiro– a Pedro Cerdán, entonces en la cresta de la ola gracias a su proyecto del Casino de Murcia, para disfrutar con la familia lejos del calor de la ciudad. Data de 1904, como aparece en la puerta principal, de inconfundibles toques modernistas. Con el paso del tiempo, los propietarios parece que alargaron cada vez más sus estancias en la casa y hubo que equiparla con chimeneas para los meses más fríos. Un majestuoso pino carrasco da nombre –y también sombra– a la residencia.
El proyecto fue un encargo del abogado y político Isidoro de la Cierva al arquitecto Pedro Cerdán como residencia de verano
Explosión de colores
Cristóbal Belda, catedrático de Historia del Arte y asesor de la Fundación Cajamurcia, destaca el momento histórico en el que se levantó la señorial vivienda: una época de efervescencia artística y de florecimiento cultural en la capital del Segura. El experto llama la atención, además, sobre el paralelismo de esta finca (entonces con una explotación de cítricos en plena producción) con las villas romanas y, también, con los palacios de la aristocracia europea. «Es una combinación perfecta de arquitectura y naturaleza», resume.
Desde luego, la vegetación domina el entorno y hasta se cuela dentro de las estancias. De hecho, la ornamentación interior se resuelve con una explosión de colores a base de motivos florales. Paredes y techos aparecen adornados con pinturas al temple, en un cuidado gusto por los detalles. Como otros arquitectos modernistas, Cerdán recurrió a los mejores artesanos para culminar sus obras sin dejar nada a la improvisación. Escayolistas, tallistas, herreros y ebanistas aportaron lo mejor de sus oficios en una composición perfecta.
La residencia se articula a lo largo de un gran pasillo, con zócalo de barro vidriado y ricas carpinterías, que conecta la puerta principal con un jardín privado donde se alza el oratorio. El imponente recibidor se abre al gabinete de trabajo del político. A partir de ahí, las estancias se reparten a ambos lados del corredor central: cinco dormitorios de paredes con acabados de yeso al jaboncillo y unas franjas que imitan al mármol; la sala de billar, la cocina con una despensa subterránea y el comedor. A medio camino, una puerta permite el acceso al torreón, todo un guiño a la arquitectura tradicional de la huerta. La estrecha escalera de caracol conduce a dos habitaciones y a un mirador que ofrece las mejores vistas a los cuatro puntos cardinales.
Las labores de rehabilitación alcanzan además al mobiliario y a otros complementos domésticos, como lámparas y telas. Parte de las piezas originales se adquirieron a los herederos de la familia residentes en Madrid. El despacho conserva las estanterías, los asientos esquineros y la tapicería originales. Todo realizado a medida y, probablemente, «por un buen ebanista local», cree Loreto López Martínez, del taller Asoarte, que se encargó de la restauración. Destacan también, repartidos por las diferentes salas, dos grandes aparadores con las iniciales de Isidoro de la Cierva grabadas en el cristal; el conjunto de mesa y sillas del comedor, de nogal y chapa de caoba; varios espejos de estilo 'art nouveau', la mesa de billar y un impresionante mueble-espejo con macetero de taracea (una técnica artesanal que consiste en ir encajando piezas de diferentes materiales hasta formar el diseño deseado), a base de nogal, limoncillo y palisandro.
«Una labor hermosísima»
«La casa es una maravilla», indica Fernando de Retes, que no encuentra parecido de una residencia de recreo de valor artístico similar en toda Murcia. Se le ve satisfecho y valora que ha sido «una labor hermosísima», en la que lo más importante ha sido recuperar el aspecto original «sin que se note la mano del restaurador». Con todo, el arquitecto ha dejado su impronta en algunos detalles decorativos, como las rejillas que cubren los equipos de climatización y las paredes de la zona de los nuevos aseos.
La primera fase del proyecto, a cargo de la empresa A. G. Rico y con un completo equipo de restauradores, paisajistas, arqueólogos y hasta un experto en plagas, también ha permitido modernizar las instalaciones con el fin de hacerlas más confortables. De momento, se ha abordado lo más urgente. Para próximas fases, aún sin fecha, quedarían el resto de construcciones de la propiedad, de menos valor patrimonial: la casa de los guardeses, unos almacenes y la cochera. También se conserva una molineta de viento con la que se extraía agua de un pozo para almacenarla en una alberca.
La incógnita se mantiene, eso sí, acerca de qué destino se le dará a la Casa del Pino. En alguna ocasión se ha planteado permitir las visitas con el fin de difundir un conjunto desconocido que destaca no solo por su valor artístico sino también por su carga histórica, dado el influyente papel que esta saga familiar ejerció en la sociedad murciana de la época.
Noticia Relacionada
Un conjunto catalogado por su arquitectura y su valor paisajístico
Carlos Egea, presidente de la Fundación Cajamurcia, adelanta que una vez completada la restauración se abordará «una adecuada reflexión sobre la finalidad y usos» de la finca, «con el objetivo de lograr, en la medida de lo posible, una participación en las actividades que allí puedan llevarse a cabo abierta a toda la ciudadanía». Pone el acento en la relevancia «histórica, paisajística y emocional» de la Casa del Pino, y señala que «los bienes culturales no deben considerarse como objetos aislados sino reconocer y atender a las múltiples relaciones que despliegan con el lugar y el contexto en el que se ubican». En la misma línea se expresa el gerente Pascual Martínez, que remarca «el compromiso» de la entidad con la recuperación del patrimonio y su voluntad de «ponerlo al servicio de la sociedad».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión